ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La gente vive la contradicción de que la pandemia nos regaló un bono de tiempo mayor para muchas cosas que en el pasado no hacíamos Foto: Endrys Correa Vaillant

Si algo ha cambiado para los humanos en este contexto de pandemia, en cualquier latitud desde donde la hayan vivido, es la percepción subjetiva del tiempo. Es conocido que el tiempo, además de tener medidores objetivos que nos hacen certificar el avance del reloj, en segundos, minutos, horas y del calendario en días, meses y años, en realidad es vivido y sentido de manera subjetiva con grados de relatividad, en relación a los momentos y experiencias vividas.

Cuando es «bueno», cuando la estamos pasando bien, cuando nos gusta lo que hacemos, se dice que «pasa volando» y si es malo y vivimos momentos de abatimiento, pérdida o espera angustiosa de una noticia, la sensación que se tiene es que los segundos parecen una eternidad.

Sin embargo, lo inédito de la realidad que hemos vivido con la COVID-19, es que las personas refieren cambios en la percepción del paso del tiempo, pero de manera diferente, un tiempo pandémico lleno de paradojas y contradicciones. El coronavirus con su particular capacidad de trastocar todas nuestras referencias, ha hecho que el tiempo parezca corto y largo a la vez. Se ha vivido un tiempo deformado que día a día parece lento, en pausa, que no pasa, pero que si miramos atrás se ha esfumado como si hubiese sido un instante.

Las personas recuerdan con una mirada retrospectiva al 2020, como que se fue de un plumazo, que ese año nos lo deben, que no lo deberíamos contar ni en el cumpleaños. Sin embargo, el pasado sin pandemia es percibido como algo lejano como que ya no nos pertenece, como que nos dormimos en un mundo y nos despertamos en otro.

Se tiene una sensación de «modo de avión» con una memoria hueca, sin muchas vivencias nuevas para acumular, ni cantidad de nuevos recuerdos almacenados. Todo parece indicar que, con la restricción del espacio, con un esquema referencial constreñido (espacios reducidos) y poco contacto social, el tiempo sicológicamente parece desaparecer. Cuanto más se reducen los estímulos y más uniformemente pasan los días, más lento parece que transcurre el tiempo para muchas personas. Tiempo y espacio quedaron fuera de la lógica convencional y perdieron sus coordenadas.

Al vivir días tan similares, la mente trabaja creando recuerdos con pocos detalles. El desarrollo de múltiples actividades en un único lugar, reduce la creación de recuerdos, al ser más difícil vincularlos a diferentes lugares o diferentes personas. ¿A quién no le ha fallado la memoria en estos últimos meses?

Intentando comprender los misterios de esta nueva percepción temporal, he descubierto que la gente vive la contradicción de que la pandemia nos regaló un bono de tiempo mayor para muchas cosas que en el pasado no hacíamos, pero ese «plus» no lo registran en la vida cotidiana, ya que se realizan más tareas de lo habitual en el mismo intervalo de tiempo, se vive con la sensación de más monotonía y rutinas peor estructuradas, lo que da una sensación de escasez de tiempo, (horarios corridos y abarrotados de cosas), el día se va en una continuidad de presentes perpetuos, con una sensación de extrañeza y a veces de irrealidad.

Aun pareciendo una redundancia, la verdad es que no existe otro tiempo que el que nos ha tocado vivir y hay que aprender a aceptarlo desde un principio de realidad. Un gran error es arruinar el presente recordando un pasado que ya no tiene futuro. Es real: ha habido un antes y un después. Pero como decía Charles Chaplin, el tiempo es el mejor autor, siempre encuentra el final perfecto.

El nivel de incertidumbre que manejamos es todavía alto, especialmente con el ocio y relaciones sociales. El tiempo parece transcurrir a la espera de una vacuna, de un PCR o de un tiempo de aislamiento.

Como dice un colega argentino al que admiro, Juan Carlos Volnovich: Vivimos un presente estancado que se resiste a ser pasado.

¿Qué hacer con este tiempo dislocado para que no nos descoloque?

Ni una actitud acomodaticia y resignada: zurciendo y remendando vamos tirando y el tiempo va pasando. Ni una negación que disminuye la percepción del riesgo: si ya no me he contagiado es que no me voy a contagiar, que pase lo que tenga que pasar. Tampoco una euforia maniaca que nos lleve a un triunfalismo de que todo en breve, con la vacuna, va a pasar y retomaremos la vida de antes.

La palabra es realismo esperanzado. Manténgase ocupado, haga cosas que lo motiven, siempre hay tiempo para lo importante. Ríndase ante la sabiduría de la incertidumbre, bástele a cada día su propio afán. Si no le hacemos caso al tiempo, transcurrirá más rápidamente, sumérjase en lo que hace y trate de hacer cosas en las que se pueda sumergir. No saque cuentas.

Si seguimos cuidándonos y nos cuidamos entre todos, la vida vuelve a comenzar todos los días, esos días de hoy que son donde nuestra vida acontece, que se parecen a su tiempo, monótono, que pasan rápido y lento, pero en los que puede seguir habitando el amor, un sentido para seguir viviendo y desde donde sin darnos cuenta también se escudriña el placer minuto a minuto en cualquiera de las versiones en que nos entreguemos: en el trabajo, la familia, la pareja, el saber, la lectura, la música, el compromiso con un mundo mejor. Solo así el futuro nos sorprenderá con rostro de porvenir.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.