
Una nueva oportunidad de encontrarnos con Luis Marré —Premio Nacional de Literatura, fallecido hace a penas unos meses, pero elocuentemente vivo en la lírica cubana— resultó ser el homenaje que justo el Día Mundial de la Poesía, tuvo lugar en su nombre, en la Sala Villena, de la UNEAC.
Moderado por Nancy Morejón, presidenta de la Asociación de Escritores de la UNEAC y directora de la Academia Cubana de la Lengua, un grupo de poetas intervino para mezclar en sus intervenciones anécdotas, valoraciones y poemas del destacado intelectual que supo serlo por encima de sus primeros oficios, como jardinero, obrero textil y tenedor de libros. También la voz de Alberto Falla le cantó al bardo combatiente del Escambray y de Playa Girón.
Basilia Papastamatíu, miembro del jurado que le concediera en el 2008 el Premio Nacional, recordó a Marré como una de las figuras más destacadas de la Generación del Cincuenta y como creador de una obra de sostenida calidad construida con un lenguaje de seductora maestría, elegancia y equilibrio, que supo conjugar la inspiración clásica con los aires renovadores de la vanguardia.
César López, como él Premio Nacional de Literatura, consideró “ópera suma máxima” la Antología mínima, de la colección Sur Editores, presentada en la velada y que recoge en unas 70 páginas textos escritos por Marré.
La voz de Aitana Alberti se reservó para la lectura de poemas entre los que contempló, por solo citar algunos, Hoy, Júbilo, Los ojos, La ventana, Las imágenes, Mediodía, Canción e Intemperie.
La intensa brevedad de estos títulos tan parecidos a Marré en su sencilla pero raigal humanidad, nos lo trajeron por instantes de regreso. “He vuelto, estuve frente / a la casa de nuestra infancia / preguntándome, preguntándole / cómo ha sido posible que nosotros, / tan endebles, estemos todavía / en pie”.
El colaborador de Orígenes y de Lunes de Revolución, el amigo de Fayad, que en tantas ocasiones lo honró, puso su alma al desnudo en versos como estos: “—Solo / quiero, en fin, un instante lúcido / y entre tanto ardimiento, abrir / los ojos en el fresco.”
Cultivador de la décima y de otros rumbos poéticos, pudimos sentir a Marré en su Pequeña canción diurna: “Voy a hablar de la dicha. / Más que discurso es canto de labor: óyeme / mirándome a las manos”.
El traductor esmerado —que dominando el ruso y el francés leyó a Lermontov y Ronsard, pero también a poetas contemporáneos de esas lenguas— “desanduvo” los predios del último sitio donde trabajó como editor de La Gaceta de Cuba y de la editorial Unión.
Junto al hijo, Marta, su esposa, vibró otra vez ante el viejo halago que su novio eterno le escribiera: “No sé como tenerte / no sé ser rico / Enséñame a llevarte / (…) estoy deslumbrado / Deja que me acostumbre a tu esplendor”.












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Jose miguel garofalo dijo:
1
29 de marzo de 2014
10:23:43
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