
Durante sus 38 años de experiencia el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP) ha cursado como una entidad cuya función principal es velar por la unidad y solidez del Sistema Nacional de Educación, para lo cual tiene bajo su égida la Comisión de Planes y Programas de Estudios a lo largo de todo el país.
De esta manera, el centro constituye una institución autorizada para el otorgamiento de grados científicos, en tanto posee una Comisión Nacional encargada de ello, así como un programa de doctorados y maestrías que no solo incluye a sus profesionales, sino además a diversos aspirantes de las distintas universidades de la Isla y en países como Venezuela, México, Brasil y Angola, entre otros.
Si bien el ICCP surgió en el año 1976 ante la restructuración de los ministerios por aquella época y sus líneas de investigación estaban volcadas al plano didáctico, pedagógico y de psicología escolar; en los últimos años ha concentrado su labor en los problemas fundamentales de la educación cubana.
De acuerdo con Lisardo García Ramis, director del centro, sus investigaciones están asociadas a la sistematización de la pedagogía cubana desde la etapa colonial hasta la fecha, con publicaciones y resultados científicos. Asimismo, contemplan una línea de estudio en torno a la educación en valores, relacionada con la retroalimentación entre la familia, la escuela y su comunidad, y cuyas investigaciones se vinculan constantemente con las realizadas en otras instituciones de prestigio como el Centro de Estudios de la Juventud y el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS).
No obstante, si bien el centro ha tenido un rol protagónico en las modificaciones en el sistema educacional cubano, en la actualidad sus profesionales trabajan en los modelos de escuela, con el objetivo de lograr que esta sea más flexible y ajustable a los tiempos corrientes.
¿EL MAESTRO EN UNA URNA DE CRISTAL?

“El mito en los últimos años ha sido que el maestro está para enseñar y no para investigar”, sostiene Justo Chávez, coordinador del Grupo de Pedagogía del Instituto, quien agrega: “los estudios de nivel macro y micro social no le corresponden solo a unos cuantos profesionales en una urna de cristal. El maestro debe ser un investigador de su propia realidad, cuyos resultados le permitan resolver determinados problemas que se le presentan en el aula a corto y mediano plazo, sin complicarse la vida con investigaciones teóricas, pero sí aquellas que contribuyan a fortalecer su vínculo con el alumno”.
A partir de las consideraciones de Chávez el directivismo de la enseñanza es hoy uno de los problemas a resolver, cuestión en la cual trabaja el centro. “Hoy necesitamos una escuela más flexible, donde los maestros puedan tomar sus decisiones sin esperar a que venga un metodólogo provincial o municipal a solucionar cualquier inconveniente que se les pueda presentar. En la actualidad todo está reglamentado, pero no se le puede decir a un profesor cómo impartir sus clases, por ejemplo.
“Entre las principales quejas del maestro está que tiene muchos papeles por llenar, cuando en realidad su deber radica en conocer al estudiante, no cerrarle las puertas de la escuela al entorno comunitario. No todo se contempla en los planes y programas que a lo mejor se hicieron hace 12 o 13 años, la vida es más rica”.
En otros estudios sobre la práctica escolar se detectó que efectivamente la carga docente del estudiante ha aumentado, razón por la cual —según comenta Lisardo García Ramis— entre los cambios que podrían insertarse en el término de “escuela más flexible” está la reducción del tiempo de trabajo del alumno.
Por su parte, Justo Chávez indica que también se indaga en cómo introducir las tecnologías en los procesos de aprendizaje, pues los experimentos avalan que los estudiantes se sienten más independientes cuando estas son incorporadas a sus programas de estudio.
El ICCP, sin embargo, no solo realiza investigaciones empíricas, sino además tiene una fuerte carga teórica. Desde los años 80, el departamento que coordina Chávez realiza estudios en torno al carácter científico de la pedagogía. De esta manera vieron la luz publicaciones como Los Fundamentos de la Educación, Un bosquejo histórico de las ideas educativas en Cuba y Aproximación necesaria a la pedagogía como ciencia, las cuales contribuyeron a sedimentar este concepto en el país y también en otras naciones del hemisferio sur.
LA ESCUELA, LA FAMILIA Y LA COMUNIDAD

Distintos estudios en torno a la formación en valores marcaron la labor del ICCP. En 1998, según cuenta Pedro Luis Castro Alegret, coordinador del Grupo de Investigación en valores, se le hizo llegar a la dirección del país un estudio que abarcó una muestra de 20 000 estudiantes de centros de nivel medio y universitario correspondiente al Ministerio de Educación. “Los resultados de esta investigación nos permitieron encontrar la relación entre las condiciones de vida de las familias y las actitudes sociales y planes futuros de los estudiantes”, subraya.
A partir de entonces se priorizaron estudios sobre cómo pensaban y actuaban los estudiantes, sobre todo en edades comprendidas entre los 18 y 20 años. De esta manera el ICCP repitió la investigación anterior con distintos grupos poblacionales durante los años 2005 y del 2011 hasta el 2014; incluyéndose, en esta última ocasión, a los niños de la enseñanza primaria.
“Las principales preguntas estribaban en la concepción de los muchachos de la sociedad cubana y cómo observaban su comportamiento en ella. Las respuestas fueron interesantes, pues los alumnos refieren de manera crítica que no cumplen con las tareas, que son poco atentos o se muestran menos interesados en su educación. Sin embargo, la cuestión que más preocupa en secundaria y preuniversitario es lo relacionado con el fraude”, explica Castro Alegret.
No obstante, las investigaciones también incorporaron a la familia de los escolares y a sus maestros. Así detectamos que una parte de los educadores no ven que en el centro del cambio de la forma de pensar y actuar de los estudiantes está la escuela.
“Hoy en Cuba tenemos unas 10 400 escuelas y aproximadamente unos 280 000 maestros —señala—. Es decir, tenemos una masa de educandos con preparación suficiente para incidir sobre la familia y su comportamiento cotidiano, porque cada día un miembro de ella visita las instalaciones estudiantiles.
“Una cuestión que debemos modificar es que el maestro y la familia se observen a sí mismos como iguales, pues ambas instituciones se interrelacionan, no son excluyentes en las responsabilidades de formación de la sociedad”.
Para Castro Alegret, en la actualidad “los profesores se han echado a los hombros todas las responsabilidades del estudiantado, cuando años atrás los dirigentes estudiantiles eran los primeros encargados por la educación de sus compañeros y así les exigían la participación en las actividades escolares.
“Los alumnos plantean, además, que en ocasiones los mecanismos de comunicación con sus profesores son demasiado formales, pues se basan en los planteamientos reunidos en las actas de las asambleas que realizan mensualmente. En este sentido, debemos buscar alternativas donde los alumnos sientan que toman las decisiones que les corresponden.
“Hemos estudiado además el poder real que tiene la familia y la comunidad sobre la escuela, donde descubrimos que se puede elaborar un mejor currículum para los estudiantes desde una factura local. Por ejemplo, encontramos la experiencia de una madre cuyo interés por la literatura le hizo incorporar al horario escolar un círculo de interés para incentivar la lectura; o un abuelo que le enseña a los muchachos la historia de su localidad y los tiene fascinados”.
De esta manera, sentencia Castro Alegret, tanto los padres como la comunidad participan en la formación de las nuevas generaciones, de ahí que exista una buena oportunidad para transformar nuestra enseñanza.
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anar dijo:
1
1 de diciembre de 2014
09:00:13
Mario dijo:
2
6 de diciembre de 2014
03:32:25
Carlos Rodríguez dijo:
3
6 de diciembre de 2014
21:22:47
María Elena Torrijos Rodriguez dijo:
4
21 de marzo de 2021
23:43:23
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