
Siempre es alentador acercarse a la escena cuando el Ballet de Camagüey (BC) aparece en la cartelera. En su sede habanera habitual del teatro Mella, este fin de semana, desató emociones de la mano de un grupo de obras inmersas en el vasto repertorio, que en el tiempo ha regalado un amplio perfil a una compañía tenaz que batalla con todas sus fuerzas por mantenerse viva, pese a las disímiles dificultades, obstáculos y realidades presentadas en el largo y azaroso camino de casi 48 años de vida.
De un año a otro observamos muchos nuevos rostros, muy jóvenes, en su mayoría recién graduados de la escuela conformando los elencos, y es que la retención de sus bailarines es ya antigua lucha, algo que no solamente sucede en esta agrupación artística, ni es particular en este ámbito de la vida cubana. Pero a pesar de este destino, que luego de archivar en su nómina talentos y desarrollarlos hasta un alto nivel artístico, parten a otras agrupaciones o espacios donde alcanzan más estímulos, el BC liderado por Regina Balaguer sigue vivo, sobreponiéndose a estas situaciones, con el mismo ánimo de lograr atrapar al espectador. Como sucedió en estas jornadas de septiembre en La Habana, donde conquistaron al público con su habitual “ropaje” de pasión, fuerza y entrega, más allá de cualquier imperfección, lógica, en quienes recién comienzan en estos difíciles avatares del movimiento.
Con seis piezas, Nisi Dominus, de Jorge Lefevre; Peregrinos, de Gonzalo Galguera; Avalancha, de Osvaldo Beiro; Desde el centro, de Jorge Abril; Vivaldiana, del maestro José A. Chávez, y Saint Saens en movimiento, de José E. Santos, intercaladas en las tres funciones y mostrando un amplio espectro estilístico, regresaron aquí, en el final del verano, con un inteligente y variado programa.
Desde el centro, una alucinante y atractiva coreografía de Jorge Abril, que desde hace muchos años motiva nuestra imaginación con sus trabajos —baste señalar solamente CC Canillitas, La goma, Piedras…—, cerró el programa con mucha energía. Esa que transmitió una compañía joven y abnegada que descifró en danza el decir de su autor, quien la creó especialmente para las huestes de Regina Balaguer, el pasado año. Original pieza donde combina, de forma singular, movimiento, música (de variados autores), color, ritmo, baile, cuerpos, tensión, tiempos rotos, sonidos, símbolos, gestos, objetos y magia. Sí, porque despierta en el auditorio un ilusionismo que convoca los sentidos y nos hace pensar. Desde los diseños —ataviados cual albañiles en plena labor, repletos de “cal”—, se mueven estos bailarines que no son magos pero crean espacios alucinógenos con las luces y las sombras, y al final, con su casi perfecta entrega nos dibujan en el espacio cálidas semblanzas de la esencia del arte. No se trata de danzar historias con pasividad, ni de indagar miméticamente en el surtido de técnicas y concepciones sobre el entrenamiento del bailarín. Es más. Una suerte de teatro visual que usa los cuerpos para expresar emociones…
Por estos caminos donde la originalidad desemboca en la fuerza apareció una coreografía de Osvaldo Beiro firmada hacia 1997, que motiva: Avalancha, donde sobresalió la juvenil primera solista Rosa María Armengol y el cuerpo de baile masculino. Reúne danza contemporánea y ballet; violencia, lirismo que destaca hasta en el propio diseño con una garra interior para alcanzar al espectador. Se suma la música de Musorgski que da pie para decir en el movimiento, encontrando en la escena a unos muy noveles artistas que lo llenan con su pasión.
Otro punto a favor sumó en la jornada Peregrinos, Premio del Concurso Iberoamericano de Coreografía (CIC) Alicia Alonso, 1998, del bailarín y coreógrafo cubano Gonzalo Galguera. Obra provista de una intensidad escénica y una carga de profesionalismo, en la que distinguieron los excelentes primeros bailarines del BC: Laura Rodríguez/Yanny García con sus dotes técnico-interpretativas para “aderezarlo”, además, de una fuerte dosis de lirismo.
Nisi Dominus, es una pequeña joya estilística del desaparecido coreógrafo y bailarín cubano, Jorge Lefevre, director del Ballet de Wallonie, y que junto a otras piezas de su autoría destacan en el repertorio de la agrupación. En ella, la frescura musical de Vivaldi se transforma en armónicos y agradables movimientos danzarios que llevaron a un buen clímax el dúo de Rosa María Armengol/Alejandro Hidalgo, aunque mucho más segura ella.
El cuerpo de baile, especialmente el masculino, tuvo ciertas imprecisiones a la hora de enfrentar la obra (neoclásica), pero es lógico, dada su excesiva juventud y el no haber bailado mucho aún. Ojalá, el tiempo y las cosas de la vida, los dejen echar raíces en el BC, para poderlos ver crecidos en la próxima temporada habanera. Madera, profesores, coreógrafos, historia, y una larga tradición que los avale tienen para lograrlo bailando en ella.
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