Hay muchas historias por contar que se han extraviado en los agujeros de la historia y Jorge Drexler sabe que existen, que necesitan ser escritas, que no pueden (o no deben) quedar olvidadas ante el paso del tiempo. El nacimiento de esas certezas viene de una profunda observación del mundo y de sus márgenes que lo lleva a escribir canciones que se resisten a la muerte de toda esperanza y cargan con la seguridad de que, aunque algunos no lo crean, una canción marcada por la búsqueda espiritual puede recuperar los sueños perdidos y cambiar, finalmente, el curso de la vida y de sus acontecimientos.
Nacido 1964 en Uruguay y radicado en Madrid desde hace algunos años, Drexler no andaba muy seguro de que sus canciones, alejadas de los lugares comunes y en las que la belleza cobra protagonismo por encima de todo, hubieran calado en el público cubano. Lo confesó con esa personalidad humilde y cercana durante su semana en Cuba que fue coronada por un extraordinario concierto en el teatro Nacional. No hubo mejor confirmación de su pegada en la isla. El uruguayo alcanzó el lleno y, aunque desde hace años se ha acostumbrado a llenar estadios, se sorprendió de que cientos de personas conocieran al detalle sus canciones. De hecho el primer Drexler que apareció era un músico dispuesto a complacer al público y a entregar varias de las canciones que lo han consagrado.
Drexler no se limita a cantar sobre el escenario. También le gusta hablar. Y mucho. El músico conversa sobre su estadía en Cuba, sus músicos y sus expectativas cumplidas. Y tras un primer momento a solas con su guitarra llamó a la banda que lo acompaña durante sus giras por medio mundo, compuesta por músicos españoles, italianos y argentinos. En sus giras actuales su repertorio está conformado por los temas de su nuevo disco Bailar en la cueva, que marca un punto de giro en su repertorio al incorporar un sonido más bailable. En Cuba, en cambio, colocó temas de otros discos como Eco, Sea Amar la trama y 12 segundos de oscuridad, álbumes que lo revelaron como un cantautor que habla con su época, y confirma que hay mucha gente deseosa de escuchar canciones perfectamente elaboradas y bien escritas como son los temas del uruguayo.
Jorge sabe que los tiempos no son los mismos en que la canción de autor tocó sus mayores glorias. Pero para él la sensibilidad y la poesía también pueden ser las banderas de otras revoluciones espirituales como las que empujaron los años 60. No lo explicó con todas las letras en la cordial charla que mantuvo con el público, sino que la muestra a plenitud en sus canciones, que tocan las fibras de aquellos que han aprendido la dura tarea de vivir sin olvidar a los que tienen al lado, y mueren cuando pasan demasiado tiempo alejados de alguna de esos temas de varios cantautores, que, aunque transcurra el tiempo y se derriben viejos mitos, nos recuerdan las verdaderas sustancias de las que estamos hechos.
Mi guitarra y vos es un título mayor en su repertorio. Cuando sonó sobre el escenario muchos lo cantaron a voz en cuello; otros eligieron callar y vivir el ritual en silencio recordando sus propias tramas y desenlaces y curando, si se puede, algunas de esas heridas que se abren a lo largo del camino. Antes habían sonado otros como Soledad, Milonga del moro judío, Al otro lado del río, Fusión, Deseo, Causa y efecto, que también embelesaron a la audiencia.
En varias ocasiones Drexler se declaró admirador del repentismo y de la música cubana, incluso reveló que había pasado una de sus tardes en La Habana junto a un puñado de repentistas. Y uno de los máximos exponentes de esta disciplina en Cuba lo escuchaba desde uno de los rincones del teatro. “Me gustaría invitar a mi maestro Alexis Díaz Pimienta” soltó el uruguayo y el escritor y repentista subió al escenario para protagonizar uno de los momentos cumbres de la noche al improvisar varios sonetos junto a su anfitrión y a partir de las palabras que le lanzó el público. Casi nada.
Jorge podía pasarse toda una noche sobre el escenario. Se le vio dispuesto a complacer a todos los que gritaban desde allá abajo y reclamaban con ahínco algunas de las canciones del uruguayo. Disneylandia, Salvapantallas, se escuchaban con fervor desde los asientos y el cantautor tomaba nota.Pero también se regaló la oportunidad de cantar el clásico Contigo en la distancia, de César Portillo de la Luz.
Drexler se despidió con Bolivia en lo que parecía ser el final del concierto pero se vio obligado a regresar ante la ola de reclamos de los espectadores.Entregó como cierre Bailar en la cueva y La Luna de Rasqui y Bolivia. En uno de sus temas Jorge Drexler canta que hay infinitas palabras y de a poco las va nombrando: Zen, gol, bang, rap, Dios, fin. Pero después de este concierto no hay mucho margen para el error: Jorge fijó nuevos horizontes en su relación con la música cubana y seguramente, para traducir la emoción que como dijo le provocó su primer viaje a Cuba, coloque nuevas palabras en su lista interminable.












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Mabel dijo:
1
5 de octubre de 2015
08:25:30
Ivonne Cubides dijo:
2
5 de octubre de 2015
10:38:50
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