
Ravel, Lecuona, Prokofiev, Falla, Chaikovski, Mozart, Bach, Vangelius...Un rico collage musical matiza cada día, desde muy temprano, el ambiente de la inmensa Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso en estos días de marzo. Entre las antiguas paredes de la institución de Prado, en La Habana Vieja, ahora “reina” el 22do. Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet. Más de 300 profesores, estudiantes y bailarines de 15 países, incluida Cuba, se dan cita en esta edición que pondrá punto final el 2 de abril, con la gala de premiación y clausura, en la sala Avellaneda del teatro Nacional.
En la sede de la escuela, destacados profesores y maîtres, dirigidos por Ramona de Sáa, directora de la institución, tienen a su cargo la tarea de enseñar las distintas modalidades de esta manifestación artística, en un curso que crece en calidad. Pero más allá de los salones de clases, en la escena de la sala Avellaneda han pasado sorpresas muy agradables.
En la primera jornada, además de los instantes mágicos que propiciaron una bien equilibrada gala de apertura, con coreografía del maestro Alberto Méndez que coloreó de buen gusto y originalidad el inicio del encuentro, se sumaron otras admiraciones, como el Grand pas del ballet Paquita, así como escenas del ballet Don Quijote: los toreros, y el pas de deux del tercer acto, que cerraron con broche de oro, la noche inaugural.
Un buen instante, en el que los estudiantes de la Escuela Nacional de Ballet dejaron una agradable estela, con su buen quehacer, sobre la escena. Se observó el entrenamiento, la homogeneidad en el movimiento, aunque queda por mejorar y arraigar, como parte imprescindible del “cuerpo”, el consabido estilo, que se alcanzará bailando, y con la ayuda de los profesores.
La gala de graduación constituyó otro regalo. Después de la entrega de diplomas a los más de 30 egresados, pasearon por las tablas grupos de estudiantes de Academias de Ballet de Italia y Estados Unidos (Texas), en clásico y contemporáneo, respectivamente, que fueron muy bien recibidos por el público, especialmente el segundo, que mostró un alto nivel danzario, por su precisión y excelentes condiciones.
La segunda parte acercó la suite del ballet Giselle, con montaje de profesores de nivel medio de la Escuela Nacional de Ballet. Alumnos y profesores “construyeron” fragmentos de una obra que tiene para los cubanos un hálito singular en la historia de la danza cubana. No solo los protagonistas sobresalieron en esta jornada, donde realizaron un loable esfuerzo, sino todos y cada uno en el cuerpo de baile también, para dejar en claro lo aprendido en este tiempo de estudio.
EL CONCURSO ESTA SEMANA
Hasta el sábado 2 de abril, día de la gala de premiación y clausura, aparecerán en la escena de la sala Avellaneda, como parte de esta 22da. edición, el 3er. Concurso Infantil (11-13 años) y el 1er. Concurso Coreográfico para estudiantes de nivel elemental, medio y profesores.
El jurado del Infantil está presidido por Ramona de Sáa e integrado, además por Margarita Medina (Francia), Roberto Machado y Diana Mayra Farías (México), Tatiana Izquierdo (Perú) y Viengsay Valdés y María Eugenia Reyes, ambas de Cuba. Mientras que el de Coreografía está liderado por Alberto Méndez, y compuesto por Víctor Alexander (EE.UU.), Alfa Rodríguez (República Dominicana), Carlos Paolillo (Venezuela), y Dania Wambrug (Cuba). Ellos serán los encargados de otorgar los premios en las disímiles categorías, de una competencia que matizará las jornadas con un ritmo particular, donde toman parte representantes de Colombia, México, Uruguay, República Dominicana, Ecuador, Panamá y Cuba.
En el vestíbulo de la sala Avellaneda se expone la muestra Aires de Danza, en la que un grupo de profesores y alumnos de la Academia San Alejandro ofrecen su visión del arte del movimiento, y añaden las artes plásticas a esta fiesta del joven ballet.
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