
A esa intelectual cubana que deja un rotundo rastro en todo lo que escribe —poesía, ensayo, novela, cuento— estuvo dedicado el último espacio El autor y su obra, del Instituto Cubano del Libro, que se celebra cada mes en la biblioteca pública Rubén Martínez Villena, del Centro Histórico de la Ciudad. Mirta Yáñez, según se dijo allí, no creyó merecer este homenaje para el que se selecciona con buen tino a sus invitados; sin embargo, todo lo contrario demostraron los panelistas que en una apretada síntesis abordaron el quehacer total de esta mujer que recientemente ganó una de las encumbradas sillas de la Academia Cubana de la Lengua.
La escritora Juanita Conejero, profesora de Mirta allá por el curso escolar 1964-65, en el pre- universitario Raúl Cepero Bonilla, fue la primera en ofrecer (también lo hicieron la narradora Laidi Fernández de Juan y el poeta Rolando López del Amo) sus impresiones, entre las que destacó, como suele pasar con los maestros que se regocijan con la realización de quienes fueron sus alumnos, que al ver los éxitos de Mirta nunca la tomaron por sorpresa porque siempre vio en ella su alegría, su inquietud y preocupación por todo y todos, su inteligencia y capacidad creadora, y su buena dosis de sana rebeldía.
En su poesía está el germen de su escritura, conocida particularmente por su narrativa, asegura la maestra. La gran sensibilidad, la viva naturaleza poética que se le salía por los poros lo hizo evidente ante sus ojos, que la siguen viendo hoy como una mujer cubanísima en su esencia y espontaneidad, capaz de escalar “con su personal lirismo los sitiales más destacados donde se honra la palabra hermosa y digna”.
“Mis primeros recuerdos de ella son los de una joven que despertaba gran admiración entre sus profesores de la universidad, dos de los cuales vivían en la misma casa donde nací”, aseguró la escritora Laidi Fernández de Juan, que, tal como acostumbra, entre simpáticas anécdotas, recorrió puntuales parajes de la Yáñez, de quien conoció primero al ser humano y luego, “mucho más tarde, al creador (en este caso creadora, debo cuidar mi lenguaje no solo porque estoy en presencia de alguien que ocupa sitio en la Academia Cubana de la Lengua, sino porque ese alguien es feminista o sea, de-
tallista, o sea observadora con machete en mano)”.
Laidi expresó, con una mezcla de modestia y orgullo, que para convertirse en la escritora que ella es hoy, se adentró en muchas obras entre las que se encontraban las de Mirta con cuya creación quedó fascinada. “La rara e intensa mezcla entre ternura, rabia y humor que distingue su obra de cualquier otra, la sitúa en el lugar donde se encuentra ahora mismo, en el de maestra del arte de narrar”.
Laidi refirió que la multifacética obra de Mirta se estudia en universidades del mundo, y varios de sus cuentos integran la lista de los denominados clásicos en la cuentística cubana, como El búfalo ciego y El diablo son las cosas. De su novelística “que transita a través de su literatura por los conflictos humanos, universalizando lo que de local pueda existir en los ambientes genuinamente dibujados por su mano”, se refirió con particular énfasis a Sangra por la herida, premio de la Crítica —que ha merecido además por otras cuatro obras—, una novela donde aparece Alamar desde que fue creado hasta en el paso del tiempo en contraste con el Vedado, portador de una belleza que ya no es tal. “¿Serás tú, Mirta, mujer rebelde y sin pelos en la lengua, quien se proyecta en Yuya? Nadie lo sabrá, querida amiga; ese es uno de los misterios insondables de la literatura”.
Esa versatilidad propia suya, que le permite moverse con idéntica soltura en cuanto género incursiona, fue advertida por Rolando López del Amo en sus palabras, que apuntaron, además, a la maestría de Mirta —como la de Albertico, su hermano fallecido— para escribir literatura infantil, y reconoció la adaptación para la escena que ella hiciera del clásico cuento Cenicienta.
Sobre este trabajo, el poeta encomió cómo se afirma en la propuesta que las personas valen por lo que son y que el linaje verdadero es la conducta de cada cual, así como que el ser es hijo del hacer y que más allá de la suerte o la casualidad, lo más importante es la bondad y la inteligencia.
Pero también de la persona que ella es, “amante del prójimo como a sí misma”, habló el bardo, y en esos trances Mirta recibió en público un calificativo que le pertenece: el de tener “un apego tal a la justicia que es capaz de enfrentarse a cualquier poder establecido o por establecer frente a lo justo, provenga de donde provenga. Esto es atributo de los buenos revolucionarios”.










 
         
         
         
         
        

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un zulueteño dijo:
1
12 de febrero de 2016
07:07:31
norma lupe pelaez dijo:
2
12 de febrero de 2016
12:25:26
norma pelaez dijo:
3
12 de febrero de 2016
12:29:38
Vilma dijo:
4
14 de febrero de 2016
09:15:09
Maria José Alves Valle dijo:
5
20 de marzo de 2017
03:32:29
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