La prórroga de la exposición Habana Cool, de Luis E. Camejo, en la galería Robert Berman, en Santa Mónica, California, denota el interés con que un sector del público norteamericano aficionado a las artes plásticas concede a la propuesta estética del creador cubano.
Inaugurada en julio y programada hasta agosto, la decisión del galerista de extender una semana más la exhibición es congruente con el renovado deseo de aprehender la atmósfera de una ciudad que en estos momentos ha estado en el foco mediático de la nación norteña.
Sin embargo la impronta de Camejo en ese espacio trasciende la curiosidad. Su manera de interpretar el paisaje urbano es valorado tanto por su vigor pictórico como por la ambivalencia que deja en la retina del espectador.
A ello se ha referido el curador norteamericano Adolfo V. Nodal cuando expresa: “Camejo ha capturado consistentemente la vida de La Habana en todo su esplendor arenoso, húmedo y brillante. La ciudad tiene sus propias vistas impresionantes y la cultura bohemia. Camejo pinta la ciudad exactamente como cualquiera puede verla pero también la muestra como la ve en sus sueños”.
La palabra cool en el título de la muestra es engañosa, puesto que sus imágenes para nada sugieren ligereza, frescura o estar en onda. Se trata de una estrategia aparencial en el reflejo de una poética pletórica de sugerencias líricas, meditativas, si se quiere nostálgica, enunciativa de un estado de ánimo. Técnicamente esto se logra mediante el control de la gama cromática que como un velo ejerce una mediación entre la obra y el receptor.
Largo ha sido el trato de Camejo con los paisajes urbanos. El artista, nacido en Pinar del Río en 1971, egresado de la escuela de arte de su ciudad natal y luego del ISA, llegó a estas representaciones por la vía de la fotografía. Pero en su fuero interno no se adscribe al fotorrealismo. Al respecto ha dicho: “Pienso que mi obra es más cercana a la psicología que a lo anecdótico”.
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