
Fragmentos de Giselle, La bella durmiente, Cascanueces, Coppelia, Don Quijote, El lago de los cisnes y Sinfonía de Gottschalk, conformaron La magia de la danza, que regresó por dos semanas al Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, de la mano del Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Una alegría singular matizó estas funciones, sobre todo por la juventud en la compañía cubana, que aborda con ímpetu obras clásicas. Aunque a decir verdad, todavía muchos de los noveles bailarines deben trabajar más, para alcanzar a sus predecesores. Pero, tiempo al tiempo.
El Ballet Nacional de Cuba, como otras ramas de la vida cubana, ve cada cierto tiempo desaparecer figuras de sus elencos que pasan a formar parte de otras importantes compañías, ya sea por contratos —largos, por cierto—, o por abandono. Sin embargo, el BNC sigue su ritmo, promoviendo artistas que, muy jóvenes aún, empiezan a ocupar posiciones. Eso tiene sus pro y sus contra, pero es menester hacerlo, no se puede detener, ni la vida ni el baile.
Y, La magia de la danza resultó un espacio ideal, donde estos nuevos valores pudieron desarrollarse, conocer y “atrapar” personajes de títulos cimeros del ballet clásico. Buena ocasión que aprovecharon los directivos/maîtres/ensayadores del BNC, para impulsarlos sobre la escena.
Las cortinas se descorrieron el primer sábado de la temporada con escenas del segundo acto de Giselle. Vistiendo los protagónicos, Grettel Morejón (Giselle) y Adrián Masvidal (Albrecht). Estilo y técnica se conjugaron en la joven intérprete, que estuvo equilibrada al máximo, logrando una acertada interpretación. Su compañero estuvo menos afortunado. Provisto de una excelente línea, debe, sin embargo, administrar mejor la técnica, estudiar más el lado dramático y compensarlo con un baile de más ímpetu y limpieza en los movimientos. Masvidal tiene para lograr su empeño. El cuerpo de baile, aunque no en su mejor forma, volvió a ser objeto de otra gran ovación. Cinthia González, como Myrtha, la reina de las Willis, dejó una agradable estela en su paso por la escena, y demostró que sigue viva la estirpe del personaje en el BNC.
Anette Delgado y Dani Hernández, como la princesa Aurora y el príncipe Desiré, respectivamente, alcanzaron una de las más altas ovaciones de la noche, en las escenas del tercer acto de La bella durmiente. Ambos conforman una cohesionada pareja. Ella, con su perfecta y hermosa línea y esa armonía en el baile, aporta mucho al éxito. Él, un excelente partenaire, brilló también en sus solos, para volver a entregar, ambos, una función muy agradecida por el público.
Los fragmentos del segundo acto de Cascanueces acercaron a dos figuras jóvenes. Chanell Cabrera se transformó en el Hada Garapiñada y puso todo su empeño para entregar el difícil rol. Sin embargo, por instantes se observó insegura. A su lado, el novel bailarín Yankiel Vázquez, como su Caballero destacó en sus variaciones, por la limpieza y una perfecta presencia escénica, pero debe fortalecer más la labor de partenaire. Vale la pena subrayar la labor de Laura Blanco, quien demostró buena técnica en sus solos, así como Claudia García, y el cuerpo de baile en el siempre bien acogido Vals de las Flores.
Los momentos de Coppelia —primer y tercer actos— dejaron ver a dos singulares bailarines: Ginett Moncho (Swanilda) y Manuel Verdecia (Franz). Con buena técnica, alegría a granel, interpretación correcta y fuerza interna mostraron sus dotes para entregar una labor bordada, y estéticamente correcta. Mientras que las escenas de Don Quijote constituyeron un terreno fértil a los aplausos, por la actuación de una bailarina que escala rápidamente a los primeros planos: Estheysis Menéndez como Kitri. A su lado, el muy novel Patricio Revé (Basilio) escaló un peldaño como principiante. Bien como acompañante, con solo unos meses dentro del BNC, exhibió su arsenal en saltos, y una destreza técnica en potencia. Sin embargo, debe hacer más hincapié en los giros, la limpieza de los movimientos. Aymara Vasallo puso de relieve su carisma en la Mercedes que alcanzó altos tonos. Bien por Manuel Verdecia en el Espada.
Equilibrada al máximo, dueña de los movimientos, apareció otra vez Grettel Morejón en Odette (El lago de los cisnes), regalando un momento de pura danza que el público recibió en toda su extensión. Aquí compartió durante esos minutos con Alfredo Ibáñez (príncipe Sigfrido), que se entregó totalmente para apoyar a la compañera y se mostró seguro en la parte técnica. El cierre correspondió a Sinfonía de Gottschalk, un éxito de la compañía, no exento de buenos recuerdos.












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