A nadie cabe dudas de que el coreógrafo Eduardo Veitía y su compañía, en todos estos años, han logrado crear un lenguaje teatral contemporáneo desde el complejo cultural del flamenco y otras raíces culturales de nuestra idiosincrasia. La carga emotiva, la profundidad de los sentimientos, la proyección del gesto /baile hacen de este código escénico un ejemplo elocuente de cuánto puede penetrar la danza en la naturaleza humana y en la vida de un pueblo, para expresarlas.
Al apreciar los espectáculos actuales del Ballet Español de Cuba (BEC) —compañía que ha dejado sus marcas en países como Costa Rica, Ecuador, Colombia, Nicaragua, México, el Principado de Andorra, así como en España, donde en 1992 alcanzó el 2do. Premio en el Primer Certamen Internacional de Coreografías y Danzas Españolas y Flamenco—, aparece nítidamente la influencia del flamenco en nuestros propios ritmos y en la fuerte base percutida de la música y el baile de la Isla grande del Caribe. Se baila con todo el cuerpo, con las manos, con los pies, con la mirada. Hay mucho más, simbiosis, creatividad, ganas de hacer que se multiplica en la escena ante cada nueva salida.
En homenaje al aniversario 50 del fallecimiento del compositor español Manuel de Falla, el Ballet Español de Cuba estrenó, hacia 1996, Aquel brujo amor, una puesta en escena donde se combina con acierto el gesto, la danza y la emoción. A 18 años de la primera vez, el BEC trajo a las tablas de la sala Avellaneda del teatro Nacional, una pieza renovada, ya sea por los jóvenes intérpretes, como por algunos cambios en su concepción y diseños de escenografía y otros, que indudablemente la van enriqueciendo.
La enigmática música de Manuel de Falla marca los pasos y la atmósfera de esta obra en dos actos (prólogo y cuatro escenas), que está inspirada en el ballet pantomímico El amor brujo, aporta otra parte del triunfo. En poco más de una hora, Eduardo Veitía, ataviado como coreógrafo ha realizado una labor de investigación en los bailes, pues, no se trata solo de flamenco, sino que se amplía al ballet clásico, del que es deudor el director, así como a otras danzas populares que dejan en él su huella. Son, claro está, cubanos que bailan lo español, ya que como ha expresado en reiteradas ocasiones Veitía, “solo pretendo mostrar en la escena, a través de la danza y la música, la fusión de estas raíces que conforman nuestra cultura nacional”.
Al ver las creaciones de la compañía, uno comprende que el BEC demuestra siempre deseos de seguir adelante y, sobre todo de trabajar; en cada puesta se pone el empeño de todos y eso hay que saludarlo. Aquel brujo amor, sustenta un credo artístico, y vuelve a lograr su más alto instante cuando penetra en el mundo flamenco. Por ejemplo, la última escena, con los gitanos que se únen a la alegría de la pareja Candela/Ailién Puerto —excelente, y más aún cuando la juvenil bailarina se estrenaba en el rol, tanto en el baile como en la actuación, donde dejó en claro su nivel artístico y que tiene condiciones y proyección escénica para triunfar en estos caminos de lo español—. Carmelo en la piel del también joven Marlon de la Concepción, encontró un intérprete de calibre que se dejó sentir en la escena por todas las aristas, aunque tiene aún un camino que recorrer de estudio dramatúrgico del personaje que llegará de seguro interpretándolo, una y otra vez. José/Daniel Martínez se integró a la perfección al decir del personaje que bordó con su clase, dibujando con variados matices sus sentires.
Del Destino —personaje que aquí lo interpretan tanto valores femeninos como masculinos— hay que decir que cobra protagonismo en la puesta desde sus inicios, y por él han pasado muchos nombres singulares de la compañía. En esta ocasión (sábado) fue interpretado por Roilán Peña, quien a pesar de su juventud demostró tener capacidades histriónicas y técnicas, y se mantuvo siempre en el papel sin salirse ni un ápice, amén que el personaje como tal ha ganado mucho con los singulares diseños (pinturas en el cuerpo y rostro) de la diseñadora Mirta Luna. No hay dudas de que la mitad del triunfo de este ballet se debe a la coreografía, donde sobresalen elementos novedosos, como en la tercera escena (la danza de los espíritus dentro del lecho de las llamas para hacer desaparecer el espectro de José), amén que con el tiempo se ha enriquecido y pulido. Muy bien la utilización de ciertos telones que aportan colorido a la puesta. En La danza del fuego, se suman, del lado positivo, los diseños de decorado elaborados por Salvador Fernández y la dualidad del vestuario, informal y teatral al mismo tiempo.












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Alina Segredo dijo:
1
25 de junio de 2014
15:55:47
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