
Roberto Fabelo impacta la vista, genera opiniones favorables y suena en los oídos del público y la crítica que siguen en la costa occidental de los Estados Unidos el acontecer de las artes plásticas. Esta última semana de septiembre culminan dos meses de exhibición de una muestra personal del creador cubano en el Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach (MOLAA), California. La exposición, organizada por el diligente curador Juanito Delgado, representa “una entrada privilegiada a un complejo conjunto de imágenes, un mundo hasta ahora desconocido que brota de la inspiración de uno de los artistas más cautivantes de nuestro tiempo”, según palabras de Stuart Ashman, director del MOLAA.
De acuerdo con testimonios que nos llegan de la recepción de la muestra, titulada Anatomía de Fabelo, la confrontación de la obra de Fabelo en un ámbito sumamente competitivo y cosmopolita como lo es el californiano, rebasa los marcos del simple deslumbramiento, en tanto derivó hacia la comprensión de una visión entrañablemente comprometida con una profunda exploración de las ensoñaciones y perturbaciones del alma humana.
La filiación expresionista de Fabelo se empata con la tradición occidental que ha ido trazando hitos desde los grabados de Alberto Durero, las abismales composiciones de El Greco y los caprichos de Goya. Pero también se relacionan con la sensibilidad barroca latinoamericana, que nos llega tanto en la arquitectura vernácula como en la eclosión poética de la literatura de Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez.
Las criaturas de nuestro artista pueden perfectamente ser cantadas en las coplas de los trovadores trashumantes de la Guajira caribeña, o poblar las visiones de los seguidores del rito acuífero de Antoñica en los valles intramontanos de Pinar del Río, u obedecer a las reglas de la licantropía tropical del vudú haitiano, o alimentar las fábulas de los narradores de la literatura de cordel nordestina.
Con esto quiero decir que lo cautivante se hace estremecedor ante la gestualidad profana de esos cuerpos voluminosos y excesivos, ante la actitud irreverente y blasfemante de tales criaturas.
En Anatomía de Fabelo, el retablo fabeliano se complejiza al dialogar con páginas impresas sobre las cuales desata su portentosa imaginación. Los que conocen al artista saben que es un dibujante compulsivo. Ahora, con plena conciencia del acto creador, ha intervenido las páginas del Tratado de Anatomía Humana, del médico francés Leo Testut, publicado por primera vez en 1887 y cuya octava edición cuenta, según informa en el catálogo el doctor Juan Carlos Collado, eminente cirujano cubano, con más de 4 400 ilustraciones.
Sobre esta experiencia, el propio artista ha contado: “Por azar encontré una hoja de dicho libro con una descripción grafica del órgano de la lengua y dibujé sobre la imagen creando una nueva. Era ya de por sí una bella imagen la descripción científica de dicho órgano y casi me parecía un sacrilegio garabatearle encima pero no pude sustraerme a mi vicio de dibujar sobre cualquier superficie, en cualquier lugar y condición. El doctor Collado, genial cirujano oncólogo y amigo entrañable, que vio el dibujo ya mencionado, me ofreció los dos tomos del libro que guardaba consigo y así tuve la oportunidad de disponer de las abundantes imágenes y esquemas contenidos en el mismo”.
El resultado es sencillamente asombroso. En mi caso, dos tintas me parecen dignas de admiración y estudio: Músculo redondo mayor sobredimensiona la descripción anatómica original al punto que a partir de una sección del glúteo surge esa fusión de mujer, pájaro y cuadrúpedo que nos remite por analogía a los seres macondianos tan caros al pintor. Otra tinta, La confusión se comete fácilmente logra la fusión más completa entre el original y su recreación: de los huesos de las extremidades inferiores a la metáfora visual, el tránsito es orgánico y sorprendente.
La exposición en el MOLAA presenta, además, algunos de los más recientes grandes lienzos de Fabelo, sobre la nocturnidad promiscua del Malecón habanero, y parte de una serie en la que también experimenta de modo audaz con el soporte, al dibujar sobre superficies bordadas de seda.
Todo esto lo ha conseguido Fabelo bajo la regla de oro de un dibujante ejemplar, y este es quizá otro de los motivos más atractivos de su obra. La defensa del dibujo es un paradigma. Comparto lo que al respecto ha apuntado Llilian Llanes en el catálogo de Anatomía de Fabelo: “El dibujo constituye una forma de creación cuya carga expresiva se inunda de una espiritualidad y una poesía muy personales”.
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Juan Miguel dijo:
1
26 de septiembre de 2014
00:33:38
Latiguillo dijo:
2
26 de septiembre de 2014
12:30:17
Juan Miguel dijo:
3
26 de septiembre de 2014
18:16:59
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