ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Cerámicas de Jalil. Foto: Cortesía del artista

El dios griego del erotismo es el protagonista de las historias que el conocido creador Aisar Jalil trae ahora respirando desde la cerámica. Bajo el título de Eros expone, desde hace algunos días, en el Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea (Mercaderes y Amargura, La Ha­ba­na Vieja), una atractiva muestra que atrae to­das las miradas.

En un viejo libro que circuló en Cuba como texto: Introducción a la Historia del Arte, su au­tor, Arnold Hauser, formuló: “el arte es una provocación”. Evidentemente, siempre la obra de arte provoca de alguna forma. Ya sea a la percepción habituada a otros modos de hacer, o al hombre en el sentido de echarle abajo sus prejuicios, costumbres y ambiciones.

El arte como provocación es la manera que tiene el hombre de salir de sí y superar lo intrascendente y cotidiano, y entrar en esa trascendencia, que a veces es, no de lo que posee, sino de lo que desea. Pues, el arte está nutrido de deseos, y estos también infundan los proyectos estéticos de los individuos. Entonces se puede pensar en otra dirección con respecto al arte: aquella que saca a la luz —como decía Freud— la libido, y extrae de las esencias del hombre todo lo que ha sido reprimido por el modo de vivir o la moral, esa que en muchas ocasiones se establece como un esquema que se impone no solo a la vida sino al arte.

Desde los tiempos más remotos hasta nuestros días el elemento sexual ha estado presente en todas las culturas, no solamente en la que se escribe o en la de tradición verbal, sino en la plástica. Las grandes civilizaciones en la India o en América, por poner dos ejemplos distantes de las primeras grandes culturas que se instalaron en esos lugares, tuvieron como imagen fuerte, efectiva y de profunda identificación con el espíritu a la imagen sexual, el erotismo, e incluso a la lascivia convertida en una forma de relación, a veces ideal.

El creador Aisar Jalil. Foto: Cortesía del artista

Hace algunos años, con mucho éxito de crí­tica y público, Aisar Abdalá Jalil Martínez (Ca­magüey, 1953), graduado de la ENA, y titulado en máster en escultura monumental en la Aca­demia de Bellas Artes de Repin (San Pe­ters­bur­go) expuso en la galería La Acacia la exposición Camafruta. En su afán de dialogar desde una percepción, en cierto modo popular, criolla, que de alguna manera retomaba elementos, en su personalidad, del teatro vernáculo y del chiste callejero cubano, volcó su mirada y talento ha­cia obras e imágenes paradigmas de la cultu­ra universal.

En aquel caso hacia una de esas que ha sido mal utilizada a veces y llevada a planos de vulgaridad por mentes banales, pero que para las mentes altas es una forma de manifestarse el espíritu a través de la sexualidad: el Ka­masu­tra.

El artista se paseó por él con una visión no solo de apropiación, sino de diálogo que le permitió atraer al Caribe la cultura de la India, y de esta forma penetrar en las imágenes del trópico, del cubaneo cotidiano que él maneja a la perfección, y poner de manifiesto su manera de chanza y de burla.

Ahora es el turno de Europa, y, particularmente de la Grecia antigua.

Y utilizó la cerámica, que aunque la ha tocado en algunos momentos de su carrera, es la primera vez que le da un carácter de conjunto en una exposición, algo parecido a lo que sucede cuando hace grabados. Sin ser un medio habitual como lo son la pintura y el dibujo, constituyen para Aisar “experiencias maravillosas  a las que acudo de manera temporal. Aunque la esencia siempre es la misma, que es plasmar  mis fantasías, mi mundo visual sobre otros soportes.

Porque ambos, grabado y cerámica  son capaces de asombrar con el resultado final. En este caso específico de la muestra Eros, el proceso del hor­no, los pigmentos y el esmalte siempre te sorprenden y esa capacidad de azar que tiene la cerámica me fascina”, explicó el creador.

Vasijas de cerámica en forma de platos y ánforas sirvieron de soporte a estas creaciones que se mueven en un trasfondo que respira de la antigüedad, para estar más a tono con lo que narra ar­tísticamente. Hay una excelente mancomunión entre concepto/idea/obra.

Aisar Jalil, quien desde hace algunos años viene realizando una obra muy singular —una sátira contemporánea provista de mucho humor y una fina ironía—, ha avanzado por los terrenos del erotismo y la sexualidad, como un campo que en él resulta bastante ingenuo, porque es una representación que se apoya en imágenes históricas, de la cultura establecida, que le permiten mantener una comunicación directa y evidente con el espectador. Hombres y animales se mueven por sus obras con una sobriedad colorística entretejida en el excelente trazo, y más de uno descubrirá en ellas a una de las figuras más fértiles, inquietantes y personales que la herencia poética del expresionismo ha generado en nuestro panorama reciente.

Sobre el barro y los papeles el artista “arma” una sátira contemporánea con un lenguaje don­de extrapola diversas situaciones. A veces el fon­do toma importancia con la figura humana y otras, es un soporte a lo que está sucediendo. Hay mucho trabajo manual en sus creaciones, algo estrechamente ligado con su formación académica en San Petersburgo.

Como punto final, el creador quiso subrayar que “en un futuro no muy lejano pienso expresar todo este mundo en esculturas sobre formas tridimensionales de ba­rro de mi propia creación, porque mi formación académica es de escultor”.

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