
Un prolongado desempeño como diplomático en el lejano Oriente y después en Europa es, sin dudas, la razón por la que algunos creen que Rolando López del Amo es, después de un notable embajador, un poeta. De la excelencia de su factura lírica dieron fe por estos días un grupo de colegas suyos que asistieron al espacio El autor y su obra, del Instituto Cubano del Libro, para rendirle justo tributo.
Los poetas y ensayistas Mirta Yáñez y Virgilio López Lemus y el doctor Ángel Pérez Herrero, (también para leer las palabras elaboradas por el ensayista Enrique Saínz), disertaron ante un público congregado en la biblioteca Rubén Martínez Villena, del Centro Histórico de La Habana, en torno a la obra de este autor, cuyos primeros saldos a la cultura cubana fueron entregados con sus clases en las aulas de la escuela de Letras y Arte, que se convertiría más tarde en Facultad de Artes y Letras, de la Universidad de La Habana.
Un libro al que se le reconocen influencias de Eliseo Diego, titulado Antiguas comuniones fue el primer punto con el que enrumbó López Lemus su apretado recorrido por la obra de López del Amo, y al que le reconoció un tono entre íntimo y socializable, en que el amor se hacía parte de la vida en colectivo.
En esos trances López Lemus habló de una poesía “trémula, suave, lejana”, presente en la totalidad de su obra y explicó la evolución del lenguaje poético del autor, que se fue tornando cada vez más coloquialista y que abandonaba por momentos la delicadeza, porque su verso circundaba ahora en una vida “difícil y constructiva”. Su temblor, sin embargo permanecía porque “el poeta se había inclinado ante la dama Poesía con reverencia y sumo cuidado, como si se tratase ella de una deidad”.
López del Amo no es un poeta del escándalo, de las consignas gritadas ni de barricada, apuntó López Lemus, sin embargo su apertura hacia los contenidos políticos y sociales de su propia faena se aprecia en una obra donde se hallará al poeta en franca postura partidista y militante, lo cual considera una ganancia social indiscutible, sin que ello consiga mellar su condición de lírico.
La obra del poeta registra, entre otras, experiencias coyunturales como el socialismo asiático y las vivencias del periodo especial cubano, donde “se vuelca a lo social desde un perfil intimista”, acotó López Lemus para anunciar después la próxima salida de tres poemarios con la certeza de que no será más de lo mismo.
Para la Yáñez, Rolando, compañero de la vieja guardia en la Escuela de Letras, podría quedar etiquetado por su “bonhomía, honestidad, espíritu conciliador y sobre todo mucha decencia”. Recordó la escritora el afán que ella emprendiera para publicar tantos poemas de López del Amo, engavetados por años, a causa del trabajo en otros frentes, pero también por “cierta memez en nuestro mundillo que se apega demasiado a pompas de premios, volutas de pasillo y refistolerías de la pertinacia”.
Para Saínz, son jóvenes aún las impresiones que dejó la lectura de Antiguas comuniones, de López del Amo hace más de cuatro décadas, e insistió en que el hallazgo comprendía “un canto serenamente jubiloso a nuestra individualidad y a nuestros más queridos problemas, los de la persona interior, no solo hecho de historia y de conflictos sociales”.
Destacó que no han sido muy repetidas estas emociones por tratarse esta de una poesía de muy alto rango, y que revelar esta dicha es algo que no tiene precio. La experiencia le valió para remarcar la importancia que tiene establecer un diálogo con el poeta y ofrecer como una garantía la calidad de las páginas que vendrían después, invictas en el tiempo, sin el menor estrago.
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