A buena hora la Orquesta del Gran Teatro de La Habana, como lo hacen organismos similares de las casas de ópera y danza en el mundo, decidió encarar un programa de concierto el último domingo en la sala Covarrubias del teatro Nacional.
No es una novedad pero debía ser una práctica sistemática para bien de la propia orquesta, que así ampliaría repertorio y crecería artísticamente. Su director titular Eduardo Díaz ha demostrado talento y empuje suficientes como para consolidar una agrupación requerida de completar algunas de sus líneas instrumentales —se echa de menos, por ejemplo, la orfandad de violas y cellos— y proyectarse, por sí misma, como un elemento dinamizador en la trama musical capitalina.
Deseable sería que en la programación futura del Gran Teatro de La Habana, actualmente en fase de rehabilitación integral, la orquesta tuviera un espacio regular.
En la Covarrubias, la atracción de la velada fue la presencia de la joven pianista gallega Andrea González, invitada por la institución y avalada por el doctor Paolo Jucker, presidente de la Asociación Wagneriana de Milán, quien, por cierto, impartirá este miércoles 10 de septiembre a las 3:00 p.m., en el Centro Hispanoamericano de Cultura, una conferencia sobre los vínculos del célebre compositor alemán con Italia.
Entre los créditos de la González, de 27 años de edad, figuran premios en certámenes efectuados en ciudades españolas y portuguesas, presentaciones en las salas Amici del Loggione (Teatro alla Scala de Milán) y Joaquín Rodrigo (Palau de Valencia), y la creación del Festival IKFEM, que alterna sus sedes entre Tui, localidad gallega donde ella nació, y Valencia.
En La Habana optó por el Concierto no. 1, de Chopin, el mismo con el que debutó hace cuatro años con una orquesta. Parece, sin embargo, que no lo mantiene activo en el repertorio, de lo contrario no hubiera tenido que leer la partitura durante la ejecución. Esto, y cierta rigidez en la dinámica y la entonación de las frases en el primer movimiento, no impidieron el goce de una de las páginas más agradecidas de la literatura romántica para el instrumento.
A la pianista antecedió como solista Jenny Peña, violinista que ha sido pilar en formaciones de música de cámara durante la última década y hasta con una muy feliz incursión en JoJazz. Asumió el retador Concierto en Re mayor, de Beethoven, pero solo el primer movimiento. Lástima porque el auditorio merecía asistir a la completa ejecución de una partitura que encontró en la violinista a una intérprete digna, segura e inspirada.
Si la sugerencia formulada al comienzo de estas líneas se hace realidad, en la sistematización de los conciertos de la Orquesta del GTH no debe faltar un lugar para el arte lírico musical. En la jornada que comentamos este fue ocupado por la soprano Johana Simón y el aria Una voce poco fa, de la ópera El barbero de Sevilla, de Rossini, oportunidad para el lucimiento de un bien intencionado belcantismo y de una entrega expresiva convincente.












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Gilda dijo:
1
13 de septiembre de 2014
12:25:16
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