ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Etapa bayamesa de la gira insular del Coro Nacional de Cuba. Foto: Telecentro de Granma

Un ciclo anual sumamente productivo acaba de concluir el Coro Nacional de Cuba. Uno de sus nú­cleos, Entrevoces, puso una pica en Estados Unidos, con lauro incluido y otra en casa mediante la conquista del Gran Premio Cubadisco 2015; la cantoría infantil consolidó sus posiciones, y la formación principal repartió ofrendas a lo largo y ancho del país en una gira que culminó hace apenas unos días en el Museo de la Revolución, todo ello para conmemorar el aniversario 55 de su fundación y el 70 cumpleaños de su directora, la maestra Digna Guerra que, entre otras distinciones, ostenta el Premio Nacional de la Música.

El prestigio internacional de la di­rectora fue reconocido también este año al ser seleccionada para fun­gir como jurado en el exigente concurso de Marktoberdorf, localidad alemana donde radica la Academia de Mú­sica de Baviera.

En medio de los andamios que sostienen el mantenimiento constructivo del Museo de la Revolución, el ruido cercano del tránsito de autobuses y ante un público colmado de visitantes extranjeros, la agrupación qui­so de algún modo reciprocar a una institución que siempre le ha abierto sus puertas y honró su presencia. El majestuoso Salón de los Espejos, a punto de recobrar su esplendor, aco­gió un concierto que dio la pauta de un itinerario vocal riguroso y abarcador, desde las convenciones polifónicas hasta la espectacular manera de encarar el repertorio basado en aires populares cubanos.

Resulta admirable la plasmación de los más diversos desafíos estilísticos; de una parte, la veta romántica del alemán Mendelssohn; de la otra, la peculiar emisión del folclor búlgaro, y más acá, la fragancia que emana del arreglo de Caballo viejo, del venezolano Simón Díaz.

Ya se saben cartas de triunfo el pregonar de El manisero o la manera de rumbear, pero no es gracia es­pontánea, sino cultivada labor colectiva y un principio rector. Porque detrás de los gestos elocuentes de Digna, de su pródigo modo de dibujar melodías con las manos, y las señales para dar entrada a las voces o matizar las dinámicas, hay un arduo trabajo previo, profesional y artístico, que se revela en cada entrega.

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