ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Memoria, pieza fotográfica de Nadal Antelmo. Foto: cortesía de la autora

¿Qué tienen en común Nadal Antelmo, Néstor Arenas, José Luis Díaz Montero y Daylene Rodríguez Moreno, además de utilizar la cámara fotográfica como herramienta para encauzar sus afanes creativos? Estoy segura de que esta pregunta rondará la mente de quienes este agosto acudan a la Fototeca de Cuba, en la Plaza Vieja del centro histórico habanero, para apreciar la exposición Cuatro veces cuatro.

En realidad estamos ante cuatro discursos diferentes. Pero no siempre las asociaciones deben encontrarse en comunidades temáticas o estilísticas, sino también en la capacidad para articular miradas yuxtapuestas. Al acometer  la curaduría de la muestra, Isabel María Pérez lo ha tenido en cuenta y por ello, en la nota del catálogo, escribe que estos artistas “esquivos a interpretaciones lineales o rígidas, abordan su trabajo como una crónica posible del paso del hombre por el mundo, o quizás como la traza sutil de las cicatrices del tiempo en la existencia fugaz de nuestra especie”.

De tal manera la curadora aporta un par de señales que deben conducirnos a una valoración acertada de las individualidades y el conjunto: la intencionalidad reflexiva de cada uno los artistas y la codificación metafórica de sus imágenes.

La composición minimalista de las obras de Nadal Antelmo (Cárdenas, 1968) revela una intensidad manifiesta, con las que se anota un tanto a favor de su legítima inclusión en la vanguardia renovadora de la fotografía cubana contemporánea. Las inscripciones en castellano, árabe, chino y hebreo, que hollan paredes y fragmentos de muro actúan como catalizadores gráficos del pensamiento.

Néstor Arenas (Holguín, 1964) propende a lo escenográfico y al efecto collage. Tomando como base animales muertos hallados en un pantano, los reinserta en una trama perturbadora, como puede ser el caso de una aséptica habitación sobriamente decorada o haciéndolos convivir con un muñeco.

La manipulación simbólica de vida y muerte, fe y voluntad, se entroniza en las imágenes de Díaz Montero (La Habana, 1967), quien hace evidente una pretensión filosofante al insertar frases al pie de sus realizaciones.

Por su parte Daylene Rodríguez (Cárdenas, 1978), más apegada al realismo testimonial que tantos frutos fecundos ha dado a la fotografía cubana, hace gala de una sensibilidad y capacidad de percepción para la indagación en el destino de la gente común.
El despliegue museográfico de la muestra, también a cargo de la curadora, facilita la comprensión de una propuesta que constituye ineludible referencia para saber por dónde anda la fotografía cubana de arte en nuestros días.

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