“Cada vez que yo llevo un libro para leer en mi escuela mis compañeros me critican o hacen comentarios absurdos. Ya hoy las personas no tienen un libro, ya existen móviles y tabletas. Cada vez los seres humanos vamos descendiendo, como dije en mis clases de Historia, las máquinas reemplazan al hombre”.
Lo anterior lo firma Sabrina en la edición digital de Granma, a partir del comentario El libro, la película y la escuela, publicado el pasado viernes 29 de mayo.
¿El libro convertido en burla ante la supuesta superioridad de teléfonos móviles y tabletas electrónicas?
Alarmado, recurro como otras veces a mi hija Olivia, que en estos días termina de cursar la Secundaria Básica.
—¿Los muchachos llevan libros a la escuela (se entiende que no sean libros de estudio)? —le pregunto.
Como única respuesta recibo una sonrisita cáustica.
—¿Me refiero a si hablan de libros, novelas, cuentos, poesía….? —le insisto.
A su sonrisa se le añade una mirada perdonavidas.
—¿Sí, o no? —la preciso.
Entonces me suelta la dichosa palabra de tantos significados inciertos: “Aterriza”.
No es ella muy diferente a sus compañeros de escuela, sumidos todos en el mundo de las nuevas tecnologías y los llamados “entretenimientos”, pero luego de conversaciones y de recurrir a argucias de atracción que datan de años, suele buscar cada noche un libro y leer un poco antes de dormirse.
—¿Y no le hablas de esas lecturas a tus compañeros de escuela? —quiero saber, y me siento un pobre ingenuo cuando al instante me suelta el reproche:
—¡Pero tú quieres que se burlen de mí!
Aquí debiera caer el telón para permitirnos tragar en seco.
Luego del desconcierto me entero de algunas cosas: de libros no se habla, y de llevarlos a la escuela, menos. De películas, muy poco. ¿Poesías cultivadas en libros por muchachas de catorce años, como se hacía en mi tiempo? ¡Ni pensarlo! ¿Y qué los motiva? Las aplicaciones para los móviles, las nuevas canciones, los videos extraños, tabletas, computadoras y teléfonos.
Vuelvo a leer lo escrito en Granma por Sabrina: “Cada vez que yo llevo un libro para leer en mi escuela mis compañeros me critican o hacen comentarios absurdos”.
Pudiera escribir ahora un largo comentario sobre lo muchas veces dicho.
Pero lo primero que se me ocurre es que, sin ajusticiar los nuevos “entretenimientos” (¡a quién se le ocurriría!) hay que comenzar a moverse urgente para que el libro no se convierta nunca en burla.


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Dagoberto Acosta Iglesias. dijo:
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4 de junio de 2015
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Tati dijo:
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4 de junio de 2015
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faz dijo:
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