
Que Cuba es un país que ríe, que los cubanos —entre otras muchas virtudes— exhiben un abierto y sano sentido del humor, son cuestiones que no se discuten, y ello ha generado una literatura que en sus mejores exponentes ha captado tal espíritu; cuando ese ejercicio de la risa se pone en disposición de reflejar costumbres, anécdotas, personajes pintorescos, surgen libros como La isla del buen humor (Editorial José Martí, 2014), que concibiera el periodista y profesor Orlando Carrió, sin dudas uno de los éxitos de la Feria del Libro, primero en la capital y ahora en su trayectoria nacional.
Mediante una prosa ágil, que convida a la lectura y “agarra” hasta el final del volumen, el autor emprende un minucioso y documentado recorrido por pasajes de nuestras cultura, folclor, geografía e instituciones para acercarnos historias chispeantes y llenas de colorido, que escapan sin embargo al efectismo y la estampa sensacionalista, para hurgar en la identidad, y devolvernos un retrato dinámico y sensual.
Curiosidades sobre el famoso “cañonazo” de las nueve, personajes y anécdotas en torno a bailes populares, un “chapuzón” en Varadero para revelarnos aspectos y anécdotas que seguramente ignoramos, la misteriosa y detectivesca historia del brillante del Capitolio, la representatividad urbanística de la “Acera del Louvre” o lo mítico y lo real acerca del famoso “ciclón del 26” son los temas escogidos por Carrió para invitarnos a este viaje por la “isla en peso” en su costado más simpático e ingenioso.
Un mérito del libro es sin dudas el hecho de trascender la ligereza y fugacidad de la crónica periodística para devenir auténtica literatura; versado en la buena redacción como persona dedicada a la docencia, específicamente la gramática española, estamos ante una prosa limpia y bien proyectada, mas eso poco sería sin el vuelo que le confiere Orlando a la mayoría de sus páginas, que devienen ejercicio de síntesis y precisión no ausente de visos poéticos que la elevan por sobre los exiguos contornos de la viñeta.
Por otra parte, la abundante documentación no convierte el texto en un farragoso registro de datos e informaciones; todo ello está procesado en función de divertir al lector mientras lo instruye, mientras le revela aristas y costados acerca de temas y tópicos aparentemente muy conocidos en algunos casos, pero en realidad poco aprehendidos y manejados por la inmensa mayoría.
Como afirma Miguel Barnet en sus Palabras al lector, “estas crónicas, transidas de gracia y cubanía, van más allá de las estampas que históricamente han aparecido en nuestras publicaciones periódicas. Su autor, sin ser testigo de muchas de nuestras tradiciones, captó el espíritu y la gracia de las mismas y las plasmó, apoyado en referencias bibliográficas y en textos que, en mi opinión, pueden ser calificados de antológicos dentro de lo mejor del costumbrismo latinoamericano”.
Y en efecto, es lectura que no solo se dirige a nuestros coterráneos, sino a tantos lectores en América Latina y otras partes del mundo que se interesan por nuestra historia y nuestras costumbres.
Indudable heredero de Betancourt Cisneros, Orlando Castellanos y Enrique Núñez Rodríguez, Orlando Carrió (quien tiene a su haber otro libro por la misma línea: Hijos de la luna, también de la Editorial José Martí en el 2013) queda comprometido mediante esta deliciosa y rigurosa incursión por La isla del buen humor, a continuar regalándonos textos donde el costumbrismo y la risa rijan siempre sus bienvenidas páginas.
COMENTAR
Raul dijo:
1
25 de febrero de 2015
16:12:23
Alfredo montero chaves dijo:
2
1 de junio de 2018
22:48:31
Responder comentario