ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Archivo

Cuando el escritor argentino Julio Cortázar, en enero de 1978 recorrió por enésima vez La Habana, esa ciudad que, según sus palabras, tenía “entre pecho y espalda”, para acompañar a un equipo francés que rodó un documental en Cuba con la colaboración del ICAIC, declaró a su coterránea Basilia Papastamatiú: “El cine me está interesando cada vez más, porque creo que es un medio de comunicación masiva capital en nuestro tiempo”.

Para entonces, el creador de la mítica Rayuela había sido objeto de atención por el cine no solo de su país. Interés que no ha cesado, razón que, a raíz de la celebración el 26 de agosto del centenario de su natalicio, anima a la Cinemateca de Cuba a programar un ciclo que agrupa no solo algunas de las versiones fílmicas de los relatos de Cortázar, sino también dos que inspiró aunque  no aparezca acreditado. Entre este viernes 22 y el domingo 31 de agosto, en las funciones habituales de 2:00 p.m. y 5:00 p.m., la sala Charlot presenta una decena de títulos.

Incluye tres aproximaciones por parte del cineasta argentino Manuel Antín a su prosa, que por vez primera se exhibirán en Cuba: La cifra impar (1960), versión del cuento Cartas a mamá, Circe (1963), adaptación del relato homónimo laureada con el Premio Nacional del Instituto de Cinematografía y que representó a su país en el Festival de Berlín, e Inti­midad de los parques (1964), coproducción con Perú que aúna situaciones y personajes de los cuentos El ídolo de las cicladas y Continuidad de los parques, pertenecientes al libro Final del juego. El primer título de la trilogía está protagonizado por Lautaro Morúa, el segundo por Graciela Borges, y el tercero por el notorio actor español Francisco Rabal.

Pero es innegable que la mayor contribución del autor al séptimo arte es que su cuento Las babas del diablo sugestionó de tal modo al gran cineasta italiano Michelangelo Antonioni, luego de concluir la llamada tetralogía de la incomunicación (La aventura, La noche, El eclipse, Desierto rojo), que localizó a Cortázar. “Antonioni me visitó y me dijo que quería realizar una película con la idea de uno de mis cuentos: un fotógrafo que hace su trabajo y toma una foto que cuando revela comienza a influir sobre diferentes destinos —explicó al periodista Ciro Bianchi en una entrevista—. No le interesaba nada más porque, según expresó, lo fantástico no le llamaba la atención. Le contesté que si quería utilizar la idea, que lo hiciera, y me olvidé del asunto, pese a que él me pidió que lo acompañara a Londres y escribiera los diálogos de su filme. Cuando lo acusaron de plagiario yo lo defendí; pero no creo que él se enterara del incidente”.

El resultado fue Blow Up (1966), primera incursión del realizador en el cine de habla inglesa, que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, el premio al mejor director otorgado por los críticos norteamericanos y una nominación al Oscar al mejor director.

La atmósfera de otro relato cortazariano, Autopista del sur incitó la desbordante imaginación del francés Jean-Luc Godard y originó Week End (1967), fábula apocalíptica en la cual sin aparecer el nombre de Cortázar en los créditos, se respira el aliento del original en función de las intenciones del inquietante director, que la definió en estos términos: Se trata de la forma de histeria colectiva que se apodera de los habitantes de París provistos de automóviles desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la mañana. Todo humanismo es sacrificado a la tiranía del “Dios ocio”. A través del símbolo de una pareja de jóvenes burgueses, he mostrado todas las perversiones y todos los disparates que resultan de este estado de cosas”.

El mismo cuento fue objeto de otra versión tampoco acreditada, Los embotellados (1979), coproducción entre Italia, Francia, Es­paña y la República Federal Ale­mana rodada por el experimentado director italiano Luigi Comencini. La trama se sitúa en una autopista que conduce de Roma a Nápoles donde cientos de vehículos quedan atrapados en un atasco provocador de la forzosa convivencia de sus ocupantes a lo largo de horas y horas.

En esta ocasión consiguió congregar a un enorme reparto de prestigiosísimas figuras: Fernando Rey, Annie Girardot, Marcello Mas­troianni, Ugo Tognazzi, Alberto Sor­di, Gérard Depardieu y una jovencísima Ángela Molina.

Manuscrito hallado en un bolsillo generó la cinta brasileña Juego subterráneo  (2005), de Roberto Gervitz, con el protagonismo del pianista de un club nocturno, obsesionado con el juego que inventó para hallar a la mujer de su vida. El argentino Diego Sabanés reunió en Mentiras piadosas (2008) un conjunto de personajes en una casa poco a poco desmantelada para afrontar los supuestos envíos desde París por el hijo preferido a su madre, aquejada de un frágil estado de salud agravado por una incertidumbre que sus hijos intentan atenuar con cartas falsas.

Este ciclo permite apreciar además dos largometrajes debidos al argentino Tristán Bauer: el documental Cortázar (1994) y Los libros y la noche (1999), aproximaciones a la vida y el universo del escritor del Libro de Manuel (acusado injustamente de haber plagiado una escena de El último tango en París, de Bertolucci, filmada después de la publicación de esa novela). La segunda cuenta con el concurso de los actores Walter Santa Ana, Lo­renzo Quinteros, Héctor Alterio y Leonardo Sbaraglia. Se trata de una oportunidad excepcional para percibir cómo el cine ha tratado de aprehender a un escritor que nunca renunció a su libertad, consciente de que la vida comienza en la calle.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.