ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Endrys Correa Vaillant

El 4 de enero de 1984, la barriada habanera de Lawton fue testigo de la creación del Programa del médico de la familia, una iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz que, 37 años después, abarca toda la geografía nacional, y es base de los envidiables indicadores de la Salud Pública que muestra Cuba.

Cuando este 19 de mayo se celebra el Día Mundial del Médico de Familia, muchos países –varios, incluso, del llamado Primer Mundo– ni siquiera cuentan con un sistema de atención comunitaria efectivo, fragilidad que la COVID-19 ha puesto de manifiesto. Sin embargo, Cuba dispone de una amplia red de instituciones sanitarias y de personal médico capacitado para la asistencia de su población desde los niveles primarios, a pesar de las dificultades que ha sufrido por casi seis décadas de bloqueo económico de EE. UU.

Un dato elocuente: al cierre de 2020 la Mayor de las Antillas registró una tasa de mortalidad infantil de 4,9 por cada mil nacidos vivos, 36 fallecidos menos que el año anterior, indicador que la ubica al mismo nivel de países desarrollados.

Ante la actual emergencia epidemiológica, el médico de la familia ha sido fundamental; primero, en la detección temprana de posibles casos positivos, en la atención a los convalecientes de la enfermedad, y, más recientemente, en la realización de los ensayos clínicos e intervención sanitaria con los candidatos vacunales cubanos, procesos que se ejecutan desde los policlínicos y consultorios del médico y la enfermera de la familia.

Foto: Granma

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