Un nuevo cauce para el entendimiento y la participación de los creadores en la solución de problemas que no solo afectan al sector, sino a otras esferas de la vida social, quedó abierto con el diálogo sostenido el sábado entre escritores y artistas, autoridades del Ministerio de Cultura y representantes de la UNEAC y de la Asociación Hermanos Saíz.
Todo el que quiso expresarse fue escuchado en un clima de absoluto respeto, en el que prevalecieron la franqueza y la transparencia en la exposición de diversos y hasta divergentes puntos de vista. Al encuentro asistieron decenas de artistas e intelectuales, de varias generaciones, algunos de los cuales estuvieron entre los que, el pasado 27 de noviembre, concurrieron a la sede del Ministerio de Cultura en busca de atención y diálogo, e incluso alguno que formó parte de los que, en la noche de aquel día, seleccionado por sus colegas del gremio, consensuó con el Mincult la agenda que debía guiar el intercambio pactado con el Ministro, la cual fue abortada por exigencias inaceptables y posiciones de fuerza de elementos espurios que traicionaron la letra de lo pactado.
Los reconocidos creadores de las artes plásticas Humberto Díaz y Rafael Villares, los actores Reinier Díaz, Daniel Romero y René de la Cruz, el fotógrafo Gabriel Guerra Bianchini, el realizador audiovisual Carlos Gómez y los músicos Christopher Simpson y Jota Barrioz, hablaron de sus motivaciones y preocupaciones.
Entre estas últimas, cada cual desde perspectivas no necesariamente coincidentes, plantearon el respeto a la diversidad de expresión y creación, el ejercicio real de prácticas institucionales inclusivas y el peligro de las polarizaciones extremas, la censura, la erradicación de todo tipo de hostigamiento y el apego a la legalidad por parte de los órganos competentes, el tratamiento mediático generalizador y no balanceado a quienes acudieron a la sede del Mincult, las carencias informativas y la falta de agilidad que a veces ha impedido respuestas puntuales a problemas viejos y nuevos.
Haber ido el 27 de noviembre y este sábado al Mincult constituyó, para la mayoría, un reconocimiento del papel de la institución como interlocutora adecuada y legítima para canalizar inquietudes que, en ningún caso, precisaron, presuponen adhesiones o espaldarazos a la agenda de los implicados en la movida de San Isidro.
Para el crítico y escritor Maikel Rodríguez Calviño, sería menester una mayor incidencia de la crítica de arte en la caracterización de algunos de los elementos involucrados en San Isidro, pues, en su opinión, no se trata de descalificar sino de situar coordenadas estéticas que ayuden a definir verdaderas jerarquías.Sin que por ello deje de destacarse el vínculo evidente entre San Isidro y las fuerzas que desde Estados Unidos y sus servidores domésticos fomentan la subversión política y aspiran a prender una chispa que genere en un estallido social.
Al respecto, Abel Prieto recordó cómo la contrarrevolución contaminó el tejido cultural en un momento de sumas tensiones, por el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba en los últimos meses, antes aun de la pandemia, y las agresiones desmedidas en el último tramo de la administración trumpista.
Si bien cabe entenderse, cómo reclamó el músico Simpson, que la Patria es un concepto mucho más abarcador que la Revolución, en la hora actual, precisó Abel, si la Revolución fracasa se perdería la Patria: «Una institución estatal puede equivocarse –subrayó–, pero la Revolución no puede darse ese lujo», ante el peligro real que representan los que dentro y fuera del país alientan el anexionismo: «Este es un momento de mucho peligro; lo que nos separa debemos echarlo a un lado para hallar una respuesta humana, inteligente y solidaria frente a las posturas anexionistas».
Denunció que «el plan de estos es sacar gente a la calle; primero apretar la tuerca hasta que la gente estalle por problemas de desabastecimiento y la crisis asociada al bloqueo y la pandemia; lo que quieren es desesperar al pueblo, que salga a manifestarse, a protestar, que haya represión, que haya un muerto; con un muerto basta para que vengan los norteamericanos a intervenir en Cuba».
El viceministro Fernando Rojas abundó, con pruebas irrefutables, sobre el financiamiento y auspicio de agencias federales estadounidenses y organizaciones a su servicio, a personas que intentaron pervertir la solicitud de un diálogo constructivo de una mayoría de creadores con las autoridades culturales.
Una parte de la jornada estuvo dedicada a analizar el papel de las redes sociales, plataformas en las que se advierten mensajes de odio, de animadversión e incitación a la violencia por parte de quienes apuestan por el caos y el derrocamiento del Gobierno. Sería un error, expuso el realizador audiovisual Joseph Ros, responder esos mensajes con otros similares de signo opuesto –«el ciberchancleteo»–; lo que se debe es «mostrar nuestra cultura en las redes».
Por otra parte, la escritora Claudia Damiani, una de las animadoras de la Tángana del Parque Trillo del 28 de noviembre, definió la convocatoria como expresión espontánea de la necesidad de que otras voces de jóvenes artistas fueran escuchadas, no para enfrentar ni descalificar a los que con honestidad se acercaron el día anterior a la sede del Mincult.
Para el escritor José Ernesto Nováez, el diálogo se hace pertinente siempre que se ejerza con rigor, incluya temas que han ido quedando pendientes e involucre a la mayor cantidad de sujetos a lo largo del territorio nacional, y tome en cuenta que lo que está a debate son diversos proyectos de país. Él tiene claro que todo se puede discutir, menos la soberanía: «Estoy a favor de ampliar todos los márgenes de libertad hasta el límite de los principios dentro de una Cuba soberana y socialista; ese es el proyecto de país que sostengo y defiendo».
Conceptos como la libertad de expresión y la democracia no deben encararse desde abstracciones, sino a partir de realidades y formulaciones concretas. En cuanto a los símbolos patrios, recordó que no son fortuitos y se hallan abonados por la sangre y el sacrificio de muchos que nos han precedido.
Por su parte, Yosvany Montano, profesor de la Universidad de las Artes, enunció como premisas para una relación mucho más fecunda entre las instituciones y los creadores, la superación de rutinas y decisiones verticalistas. El diálogo tendrá que ir más allá de la catarsis sobre la base de propuestas específicas. El reto pasa por articular la necesaria continuidad del proyecto de nación con los proyectos de creación y vida, alertas, eso sí, contra la simulación y las agendas que pretenden minar la legitimidad de la institucionalidad.
En varios momentos del debate afloró la vocación martiana. El actor Daniel Romero refirió la experiencia enriquecedora de haber interpretado al Apóstol y, recientemente, a Ignacio Agramonte, en la película El Mayor, de Rigoberto López, y aprender de ellos cómo abogar por la unidad, la prevalencia del amor, incluso cuando planteó la guerra necesaria, mientras el ensayista Victor Fowler destacó la inclaudicable posición martiana, plenamente vigente hoy, ante quienes envilecían la Patria.
Denominador común del diálogo fue el entendimiento de la naturaleza crítica del arte y el respaldo institucional a ese carácter. De ello dio testimonio tanto el presidente del Icaic, Ramón Samada, quien reflexionó sobre la pertinencia de debatir las obras por muy complejas que sean, como lo es buena parte del cine cubano de estos tiempos, y el notable teatrista Carlos Celdrán, ejemplo de cómo una consecuente y profunda visión artística es capaz de ventilar conflictos y contradicciones con altura ética y estética. Celdrán estuvo el 27 de noviembre en el Mincult, animado por el deseo de prevenir desafueros como los que vivió su familia cuatro décadas atrás, en medio de los sucesos desencadenados luego de la irrupción violenta de un grupo de personas en la embajada de Perú y el establecimiento del puente migratorio del Mariel.
De suma utilidad resultaron las consideraciones del historiador de arte Helmo Hernández, presidente de la Fundación Ludwig de Cuba, al deslindar las actitudes honestas de quienes fueron al Mincult para establecer el diálogo, de aquellas movidas por turbios intereses y aviesas intenciones. Mas no puede suceder que, en nuestra sociedad, ante lo que ha venido aconteciendo, alguien promueva sospechas y prejuicios contra la intelectualidad.
Al evaluar qué es lo más importante en lo adelante, llamó a pensar en las enseñanzas de Fidel: «tenemos que aprender que la Revolución es mucho más que yo, que somos todos, que de los jóvenes hay que aprender».
El ministro Alpidio Alonso compartió sus consideraciones. Calificó el diálogo como valioso, fértil y continuador de una práctica presente a lo largo del proceso revolucionario, desde el mismo punto de partida de las tempranas definiciones de la política cultural, con Palabras a los Intelectuales, pronunciadas por Fidel. Para ser consecuente con el espíritu franco y abierto del encuentro, habrá que diseñar espacios más eficaces para el intercambio, que tributen a soluciones y deshagan trabas y problemas, y de cimentar un compromiso ineludible con la transformación y perfeccionamiento de la relación del sistema institucional con los creadores. Este fue solo una primera instancia del nuevo diálogo abierto, llamado a multiplicarse y avanzar.
«La libertad que hemos conquistado –afirmó– debemos ejercerla todos desde la responsabilidad y la lucidez, con humildad y sistematicidad. El socialismo cubano es inconcebible sin la cultura. Pronto se cumplirán 60 años de la fundación de la Uneac. Los artistas y escritores hicieron suya la divisa: defender la Revolución es defender la cultura. Hoy podríamos decir también que defender la cultura es defender la Revolución».
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Yisel dijo:
1
7 de diciembre de 2020
08:37:56
VAE dijo:
2
7 de diciembre de 2020
11:44:23
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