
Orden, energía, simetría, ritmo, pasión por el acto de pintar, y una secuencia narrativa que empieza y acaba en sí misma, son adjetivos palpables en las creaciones del artista Ernesto García Sánchez, quien atraído también por un principio armónico, basa una parte de su producción artística actual en la armonía. Juego de colores, y formas geométricas se integran en danza sin igual. Las composiciones resultantes son abstracciones donde ritmo y color se confabulan en una cosmogonía singular.
¿Quién puede, entonces, permanecer indiferente ante las telas de este joven pintor cubano quien acaba de exponer en la galería capitalina Galiano bajo el sugerente título: ¿Anotaciones de un tartamudo?. En ellas, el creador (La Habana, 1989), graduado en la especialidad de Pintura en la Academia de San Alejandro y estudiante actualmente de la Facultad de Artes Visuales del ISA, incita, sin proponérselo, a incursionar en el carácter simbólico de sus aparentemente simples contenidos, a mover resortes de la subjetividad en quien las contempla.
La tensión de los contrarios, que no suprime sino que energetiza la composición de estos cuadros de Ernesto García, está dada por una sabia relación entre la grafía de sus trazos (con el valor que su manejo tiene para la pintura abstracta), contrapuestos al espacio negativo que le ofrecen los fondos planos (contrastados por la presencia de oquedades o zonas traslúcidas), realizadas con una capacidad que transforma el lienzo en una superficie calada semejante, en algunos casos, a una telaraña artística muy sugerente.
De nuevo, está presente la relación precisa entre forma y contenido. Estas piezas pertenecen a la serie Hay pinturas que nacen muertas. En este apartado se basa en el hecho de que hay cuadros con los que el creador no está satisfecho. La alternativa resultante es cortar esos espacios donde no queda nada por hacer pictóricamente. Es decir, una acción de sustracción de elementos que le aporta una textura diferente. Entonces, cautivado por sus personales conceptos, el artista aguijonea aquí y allá, sustrayendo fragmentos de pintura arbitrarios que resultan atractivos al ojo, irresistibles señuelos que luego encuentran cauce propicio en los espacios de la tela.
ARTESANÍA, ALQUIMIA, ABSTRACCIÓN
No hay dudas, un universo sui géneris constituye la obra de este creador; una labor que tiene de artesanía y algo de alquimia también. Con esta muestra, el artista enfocó un proceso que contiene diversos estadios. De ahí que incluya, además, trabajos de otra serie: Ensayos sobre geometría corrompida, en los que juega con el gesto espontáneo, de corte más racional. Son cuadros que pretenden ser geometrías perfectas, pero en las que el azar añade lo suyo.
¿Opt art? (optical art es una manifestación artística) Ernesto responde que no es su intención, quizá haya algo en el peso de la historia, pero no lo concibió así. Es que la idea de lo pigmentario, gestual y racional resalta más que la de la ilusión. El color para el joven creador es importante pero no el centro de su quehacer. De esa manera busca gamas neutrales, alejado de las estridencias, con algunas excepciones.
En las paredes de la galería sumó una suerte de Estudios con ideas de donde salen las obras, aportando así un sentido espacial a la muestra. ¿Anotaciones de un tartamudo? Se sonríe y señala que no ve la exposición como un cúmulo de sentencias, si no de notas que se muestran para subrayar el rejuego entre el lenguaje verbal y pictórico, en ese sentido de impasse o corte, expresado en la manera en que se exhiben las obras. En ellas, además, las líneas de fuga se desvanecen. La ausencia de referentes espaciales provoca cierta ansiedad, dominando en estos cuadros la sensación caleidoscópica que nos arrastra dentro del lienzo, haciéndonos cómplice del movimiento interno. Es una danza para el ojo.
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