El tiempo ha pasado, sin embargo María Eugenia Barrios sigue impertérrita en ese espacio del arte, cubano e internacional, adonde pocos llegan sobre las tablas. La destacada soprano que acaba de cumplir en este diciembre del 2015, 75 años de vida, subió a escena para festejar la efeméride con admiradores, familia, amigos, colegas y el pueblo que la sigue desde hace 57 años en su carrera artística.
Es menester comentar que cada concierto ofrecido por la soprano nos regala sorpresas y gratificaciones. En un primer lugar, por el repertorio entregado, de una amplitud poco común, que nos permite, además, acercarnos a diversos estilos del arte vocal.
La sala San Felipe Neri, en La Habana Vieja resultó pequeña para albergar a un numeroso público que venía a rendirle también homenaje. De ese concierto, puede decirse que por la naturalidad y frescura con la que cantó parecía que resultara bien fácil, porque es impresionante que a esta edad paseara, por ejemplo, por la Ballatella de Nedda (ópera Los Payasos) y El sueño de Doretta (La Rondine), con el legato preciso, sin fraccionamientos de respiración, la brillantez de la emisión vocal y esa interpretación (donde ha dejado innumerables huellas), no solo de los personajes, sino hasta de la propia proyección corporal de la obra. En ella, vibra la cantante impoluta, pero también con fuerza, la actriz.
Muy notable en esta artista es que a sus cualidades vocales y a su dominio musical y estilístico, suma el raro don de la expresividad escénica. Cada obra nos es ofrecida con un sentido teatral, expresivo, significante en el aspecto dramático, que muchas veces no se lleva aparejado al canto. De ahí, la fineza y la cultura necesarias como para abrir con un Do sobreagudo en la primera pieza interpretada: Mírame así, habanera de Sánchez de Fuentes, y emitir otro en el aria de El sueño de Doretta.
El Ave María, de Bach-Gounod; Lloro aún al recordarte, de Gonzalo Roig; Recordar y En noches de luna, de Ernesto Lecuona, constituyeron joyas en su voz, plena de ternura y buen gusto. La Romanza de la zarzuela Amalia Batista, de Rodrigo Prats, y Summer Time (aria de la ópera Porgi and Bess) acercaron pinceladas de diversos estilos, recreos vocales/interpretativos que fueron muy ovacionadas, así como Te amaré, de Silvio Rodríguez. Esta última convocó el título al concierto, en referencia y como regalo, según expresó Maria Eugenia Barrios, a ese público que siempre la ha acompañado y seguido fielmente en tantos años de arte.
Las sutilezas de los pianos, las modulaciones acariciantes en todas la obras, estuvieron siempre a flor de piel, y se subrayaron en ese acople perfecto en el dúo de la opereta La Viuda Alegre, de Franz Lehar, con el barítono Waldo Díaz, por cierto, muy bien en sus interpretaciones vocales, así como Ivette Betancourt en Canción del amor triste, y Yaisilé Góngora en Soy razonable, ambas de Lecuona, quienes aportaron colorido en su cumpleaños escénico.
La joven y talentosa pianista, Claudia Santana Núñez, cumplió de manera brillante la difícil tarea del acompañamiento, permitiendo con modestia y musicalidad el protagonismo de las voces, no interfiriendo con su sonido, el arte de los cantantes. Con ello ocupó, precisamente, un lugar destacado.
Pero aún la soprano tenía reservadas sorpresas. Por supuesto, en los ancores apareció la tan esperada salida de Cecilia Valdés, obra con la que hizo su debut a los 18 años y que concluyó con una sonora y reluciente campana con el auditorio de pie ovacionándola, por largos minutos con gritos de ¡Bravo! Merecido broche de oro, justamente representativo de lo que ha entregado y es María Eugenia Barrios.
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pitcher dijo:
1
28 de diciembre de 2015
13:16:04
virgil capote dijo:
2
30 de diciembre de 2015
08:56:11
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