
Cuando se anuncia una Exposición Homenaje a Bonachea de Diego Gejo, puede comenzar a alucinar. Los más próximos a las artes plásticas cubanas consideran a Vicente Rodríguez Bonachea, fallecido prematuramente en 2012 a los 55 años, como uno de los pintores contemporáneos más notables, mientras Diego es tan sólo un niño de nueve años.
La muestra que estará abierta hasta el 16 de octubre en la primera planta de la Casa Oswaldo Guayasamín, situada en el Centro Histórico de La Habana, consta de 21 dibujos que cautivan por su imaginación y buen trazo desde que comienza a recorrerse.
La exposición, aunque llega como sorpresa, no es inesperada si se tiene en cuenta la historia que une a Bonachea con Diego, desde el año 2010 en que ambos se ponían a dibujar y los que los rodeaban coinciden en que en aquel juego lograban una intensa comunicación.


En ese sentido reproducimos unas palabras del catálogo suscritas por el crítico Alex Fleites: “Cuando Bonachea y Diego Gejo se ponían a dibujar no había maestro ni alumno. A pesar de la diferencia de edades, a pesar de lo vivido por cada cual, no se establecía una subordinación (lógica, por demás), sino una intensa comunión. Dos oficiantes en el mágico acto de crear. Dos colegas que compartían técnicas y sueños. Y si Diego alguna vez trató de acercarse a la muy personal figuración del Bona, no fueron pocas las ocasiones en que el artista se propuso, con fortuna, penetrar en el mundo alucinado del niño. Creo que, mediante una simbiosis, ambos salían enriquecidos del momento de feliz conjunción: el artista como niño, el niño como artista. ¿O es que artista y niño no son dos palabras que, en el fondo, expresan lo mismo? ” Provoca admiración la mano tendida del maestro Bonachea, pero no es algo insólito en su prolífera trayectoria donde destaca su labor como ilustrador de libros para niños y jóvenes.
Bonachea, graduado de la Academia de San Alejandro, sedujo con su original lenguaje pictórico, desde sus más de cien exposiciones personales y colectivas llevadas a España, Estados Unidos, Francia, México, Costa Rica y Suiza.
Precisamente en muestras como Abrir y cerrar los ojos; Muros; Mirarse por dentro; Instrucciones para soñar, o El jardín de las delicias, se aprecian su prodigiosa imaginación, su fauna original y alucinante, su depurado oficio pictórico y el equilibrio de su paleta.
Los más cercanos al artista confirman que justo antes de su muerte tenía entre sus proyectos más avanzados incluir en una exposición de sus dibujos varias piezas hechas a dos manos con Diego, entonces de seis años de edad.
Ahora Diego, tres años más tarde, dedica esos 21 dibujos a Bonachea, y en ellos se advierte ya un imaginativo mundo interior, acompañado por una incipiente formación que seguramente continuará hasta la propia Academia.



COMENTAR
María dijo:
1
14 de octubre de 2015
16:24:25
Esperanza dijo:
2
16 de octubre de 2015
10:06:34
Fernando Acosta Riveros dijo:
3
8 de noviembre de 2015
13:09:22
Responder comentario