ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La Isla año cero, 2014. Foto: Granma

A Javier Guerra (Isla de la Ju­ventud, 1969) lo habíamos dejado entre imágenes que dialogaban con la historia, mediante argumentos originales que nos remitían a una recepción mediada por la inserción de íconos y símbolos en la urdimbre cotidiana.

Lo que para unos fueron gestos iconoclastas, para otros constituyeron señales de un necesario replanteo de los códigos de la épica, asumidos estos desde una óptica generacional que se venía expresando, a su modo, desde finales del siglo pasado, por quienes crecieron como artistas en tiempos difíciles pero resistentes.

Sus planteamientos estéticos corrían el riesgo de agotarse retóricamente, de modo que al conocer la apertura de la exposición Nada personal, este verano en la galería El Reino de este Mundo de la Biblioteca Nacional José Martí, quedaba abierta la interrogante acerca de si Javier, sin abandonar sus presupuestos, era capaz de saltar por encima de sus logros.

En cuanto a dominio formal, en soportes de tela, cartulina y papel, todo sigue siendo muy personal. Estamos ante un oficiante riguroso del dibujo y la composición, que llega a deslumbrar con sus líneas y trazos, con la técnica del carboncillo como sostén.

Pero lo más significativo del repertorio exhibido pasa por la ampliación de su pupila y el calado más profundo de su relación con los referentes históricos visuales. Como para que no queden dudas, el artista presenta algunas obras ya conocidas, retratos y catálogos, los cuales deben ser contrastados con aproximaciones al paisaje que revelan una nueva faceta en su interés por cuestionar y renovar determinadas convenciones subyacentes en la memoria del espectador.

Las obras, en su casi totalidad en gran formato, algunas incluso de enormes dimensiones, inducen a la búsqueda de una nueva noción de la narrativa monumental, a la que no es ajena la estética pop.

No abandona Javier los elementos de la gráfica, tan asociados a sus obras. Como tampoco falta el retrato, tanto en los que introduce una gama cromática nunca antes explorada en su carrera, como en los de mujeres conocidas o imaginadas, y de personajes casi siempre tomados de su realidad circundante.

Javier tiene en la memoria social un marcado anclaje que le permite transitar de la verosimilitud a la ficción histórica, siempre atento a lo que ha sido su punto de partida: conjugar conciencia del pasado con una desprejuiciada visión de actualidad.

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