
No bastaría con mencionar la enorme lista de premios internacionales obtenidos por el cine iraní en los últimos años para atestiguar el valor de esa cinematografía y de los numerosos realizadores que la componen, quienes, desde diferentes estilos, han labrado una poética profundamente humana y universal.
No es un secreto que algunos productores, antes de llevar sus filmes a un concurso internacional, recaben antes si está compitiendo alguna película iraní.
¿Por qué ganan?
La muestra iraní que se exhibe en el cine 23 y 12, en La Habana, hasta el 1ro. de mayo puede dar respuesta a aquellos espectadores que todavía no se hayan identificado con la cinematografía de ese país, aunque lo cierto es que hemos tenido la oportunidad, lo mismo mediante el cine que la televisión, de entrar en contacto con buena parte de lo que más vale y brilla de la creación persa, y sobran cinéfilos nuestros que pueden clasificar perfectamente los contenidos y diversidad estilística de cineastas tan reconocidos como el maestro Kiarostami, El sabor de la cereza; Asghar Farhadi, Una separación y Majid Majidi, cuya última cinta, El canto de los gorriones, puede verse en la actual muestra.
Actor y director, a Majidi se le conoce en nuestro país por películas tan impactantes como Niños del paraíso (1997), la historia de dos hermanos muy pobres que comparten un mismo par de zapatos; El color del paraíso (1999), un niño ciego que espera en una escuela de Teherán a que su padre, avergonzado por tal incapacidad, lo recoja y Las cenizas de la luz (2005), con locaciones en Francia e Irán, acerca del cambio de personalidad que sufre un noble profesor, luego de recuperar la vista.
Esos tres filmes bien conocidos, y otros más, superan la simple narración de los hechos y se convierten en un universo de interrogantes acerca de la vida y la condición humana, constante temática que resalta igualmente en otros directores, siempre desde planteamientos tan originales como sensitivos.
El canto de los gorriones reitera las intenciones de Majidi de inquietar al espectador y hacerlo reflexionar acerca de lo que se ha tenido y se ha dejado de tener. Otra vez recurre el director a un escenario de mediana pobreza y al cambio brusco en la existencia de un personaje para hacerlo entrar a un mundo inimaginable, que pone a prueba su integridad.
Esta es la historia de un hombre con familia (Mohammad Amir Naji, actor fetiche de Majidi) que tras ser echado de la granja donde trabaja emprende un viaje de ida y vuelta a Teherán sin pensar que terminará conduciendo una moto y tragado por la urbe. Sus sistemas de valores y sentimientos se pondrán a prueba y el resultado será una bella película, que nuevamente desbordará los marcos del conflicto cinematográfico para convertir al espectador en protagonista de sus propias dudas y vacilaciones; secreto poético sin par presente en buena parte del cine iraní.
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Fernando dijo:
1
29 de abril de 2014
00:00:03
Canario. dijo:
2
29 de abril de 2014
09:01:38
Armando Cardona dijo:
3
29 de abril de 2014
11:33:09
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