
Pese a la falta de difusión internacional —salvo contados nombres— la literatura ecuatoriana es hoy una de las más potentes de América Latina y ello el lector tendrá la posibilidad de comprobarlo durante la 23 Feria Internacional del Libro que se celebrará a partir de hoy en la capital cubana.
Tradicionalmente caracterizada por su costumbrismo y el abordaje de asuntos muy relacionados con el acontecer del ciudadano común, la literatura de Ecuador se abre en las últimas décadas a las influencias universales y, especialmente latinoamericanas, que le han permitido un desarrollo de géneros como el cuento y la poesía, quizás los más relevantes en el panorama nacional.
Algunos estudiosos han dividido el desarrollo de la manifestación en los siguientes periodos: época colonial y neoclasicismo, romanticismo, modernismo y realismo social aunque el destacado escritor y profesor universitario Raúl Vallejo advierte en las nuevas generaciones de escritores una tendencia hacia una autonomía del texto que incluye además un cierto alejamiento de las cuestiones sociales y un acercamiento a la subjetividad.
Nombres como los de Jorge Icaza, Pedro Jorge Vera, Miguel Donoso Pareja y Jorge Enrique Adoum resaltan en el ámbito hispanoamericano por su probada calidad y los valores de que han dotado a sus respectivas escrituras.
Muchos de ellos pueden resultar familiares al lector cubano gracias a los vínculos que sostuvieron con la Casa de las Américas, que también ha divulgado sus textos a través de su revista o de la editorial de dicha institución.
Todo parece indicar que son la poesía y el cuento los géneros de mayor interés en las letras ecuatorianas.
Es significativo el gran número de poetas vivos o ya desaparecidos que engrosan las filas de la lírica de esta nación. Entre ellos pueden citarse a Jorge Carrera Andrade, César Dávila Andrade y Jorge Enrique Adoum.
Por su parte, el cuento comienza su etapa de esplendor en la década del treinta del siglo pasado donde el realismo social fue la corriente que caracterizó toda la producción de la época y cuya influencia se extiende también a la novela.
Solo habría que recordar las novelas de Icaza y la devastadora crudeza con que describen las penurias de los indígenas de la sierra ecuatoriana. Ahí están también las de Alfredo Pareja Canseco que explora la situación urbana con una gran carga de denuncia social.
Pero en 1927 aparece el libro de narraciones de Pablo Palacio Un hombre muerto a puntapiés que, según ciertos críticos marcó la entrada de la prosa del Ecuador en el movimiento vanguardista que mucho influiría después en los escritores de los setenta.
Para el crítico Juan Valdano los años cincuenta fueron "el terreno de disputa entre dos realismos: el social que se le veía ya agotado y declinante y el sicológico que renovando el ejemplo de Pablo Palacio empezaba a tentar caminos propios."
El ya citado investigador Raúl Vallejo afirma que en los sesenta se produce una nueva renovación que mucho tuvo que ver con la corriente del llamado "boom latinoamericano". Esta renovación se pronuncia por la autonomía del texto y tiene su mejor representante en Miguel Donoso Pareja.
Los setenta será el momento en que aparecen los talleres literarios, de tanta importancia en la vida cultural ecuatoriana y ya en los años ochenta una nueva hornada de escritores renuncia al colectivismo literario para adoptar una actitud más individualista con respecto a la escritura.
Necesario es hacer notar en esta etapa la irrupción literaria de numerosas mujeres que escriben.
En la actualidad Ecuador posee un sólido movimiento escritural. La situación de esta manifestación en el país prefiero cederla a Raúl Vallejo quien en la introducción a su excelente antología del cuento ecuatoriano en los finales del siglo XX, afirma:
"La narrativa ecuatoriana de los setenta hasta nuestros días da cuenta de un proceso en donde la modernidad fundada por el aparecimiento explosivo del petróleo ha dado paso al fragmentarismo de fin de siglo, donde los sujetos marginales se están reacomodando permanentemente, luchando por ver y ser vistos, y en donde las utopías, también fragmentarias, empiezan a ser construidas con timidez".
Será la construcción de dichas utopías la que estará presente en Cuba en los días de la Feria.
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