ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Claudio Abbado, una de las más brillantes batutas del último medio siglo. / Foto: AP

Con la muerte de Claudio Abbado este lunes, en Bolonia, a los 80 años de edad, el mundo no solo perdió a uno de los más sobresalientes directores orquestales del último medio siglo, sino también a un convencido e irreductible luchador por la justicia social.

Natural de Milán, donde nació el 26 de junio de 1933, sintió de niño el llamado de la música cuando asistió por primera vez a una función en el célebre Teatro alla Scala. Justamente allí, luego de culminar estudios en esa ciudad y en Viena, tuvo lugar su debut en 1960 y seis años después su primera titularidad como director musical, jerarquía que también ocupó en la Orquesta Sinfónica de Londres entre 1979 y 1987; la Ópera de Viena entre 1986 y 1991; y en calidad de invitado en la Sinfónica de Chicago entre 1982 y 1985.

El 9 de octubre de 1989 Abbado fue noticia al ser designado al frente de la Filarmónica de Berlín, vacante dejada por el mítico Herbert von Karajan que falleció ese año.

A principios de este siglo, después de saberse enfermo de cáncer, refundó la Orquesta de Lucerna (Suiza) con músicos jóvenes que él mismo seleccionó. Su último concierto en Viena lo ofreció en el 2010: el público le tributó veinte minutos de ovaciones y de la platea y los palcos descendieron sobre el director cuatro mil flores.

El musicólogo italiano Luigi Pestlozza describió a Abbado del siguiente modo: "Es admirable su excepcional versatilidad como director de orquesta. Dirige con el mismo rigor tanto la música sinfónica como la ópera y es además uno de los directores más requeridos y solicitados por los solistas de mayor renombre para acompañar sus ejecuciones. Si hay una palabra que define su arte esa no es otra que la precisión".

Junto al maestro creció el hombre. Abbado ingresó al Partido Comunista y nunca renunció a esa militancia. A los músicos berlineses les dijo: "No me pongan títulos, para ustedes soy Claudio, un compañero más".

Trabajó en el primer lustro del presente siglo con el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, y en el cruce del 2003 al 2004 desarrolló un taller con jóvenes estudiantes de los conservatorios de La Habana que culminó el 10 de enero con la audición pública del Poema de amor de Tristán e Isolda, de Wagner, y la Séptima sinfonía, de Beethoven. Gracias a Abbado los cubanos conocieron a uno de sus discípulos predilectos, el venezolano Gustavo Dudamel.

Durante aquella estancia cubana, Abbado declaró a Granma: "Tal vez los europeos que nacieron después de la caída del muro de Berlín no tengan idea de lo que ha significado Cuba para nosotros, pero el tiempo les enseñará, en un futuro no muy lejano, que esta isla y sus líderes, con Fidel Castro como guía, han hecho una proeza sin límites, al situar al hombre y la cultura en el centro de sus conquistas".

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