Acosta Danza es una realidad sobre la escena cubana. Las primeras presentaciones, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana (GTH) Alicia Alonso, a tope cada día, signaron la selección contemporánea, recibida con sonoras ovaciones. El destacado bailarín, uno de los más grandes de la danza universal, resulta un buen punto de partida. Cuando un líder como él, en cuestiones de movimiento, fagocita un conjunto, lo inyecta de ese extra, talento, virtud, sus integrantes, en excelente forma muchos de ellos, se permean con esa magia.
Carlos Acosta ha repetido siempre, en el tiempo, que le gusta inspirar y tocar la fibra humana. El programa expuesto estos días, como carta de presentación, se hace eco de sus sueños. En el espectáculo teníamos la impresión de que ¡eran muchos Carlos Acosta danzando en la escena! Misticismo, música, color, danza, símbolos, luz, movimiento, y mucha energía emergieron de las propuestas, algunas de ellas de alto calibre. Como por ejemplo Fauno, esa joya de Sidi Larbi Cherkaoui, creada en ocasión de la gala El espíritu de Diaghilev (2009), en homenaje al centenario de los Ballets Rusos, que toma como punto de partida la coreografía de Nijinski: La siesta de un fauno. Momento espectacular donde vibró el dúo Yanelis Godoy/Julio León, quienes alcanzaron la perfección al traducir el magistral vocabulario del coreógrafo, uno de los baluartes de la danza contemporánea a nivel mundial, quien matiza sus creaciones con una filosofía artística personal que aquí adquiere tonalidades diferentes y fascinantes.
El cruce sobre el Niágara resulta un hito escénico de la trayectoria de Marianela Boán como coreógrafa. En ella nos regala sus espléndidas concepciones de diseño, dinámicas y ritmo del movimiento, entrelazado todo, en esta pieza, a una esencia literaria. Lo que consigue plasmar en esa diagonal de vértigo, drama, vitalidad, es magnífico. Exige del cuerpo de los dos bailarines —excelentes Mario Sergio Elías/Raúl Reinoso— la máxima expresividad, en abierta contraposición al rostro hierático, en la que la música de Messiaen ocupa protagonismo también. Y obtiene una alta explotación de las líneas del cuerpo, imponiendo, en todo momento, una fundamentada motivación para que los gestos transmitan una sensible gama de inquietudes y afanes de dos hombres frente —y sobre— a una cuerda sobre el Niágara.
La obra El día de la creación, del coreógrafo español Goyo Montero, obtuvo el Premio del V Concurso Iberoamericano de Coreografía CIC 2006, aquí en La Habana. Era aquella la primera versión del trabajo que trajo ahora Acosta Danza: Alrededor no hay nada. Sobre poemas narrados por los propios autores: Vinicius Moraes y Joaquín Sabina, acerca un vocabulario expresivo de alto vuelo, y trata, como el propio Goyo Montero ha dicho, de “bailar la voz”. Hablamos de imaginación, de un lenguaje que echa mano de los gestos más simples y de las más elaboradas actitudes que los diez bailarines traducen con precisión. Mientras que el estreno mundial De punta a cabo, de Alexis Fernández (Maca), es una fusión de música que va desde lo tradicional hasta lo actual y de realidades que se mezclan en la cotidianidad cubana. Tiene como escenografía el malecón habanero, y allí se desenvuelve la pieza, que debe elaborarse más y buscar más posibilidades expresivas. Pues, al final, la ambiciosa coreografía, donde reúne todos los estilos que Acosta Danza quiere desarrollar, se queda a mitad del camino, como un simple divertimento donde se presenta ¿lo real maravilloso de esta tierra?
El plato fuerte de las jornadas era Carmen. Con coreografía del propio Acosta, música de Bizet y Shchedrín, con adaptación musical de Giovanni Duarte y otra adicional de Denis Peralta, la obra constituye un regalo visual. Al que suman, la sencilla e impactante escenografía: una enorme circunferencia que semeja la Tierra, el universo interno de la protagonista, o ¿una plaza de toros? que, a partir de las luces —con excelente diseño— acentúan la acción, según las tonalidades, donde de vez en cuando asomaba el toro (el destino), así como otros recursos utilizados que enriquecen el espectáculo.
La Carmen, de Acosta, tiene momentos espectaculares conseguidos a base de saltar de un paroxismo inesperado en que la imagen y el ritmo se funden. El vocabulario es plural: danza contemporánea, flamenco, ballet clásico… Es ágil, enérgico y las escenas se suceden sin respiro. Dentro de ellas se mueven los bailarines.
El Don José, del muy joven Javier Rojas, es convincente, en baile e interpretación, espontáneo en su decir, fresco, llega a todos.
Alejandro Silva, magnífico bailarín, preciso y elegante en Zúñiga, mientras que Luis Valle, de quien conocíamos ya sus condiciones en el Ballet Nacional, destacó por su reconocida técnica, tonificado siempre por una frescura a flor de piel. Por suerte, en el decursar de los días, el personaje se fue “liberando”, algo, de ciertos gestos que poco le aportaban a la obra, y le restaban en elegancia artística. La Carmen se mantiene casi todo el tiempo en la escena, y Laura Treto bailó de manera vigorosa, y, sobre todo, dando muestras de una resistencia envidiable. Sin embargo, del lado interpretativo resultó algo externo su personaje, faltó pasión.
El cuerpo de baile dio todo de sí para mover la acción, y realzar con su fuerza la puesta, que es, sin duda, punto neurálgico de esta Carmen.
Por supuesto, son las primeras presentaciones de Acosta Danza y hay elementos aún por mejorar. Por ejemplo, aun y cuando se hacen visibles esfuerzos, en el baile en conjunto, en ciertas piezas, se observan todavía las “costuras”, y diferencias en los movimientos de unos cuantos bailarines, que no vienen, precisamente, de la danza contemporánea. Hay que trabajar en ello, con fuerza.
Es cuestión de tiempo, uniformar el estilo, adaptarse a los nuevos retos y, sobre todo, encontrar una estética que los defina como compañía. Esto es algo muy importante. Solo que en seis escasos meses no se construye tamaña empresa. Sin embargo, la agrupación trae, indudablemente, nuevos aires a la escena cubana. La orquesta del GTH Alicia Alonso y los invitados, dirigidos todos por Giovanni Duarte, sonó a la perfección en estas jornadas. Y, como colofón del comentario, es menester preguntar: ¿qué sucede con el telón de boca de la sala García Lorca, del GTH Alicia Alonso, que hace solo tres meses fue reinaugurado, y ahora, en esta temporada no cierra? De él dependen muchos los aplausos y la magia de una función.












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rafael dijo:
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20 de abril de 2016
05:08:50
Joel dijo:
2
20 de abril de 2016
09:11:30
yanet dijo:
3
20 de abril de 2016
13:53:10
Denis dijo:
4
20 de abril de 2016
14:27:14
Emelina Torres Ledea. dijo:
5
20 de abril de 2016
16:17:56
Galindo dijo:
6
20 de abril de 2016
23:12:23
rafael corujedo dijo:
7
23 de abril de 2016
06:37:15
Alexis dijo:
8
25 de abril de 2016
11:41:41
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