No es un desliz de este cronista citar a Johann Sebastian Bach en el título de esta reseña sobre la más reciente jornada de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN). Cierto que ninguna obra del genial músico alemán apareció en el programa seleccionado por el director invitado, Guido López Gavilán. Pero su legado sí. No se pueden explicar ni la primera ni la última partitura interpretada en la sala Covarrubias sin la presencia tutelar del maestro de la fuga y el contrapunto.
López Gavilán montó por primera vez con la OSN Cantus, una obra suya estrenada por I Solisti Veneti el año pasado en Italia, a solicitud de esa prestigiosa formación. Fue un agradable y a la vez concienzudo trabajo para lucimiento de las cuerdas, con intervenciones solistas de violín, viola y en menor grado el violonchelo, inspirada en los antiguos cantos gregorianos pero con un resultado tímbrico que se avecina con los hallazgos de la paleta barroca.
De una manera mucho más explícita, esa herencia se advirtió en la Sinfonía no. 4, opus 98 (1885), de Johannes Brahms (Hamburgo 1833-Viena 1897), en la cual el compositor cita al inicio del cuarto movimiento un coral bachiano y desarrolla en su culminación una treintena de variaciones que denotan una apropiación inteligente de los principios constructivos de su antecesor.
Más allá de algún que otro accidente e intemperancia durante la ejecución, López Gavilán consiguió una viva y muy actual lectura de la sinfonía. El ideal estético del compositor, que asumió una postura romántica sin excesos ni artificios ni digresiones, se reveló en cada uno de los pasajes de una obra que, en opinión del musicólogo alemán Hermann Kretzschmar, “penetra en el reino donde la alegría y el dolor se acallan y la humildad se inclina ante lo eterno”.
Durante esta sesión hizo el grado con la OSN la pianista Lianne Vega Serrano, en virtud de haber conquistado en el 2014 el Primer Premio en el Concurso Nacional de Música de la Uneac. Apeló al Concierto para piano y orquesta no. 20, K. 466 (1785), de Wolfgang Amadeus Mozart, una de las páginas recurrentes en el repertorio universal y fresca en la memoria de los melómanos cubanos que admiran las versiones discográficas (y en video) de Maria Joao Pires, Daniel Barenboim, Alfred Brendel, Martha Argeriich y Murray Perahia.
Vega trató de hallar su propio nicho interpretativo y puso énfasis en el desarrollo virtuoso de las cadenzas del primer y tercer movimientos. Su talento es evidente.












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Alba dijo:
1
24 de marzo de 2016
08:57:48
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