ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La tradición de estos fieles vestidos de rojo y con máscaras que simbolizan demonios rendidos ante la voluntad del bien. Foto: CORREO DEL ORINOCO

CARACAS.— La mezcla de los tambores africanos y las tradiciones indígenas con la veneración a santos impuestos por los españoles, dio lugar a una manifestación religiosa-cultural, símbolo de Venezuela: los Diablos Danzantes de Yare.

La tradición de estos fieles vestidos de rojo y con máscaras que simbolizan demonios rendidos ante la voluntad del bien, fue declarado por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad el 6 de diciembre del 2012.

“La manifestación data de 1749 cuando nuestros ancestros iniciaron rituales para atraer el agua en momentos de mucha sequía. Luego de rogarle por la buenaventura, los negros esclavos y los indígenas contentos comenzaron a danzar en honor al santísimo sacramento del altar”, explica a Granma el presidente de los Diablos Danzantes de Yare, Ernesto Herrera.

La primera danza de esta hermandad, la más antigua de la región, tuvo lugar en Yare, un pueblo del estado de Miranda. Su danza es una fiesta don­de las personas que pertenecen a la misma bailan por las calles al son del tambor y luego se arrodillan en muestra de respeto ante la entrada de la iglesia ubicada en el Casco Central del pueblo, agrega.

El líder de esta cofradía, que junto a otras diez conforman los Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela, continúa explicando: “La fraternidad se divide en un orden jerárquico, representado en sus máscaras. Así, se encuentran los capataces y arreadores, quienes con los promeseros, bailan al compás de los tambores africanos.

“Estos tienen las máscaras hacia abajo porque no pueden subir la cara ni mirar al Santísimo mientras bailan, hasta caer de rodillas, comenzando a orar en las puertas de la Iglesia de San Fran­cisco de Yare, allí el sacerdote los bendice y da el permiso para que la danza de inicio a la ceremonia”, acota.

Los Diablos recorren las casas en busca de alimentos, y antes de iniciar la misa, ya que es una fiesta católica que simboliza el Corpus Christi (cuerpo y sangre de Cristo), dan la vuelta a la iglesia en dos ocasiones. Con la juramentación de los nuevos promeseros finaliza el culto.

Es común observar el cencerro, una campanita atada a la cintura que al sonarla se alejan las malas influencias, y el látigo, como representación de la jerarquía de los capataces. La función de la única mujer que usa máscaras es la de dirigir a los nuevos participantes, mientras que las otras solo pagan promesas, prosigue. El cuatro, instrumento musical representativo de la música venezolana, marca el ritmo de la danza.

Sobre su inserción en la lista de Patrimonio In­material de la Humanidad, Herrera manifiesta que ello es un homenaje a la “lucha que comenzó hace 275 años con esos negros esclavos e indígenas”.

“Ahora nos corresponde a nosotros mantener la manifestación y la declaratoria y difundir la información porque tenemos un compromiso moral y espiritual con todos y queremos garantizarle cien años más de vida”, insiste.

Junto a otras cofradías como los Diablos de Tinaquillos, Diablos de Chuao y Diablos de Naiguatá, la de Yare son una expresión de la multietnicidad del pueblo venezolano y de sus ricas expresiones culturales.

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