ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

A la altura de la segunda década del presente siglo, las idas y vueltas entre el jazz y la música cubana circulan por autopistas cada vez más frecuentadas por creadores de las dos orillas donde tiene lugar esta historia.

Con el acelerador a fondo pero con plena conciencia de la jerarquía de lo que esos encuentros representan, Orlando Valle, Maraca, convocó a un plantel de primerísima línea que bajo la denominación Jazz Plaza AllStars honró la trigésimo primera edición del festival habanero.

En el teatro Mella, sede de los principales espectáculos de la presente cita, el flautista y compositor abrió su tanda con una clásica descarga de jazz cubano que sirvió para marcar el territorio de cada uno de los protagonistas: el trombonista Steve Turre, el baterista Robbie Ameen, el saxofonista

Carlos Miyares, el pianista  Ramoncito Valle y el percusionista Orlando Poleo. Y, por supuesto, el propio Maraca, quien ha desarrollado en la flauta un estilo de reconocimiento universal.

A las entregas de la banda se sumaron, en de­terminados momentos, el pianista Harold López Nussa; su hermano, el baterista Ruy Adrián y el norteamericano Orion Turre.

El público cubano agradeció sobremanera que Maraca lo aproximara al trabajo que en los últimos meses ha acometido en escenarios internacionales con Ramoncito, evidencia de la sólida perspectiva con que ambos abordan los cruces genéricos. Mientras de una parte Levitación condensa un intenso lenguaje progresivo, la versión de Guanajo relleno ilustra el costado ingenioso de dos intérpretes que reconocen en la tradición insular una plataforma para la más pura e ingeniosa invención.

En otra dimensión, espectacular y tímbricamente explosiva, Steve Turre cambió el trombón por su batería de caracoles sonoros, trompas que si bien nos remiten a la cultura musical de comunidades originarias, nos recuerdan la inagotable proyección liberadora del jazz en los tiempos que corren.

Del son al jazz y viceversa fue el recorrido de Pancho Amat y su Cabildo del Son, en alianza con su hijo Danielito Amat, compositor y pianista que merece mayor destaque en nuestros medios.

Resultó una manera de hacer válidas sus agudas observaciones sobre las interinfluencias entre uno y otro complejo musical, hechas durante la jornada inaugural del coloquio que tuvo lugar en el Pabellón Cuba, coordinado por la musicóloga Neris González Bello. Las sombras tutelares de los treseros que fundieron los aires procedentes de Nueva Orleans y el Bronx con las tramas montunas y urbanas del son —cómo no evocar a Isaac Oviedo y el Niño Rivera— vibraron en el virtuosismo de Pancho.

Antes llegó el impresionante melodismo del saxofonista César López, quien ha hecho de Ha­bana Ensemble un conjunto a la medida de su inteligente y apasionada línea interpretativa.

En el orden de las sorpresas, este Jazz Plaza tuvo una bien grande, con el reencuentro con su público del baterista bayamés Francisco Mela. Instalado desde hace algún tiempo en la escena neoyorquina, despliega variaciones rítmicas inu­sitadas mediante la asimilación de patrones culturales diversos en los que, sin embargo, se ad­vierte como piedra sillar la clave cubana. Vino al frente de un trío que complementa su modo de expresión: el pianista Elio

Villafranca y el contrabajista Greyden Petersen. Giraldo Piloto y su profesor Osmany Sánchez coincidieron en la evaluación; el arte de Mela es excepcional.

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