Desde muy joven Johann E. Trujillo aceptó sin prejuicios dedicarse al diseño de libros, ese peculiar oficio que hace palpitar el arte en la tapa o cubierta de los manuales y otorga posibilidades expresivas a la imagen.
Luego de transitar por la escuela de Ediciones Vigía, Johann comparte su labor como diseñador principal en Ediciones Matanzas y tiene vínculos con la gráfica de Teatro Papalote. Ya cuenta con una obra extensa que, además de libros, plaquetes, boletines y revistas, incluye programas de mano, invitaciones, carteles de formatos que llegan a las gigantografías, así como diseños de stands, escenografías, ambientaciones y hasta discos.
Una muestra de su obra pudo ser valorada en la exposición Graficando, que como parte del programa de actividades de la 23 Feria Internacional del Libro se dispuso en el Museo de Arte de Matanzas con más de una decena de cubiertas que el artista concibiera entre 2012 y 2013.
—¿Cuál fue la motivación esencial de esta exhibición?
—Se trata de una muestra de portadas de libros y revistas que ahora son vistos en gran formato, me gusta concebir la cubierta de un libro pensando en sus posibilidades como cartel, que sirvan de promoción de la obra y del autor, más allá de su función en la tapa de un libro o revista.
—¿Cómo cambia la dinámica de un libro a otro desde el diseño?
—Cada obra es distinta, por el género, el tema, el autor. Eso hace que siempre encuentre una motivación. Si es un libro que en general no me gusta, busco que en particular me estimule y hago lo posible por que mi trabajo no lo demerite.
—¿En qué medida te han marcado Ediciones Vigía y Teatro Papalote?
—Vigía fue mi primer centro laboral, un taller de creación. Allí pasé un curso de diseño básico que me propició la entrada a la editorial. El mundo del libro artesanal, del libro de arte, es fascinante. Con René Fernández y Papalote encontré el mundo del teatro. Haber trabajado la elaboración de muñecos, escenografías, utilerías me preparó para el cartel, para el diseño gráfico, que es de lo que me ocupo allí. Han sido dos escuelas de las que sigo siendo alumno.
—¿Cuán importante puede ser la cubierta o tapa en la suerte de un texto?
—Se dice que una buena cubierta puede salvar a un libro y que también puede hundirlo. Yo creo en el libro como objeto, en la visualidad como primer atractivo para el lector. Estoy convencido de que un excelente texto con un mal diseño puede ser un fracaso, y viceversa. Soy un amante del arte del libro. Me sentiría muy frustrado si un mal diseño mío hace que un buen texto se pierda.
—¿Cuál es a tu juicio el desafío mayor de un "tapador" de libros?
—En mi caso, los autores notablemente reconocidos o los temas muy esperados. Como temo quedar por debajo, me esfuerzo más, estudio, indago. Casi siempre los resultados me inquietan, por suerte nunca ningún gran autor se ha quedado inconforme con mi trabajo, y eso me ayuda a seguir.
—¿Qué particularidad tiene tu obra en Ediciones Matanzas, acaso más exigencia?
—La obra de Ediciones Matanzas es cada vez más compleja porque su catálogo se enriquece cada año. La revista Matanzas es lo más ambicioso que hago, cada número se convierte en un reto. Además del diseño asumo toda su maquetación y trabajo en un solo cuerpo varios géneros: fotografías, dibujos, grabados, etc.
—A partir de tu propia experiencia, ¿qué opinas de la formación de diseñadores para libros en Cuba?
—Yo tengo una formación algo empírica, con cursos en Cuba y España. Creo que, si fuera bien aprovechada, la formación del ISDI resulta un buen soporte. Pero la autosuperación, la información y el afán creativo son cosas personales. Creo que con el desarrollo de la informática hay mucho intrusismo. Cualquiera se cree diseñador y para mí la gráfica es arte, que requiere de la técnica, claro, pero sin intuición, sin percepción artística, sin creatividad, no hay buen resultado posible.
—¿Consideras que este trabajo se valora lo suficiente?
—Es la pregunta de los cien mil pesos. No se valora, el trabajo del diseñador se ignora, aun cuando muchas veces se realizan malabares con ilustraciones pobres o con obras menores. Muchos autores des-conocen tu labor y la mayor parte del público ni tiene idea del valor de la gráfica. Imagínate que un diseñador gráfico, aun siendo miembro de la UNEAC, nuestra vanguardia artística, no tiene derecho al registro del creador, en tanto las otras manifestaciones y los artesanos sí lo tienen. Creo que eso da la medida de la falta de reconocimiento que tenemos.
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