Cuatro letras bastaron a Lizt Alfonso, en el 2006, para crear la coreografía Alas. Con imaginación entretejió recuerdos, motivó ideas y puso a volar conceptos sobre las tablas a partir del movimiento. El ritmo deviene acción con esa mezcla, sabia, de lo nuestro, donde se funde lo caribeño con un mestizaje que va dentro de la sangre. Lo español, lo africano, lo universal… baila con esas alas que son un canto a lo interno del hombre, y fertilizan las tablas de un aroma y una magia particular.
Dos actos y diez escenas son suficientes para conjugar sentimientos. Los brazos de las bailarinas devienen alas que se mueven al compás de la vida. El viento, convertido aquí, en música de altos quilates, contornea palabras, que más que adjetivos, arman el alma del espectáculo y del propio hombre. Conceptos interesantes y humanos llenan la puesta cuando las Alas van escoltadas por palabras: para ser, perpetuar, existir, luchar, vivir, volar…
Hay también alas para el feeling, instante lírico en el que se acompaña el baile con la canción. En esta ocasión prestó su voz José Onell Carbonell; y en el segundo acto, esas alas para el swing acercan las memorias que permearon a Lizt Alfonso con todo aquello que aprendió, viendo no solo a las grandes de la danza cubana, sino también a Fred Astaire, Gene Kelly. Momento alto es alas para el compás. El humor desgrana lo cubano sobre la escena. Cuadro de inmenso colorido musical donde vibra lo nuestro transformado en movimiento. Los brazos baten en lo alto, buscan el cielo cual alas desprendiendo ideas que van dejando como estelas en el aire: distancia, vuelo, fuerza, encuentros, añoranzas, son las alas para volar, para seguir viviendo que cierran el espectáculo.
Hay un ritmo variado, a veces lento (en la primera parte) pero luego, en la segunda, los colores van sugiriendo nuevas emociones, llega al éxtasis. Las bailarinas, bien entrenadas, homogéneas, delinean sin verse las costuras, un baile fluido donde el espectador pasa, a veces, sin darse cuenta de la danza, al folclor, a lo popular; como un todo fluido, como el agua que corre por un manantial.
Hombros y caderas convulsionan la escena, y dialogan con el port de bras clásico, y en los bajos repiquetean los tacones en gesto seguro. Pero, importante es subrayar que no pasan en estado puro, o como copia fiel de lo que refleja un espejo. Se les ha dado un tratamiento creativo que no desvirtúa lo esencial: el espíritu popular que los anima. Un eclecticismo en la danza que llega con el nivel técnico de bailarinas, maîtres y profesores.
Diez años nos separan de la primera vez que apareció Alas sobre la escena. Siempre hay algo nuevo que encontrar para soñar. Porque es de esas puestas donde la música es también protagonista, cuenta historias en cada melodía y nos hacen reflexionar, disfrutando sobre las butacas. Un equilibrio perfecto entre partitura y coreografía. Hay fuerza en el baile, lirismo, humor, alegría y nostalgia y ganas de bailar. El grupo musical es de altura. Cada integrante es parte indisoluble del todo, y esencial, en el triunfo del espectáculo. No por azar es tan ovacionado cada noche.
No se puede hablar de Alas sin mencionar el nombre de Ricardo Reymena. Es un diseñador singular, inteligente, un maestro cuando construye atmósferas. La escenografía, de impactante sencillez y funcionalidad, y el vestuario: informal y teatral al mismo tiempo, entrega pautas, equilibrado con las tonalidades que funcionan como termómetros de emociones. Cautivan las miradas, esas que baten Alas, también para disfrutar.
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Francisco dijo:
1
15 de marzo de 2016
02:47:49
Eduardo dijo:
2
15 de marzo de 2016
13:09:54
TOKIN dijo:
3
15 de marzo de 2016
16:35:26
lis dijo:
4
15 de marzo de 2016
17:04:08
onaica escobar martinez dijo:
5
17 de marzo de 2016
08:10:13
MAYDA FREDAL PRIETO dijo:
6
17 de marzo de 2016
10:29:58
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