
Ante las piezas de Amilkar Chacón, el resultado atrapado por un universo iconográfico trasciende los límites de la realidad inmediata, donde se evoca la fuerza de un espíritu pictoricista. De mapas está hecha nuestra existencia. O, al menos nuestros anhelos abocados en caminos. Es la forma externa de buscar soluciones, las vías para llegar a algún lugar, o a un fin determinado, pues, ayudan a encontrarnos.
El creador, quien se desempeña como director de la Academia de Arte Leopoldo Romañach (Villa Clara) expone bajo el título Mapas, un grupo de dibujos y pinturas, sobre telas y cartulinas, en la galería Antonio Alejo de la Academia San Alejandro, en Marianao. Entre líneas, pulsaciones pictóricas, tramas, laberintos visuales, manchas, abstracciones, y, sobre todo, recuerdos del hombre, entrega pistas para dialogar con sentimientos y vidas. De esa forma, incursiona en los adentros del hombre, y saca a flote visiones arraigadas en lo más profundo del ser. Mezcla, fusión, maridaje de elementos, culturas y hechos deambulan libremente por los entramados de sus piezas, como leitmotiv. Al reunir en la obra, elementos gráficos, pictóricos y experimentaciones artísticas de variadas técnicas convoca, formalmente, a un trabajo donde subyace la idea creativa y real de lo cubano. Eso somos, el ajiaco donde confluye el pasado como un eco o grito del tiempo que se repite hasta el presente, y nos descubre como nacionalidad.
Pero a Chacón le hacía falta nombrarlo de la manera más significativa: Mapas. Porque el artista quería razonar en conjunto, rastrear en los adentros para que afloraran situaciones, hechos y realidades que conforman el todo. Lo pasado yace como misterio en lugares recónditos de la memoria. Son legados que reposan, ciertas veces dormidos, en la historia pasada, que se llevaron los que por aquí vivieron antes.
El creador da marcha atrás. Imagina, estudia, busca y, al final nos trae, en forma de arte, una suerte de jeroglíficos plagados de códigos, símbolos, recuerdos que, al interaccionar en sus imágenes, nos recuerdan lo que fuimos y lo que actualmente somos.
Los mapas le ayudan a volver a mirar atrás. Por sus trabajos pasean tradiciones orales de patakíes, antiguas narraciones, que al pasar por el tamiz de su expresividad pictórica renacen, pero lejos del folclorismo tan utilizado hoy para atraer miradas, y engañarnos con coloridos y formas que tratan de seducirnos, cual oasis, hacia otros sentidos. Lejos está él de esas visiones, diríamos turísticas que nos invaden hoy, por doquier, en nuestros caminos.
Su proyecto es serio. Abraza elementos de las tradiciones africanas, que las siente propias, y las amalgama con referencias de la cultura universal, experiencias personales vividas, y también colectivas, transculturando lo africano que lleva en sí sobre sus hombros, que son también los nuestros como cubanos para discursar, desde la dimensión artística, sobre un tema siempre actual. Una intensa cartografía que le ayuda a reconocerse en el presente. Cada obra es un retrato de lo que somos, un paseo por la memoria que recorre las estancias más diversas de la identidad.
Son amplios horizontes donde anidan nuestros antepasados, expresados aquí en metáforas, inmersas en diseños y fórmulas contemporáneas a veces sumergidas en abstracciones, donde, sin un orden preciso aparecen ciertas figuras como formas simbólicas intensas, sintéticas, corpóreas. Por supuesto, no están exentas de las verdaderas sustancias que lo integran, entre tonalidades, texturas ricas en valores, donde suma sombras y líneas. En ellas, emergen angustias, alegrías, sueños, realidades y tantos sentimientos más que el hombre, en su duro andar por la tierra, ha dejado, en lágrimas y sonrisas. Su obra graba todo eso. Es un espejo, una enorme cartografía que descubre los caminos del ser humano, externos e internos. Pura arqueología que, al escarbar por el hombre, encuentra la vida.
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Conchi dijo:
1
4 de mayo de 2016
16:25:51
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