Es habitual, desde hace muchos años, que cada Primero de Enero el Ballet Nacional de Cuba salude y celebre, desde la escena, un nuevo aniversario del triunfo de la Revolución, a lo que sumó este año, además, el regreso a Cuba de los Cinco Héroes. En esta ocasión la compañía cubana escogió La magia de la danza, que envolvió de un hálito singular la sala Avellaneda del teatro Nacional.
Un espectáculo de poco más de dos horas, en el que el espectador tiene la oportunidad de “acariciar” fragmentos cumbres de obras como Giselle, La bella durmiente, Cascanueces, Coppelia, Don Quijote, El lago de los cisnes y Sinfonía de Gottschalk. Ellas “arman” un espectáculo donde se puede alcanzar el rico caudal sumado en siglos de desarrollo del ballet clásico. Esta primera función del año estuvo presidida por Julián González, ministro de Cultura y Alicia Alonso, directora del BNC quien al finalizar la función saludó feliz, desde el escenario junto a su compañía, a los asistentes que la coronaron con largas ovaciones. Poco antes de la función quedó inaugurada en el vestíbulo de la institución la exposición Danza interior, con pinturas del reconocido artista Osvaldo García que enfocan a Alicia y el arte danzario.
Fue, podríamos decir, una magia multiplicada la lograda. En primer lugar de la danza —pone en evidencia el propio título—; el de la juventud que aborda con ímpetu/bríos, obras ya clásicas y muy bailadas en el tiempo, y, esa del BNC de seguir entregando figuras, a través de los años y las generaciones, demostrando un desarrollo inagotable y esa capacidad de renovación y creatividad que parece no tener límite.
Las cortinas se descorrieron con escenas del segundo acto de Giselle, y vistiendo los protagónicos dos figuras cimeras: Anette Delgado y Dani Hernández (Albrecht). Estilo, experiencia, técnica..., aunadas, se conjugaron en la hermosa pareja. Dayesi Torriente/Arián Molina, como la princesa Aurora y el príncipe Desiré, respectivamente, en las escenas del tercer acto de La bella durmiente..., conformaron una cohesionada pareja. Ella, con su hermosa presencia y armonía en el baile aportó mucho al éxito. Él, excelente partenaire, no brilló demasiado en sus solos, donde se observó por debajo de sus capacidades habituales, que luego en Sinfonía de Gottschalk recuperó con creces, en su corta, pero excelente actuación. Los fragmentos del segundo acto de Cascanueces acercaron figuras reconocidas que dejaron una grata estela a su paso por la escena.
Los momentos de Coppelia —primero y tercer actos— dejaron ver a dos vitales /diestros bailarines: Grettel Morejón (Swanilda) y el fuera de serie Serafín Castro (Franz). Con un baile armónico, y mucha fuerza interna mostraron sus dotes para entregar una labor perfecta, y estéticamente correcta. Mientras que las escenas de Don Quijote fueron un terreno fértil a los aplausos (los más sonoros de la función) por la magistral actuación de Viengsay Valdés en un papel que lleva su impronta en el BNC de los últimos tiempos: Kitri. En él dejó nuevamente en claro su calibre, entereza y bríos con unos balances para el recuerdo, giros descomunales y esa alegría que contagió a sus compañeros y al auditorio. El juvenil Víctor Estévez (Basilio) estuvo a su altura y fue inmejorable acompañante. Otra vez Jessie Domínguez hizo gala de su carisma y versatilidad en la Mercedes, bien por Luis Báez en Espada.
Equilibrada al máximo, dueña de los movimientos apareció Amaya Rodríguez en Odette (El lago de los cisnes), regalando un momento de pura danza. Se unió durante esos minutos con Alfredo Ibáñez quien se entregó para apoyar a la compañera. En estos instantes de La magia... se puso en evidencia el caudal y las energías que brotan de los intérpretes, de lo aprendido en estos años con la Maestra y los demás profesores, ensayadores..., que fueron también sobre las tablas. Ellos marcan el camino, los guían para poder llegar al firmamento del BNC.
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ernesto dijo:
1
3 de enero de 2015
13:11:38
ernesto dijo:
2
3 de enero de 2015
13:12:31
simone santos lima dijo:
3
4 de enero de 2015
17:27:23
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