La esencia del más universal de los sentimientos es la misma en todas las épocas. Pueden variar los modos de expresarlo o de defenderlo, pero sus posesiones, traducidas en añoranzas, deseos, entregas y cercanías conservan sus naturales impulsos, tanto en los albores de la historia de la humanidad que en el más flamante presente.
Bien avalan esas certezas los poemas que integran la antología Poesía de amor china —que acaba de ver la luz con el sello Colección Sur, dirigida por el poeta Alex Pausides—, una obra que reúne en unas 150 páginas lo más representativo dentro de la materia en la región, partiendo del Libro de los cantos (siglos XI-VI, a.n.e.) hasta la actualidad.
Tanto en el Libro de los cantos —compuesto por canciones folclóricas y baladas, cantos festivos para banquetes de la corte e himnos para acompañar músicas y danzas— como en los más recientes textos, la nota amorosa se eleva al punto más hondo de su expresión, a juzgar por el desgarramiento o por la efervescencia provocadas por las vivencias descritas.
El temor, la primera vez, la ilusión del encuentro, el reclamo amoroso, el desafío al otro ante el peligro de sentirse reemplazado, los amores furtivos, el desamor, el erotismo, el deseo, lo imposible, los desencuentros, la soledad… todos ellos rostros diversos del más grande de los sentimientos se palpan en estas páginas escritas tanto por algún que otro poeta reconocido como por la gente común, cuya espontaneidad ha quedado recogida y forma parte de la poesía china de todos los tiempos.
Siendo China un país que ha carecido de poetas “profesionales” y de poesía épica, con alabanzas heroicas o dirigidas a la destreza de los héroes en el manejo de las armas, o a destacar la presencia de la guerra, como lo han hecho otras civilizaciones, devino, sin embargo terreno fértil donde se ha escrito una lírica que ocupa un puesto decoroso en la literatura universal.
Una poesía que consiguió destacar como ninguna otra cultura la actividad laboral y la vida cotidiana de su gente, por considerarlo una prioridad, deja ver con nitidez los “vaivenes” de la naturaleza; las faenas del hogar, las costumbres colectivas —y las más íntimas—, incluso cuando se trata de un poema de amor.
De muchas sorprendentes curiosidades —como la lejanía de sus hogares a que eran obligados los letrados de entonces debido a que no podían ejercer sus estudios en sus respectivos terruños; o que pasar mucho tiempo entre mujeres era una actividad deshonrosa, entre otras— dará fe la lectura de estas páginas a las que introduce un prólogo con puntual información sobre la poesía china, a la vez que se hacen acompañar de unas notas que precisan conceptos y datos de los autores.
Contextos y maneras se reajustan siempre que se alude a las prácticas amorosas, que tienen lugar en la sociedad, cuyos resortes no podemos eludir. Pero el amor, plantado en sus misterios, es siempre el mismo, con esa necesidad impostergable de fundir con el otro el cuerpo y el alma, que tan perfectamente describió este poeta anónimo, de la dinastía Ming (1368-1644) con que cierran estas líneas.
Busquemos arcilla y hagamos dos figuras: / una de ti, / otra de mí. / Deben parecerse mucho / y serán moldeadas yaciendo en un lecho. / Luego las romperemos / y haremos de nuevo / una figura como tú / y otra como yo. / Entonces parte de ti estará en mí / parte de mí / en ti.












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susana dijo:
1
3 de agosto de 2015
11:30:08
karel Leyva dijo:
2
11 de diciembre de 2015
18:44:40
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