ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Celia era sinónimo de pueblo.i Su incansable labor trascendió, especialmente, por su profundo humanismo y su fidelidad probada hacia Fidel. Foto: Archivo de Granma

Al hablar de Celia revelaré la historia de mi vida, desde que nací en la cueva intrincada y oscura de la Sierra Maestra, hasta que la luz con que la Revolución, a través de ella, mi madrina como yo le decía, enrumbó mi vida y enderezó no solo mi cuerpo deformado de niña, sino también mi entendimiento y espíritu, vírgenes aún cuando me trajo para cumplirle a su compañero de combate –mi padre (Pastor Palomares López)– la palabra empeñada (a quien recuerdan haberle escuchado: «Si caigo, dejo un niño o niña por nacer»).

Hago mi historia solo como pretexto. Mi único interés es mostrar, en el alto lugar que les corresponde, la figura de Celia y la Revolución a la que se entregó.

***

Era la una de la tarde de aquel 9 de mayo (…). Corría 1920 y su primavera se encargaba de poner en brazos de Acacia Manduley Alsina y el doctor Manuel Sánchez Silveira a una preciosa niña (…). Había nacido la tercera hembra del matrimonio que, además, ya tenía a un hijo varón, por este orden le antecedían: Silvia, Graciela y Manuel Enrique.

La casa No. 33 de la calle Villuendas fue su primera morada, en un poblado que el río Vicana dividía en dos partes. A esta forma en que se produjo el asentamiento de sus pobladores debe su nombre: Media Luna. Se localiza en la llanura costera del golfo de Guacanayabo, en Manzanillo, que entonces pertenecía a la provincia de Oriente, actualmente los granmenses disfrutan el sano orgullo de pertenecerles.

***

Con apenas seis años, sin edad para explicarse la muerte, enfrentó la de su mamá. Acacia Manduley falleció el 19 de diciembre de 1926, un paludismo pernicioso se encaprichó en que su vida no rebasara los 38 años. Celia fue sacudida por una inmensa tristeza. Tal vez, atrapada en sus dibujos infantiles, encontró consuelo a su dolor.

En abril de 1957, el doctor Manuel Sánchez Silveira y su hija se vieron por última vez. Poco después de un año, el 24 de junio de 1958, el cáncer puso fin a la vida de su padre. Murió tranquilo el eterno defensor de los humildes, a quien no le fue difícil entender que para su Celia querida la Sierra Maestra había pasado a ser su morada (…).

Su hermana Silvia recuerda que «la corona más grande que enviaron al velorio de papá, la más grande de todas, decía: “Al padre de Celia Sánchez. Movimiento 26 de Julio”. La pusimos detrás del féretro y se llevó al cementerio. Nadie dijo nada.

«Mi hermana continuaba en la Comandancia de la Columna No. 1 José Martí, en la Sierra Maestra».

***

Yeyé, como Melba, Vilma y mi madrina, llevaban a flor de piel qué hacer para proteger y educar a niños desvalidos. Con sentimientos desbordados hicieron de nosotros hombres y mujeres de bien. Han pasado los años, ellas no están; pero cada anécdota que las recuerde es una apreciable enseñanza.

A mí no me gustaba ver a mi madrina apesadumbrada, no la veía bonita y yo quería verla con esa sonrisa suya que tanto influía en mi bienestar. Sin embargo, estaba consciente de que yo era una de las causantes de sus preocupaciones, por eso un día decidí escribirle una cartica en la que me disculpaba por todas mis faltas; me comprometí a ser más organizada en la casa, que incluía mantener ordenado el closet, sacar mejores notas en los exámenes, respetar a los maestros, entre otras normas de conducta en las que ella insistía.

Cuando mi carta estuvo lista la coloqué por la noche encima de la mesa donde ella leía siempre algunos documentos. A la mañana siguiente me pareció que ni la había tocado, la vi tal y como yo la había dejado.

La tomé en mis manos con tristeza, pero, ¡qué sorpresa! ¡Sí la había leído!, y detenidamente, porque con un plumón rojo me tenía señaladas las faltas de ortografía y con letras grandes escribió: ¡REPÍTELAS! Me pedía que repitiera las palabras, por supuesto, correctamente. Después de corregida, la llevé al mismo sitio. Al otro día me dijo:

—¡Ahora sí está bien!

***

Quizá mi origen fue el nexo más fuerte entre mi madrina y yo. Siempre he pensado que la niña serrana que llegó aquella tarde a su casa atesoraba el secreto de recordarle cada minuto el trinar de aves y el canto de los insectos; el aroma de la mariposa, de la caoba y el cedro; los trillos, ríos y arroyuelos del lomerío donde había vivido los momentos más felices de su vida y compartido con los más bravos guerrilleros.

Una vez que el esplendor natural le quedó más distante, intentó acercarlo, y plantó a su alrededor, acá en La Habana, árboles frutales y ornamentales que dos monitos se ocupaban de trepar; los mayores, de disfrutar su ambiente fresco y sombrío, y los niños, de comer sus frutos.

***

Sin duda, había nacido para proteger y ayudar a las personas necesitadas. Yo lo confirmaba cada vez que volvía de vacaciones a El Naranjo (ubicado en la Sierra Maestra). Siempre encontraba algo nuevo: campesinos que habían resuelto los trámites de fincas, propiedades de casas, ingresos en hospitales, sillas de ruedas para enfermos, becas para niños, hasta hubo quienes recibieron prestaciones económicas, modalidades que más tarde se convirtieron en las chequeras.

***

En la casa también estábamos reconocidos en el Comité de Defensa de la Revolución. Celia encabezaba la relación de cederistas y hacía las guardias de esta organización, también era la primera en su delegación de la Federación de Mujeres Cubanas.

La semana homenaje por la victoria de Playa Girón nos declarábamos de «cara al campo». Los muchachos se iban de vacaciones, pero madrina y yo nos levantábamos bien tempranito para los trabajos voluntarios. Ella no paraba, merendaba algo, después almorzaba y se acostaba en el piso a descansar un ratico, luego continuaba. Yo no sé de dónde sacaba tanta energía.

Celia prefería hacer los recorridos sola, manejando su automóvil o yipi. A veces la acompañaba alguna amiga, con frecuencia era Migdalia que, al describirme uno de esos viajes, me contó: «Nunca aceptó comida en ningún lugar para evitar que hicieran comentarios y dijeran que había ido a comer o que prepararan banquetes con motivo de su visita. Una vez fuimos a Varadero por gestión de trabajo, llevó café y palitroques para el camino. Me decía: “Esto es más barato”».

Para Celia el domingo era un día como otro cualquiera, no dejaba de visitar los centros de trabajo que hubiera priorizado, fundamentalmente aquellos cuya producción del día era imprescindible para cumplir los planes económicos. En el trayecto se detenía ante niños que se le acercaban o iba bien despacio en su auto y les repartía caramelos o los llamaba para regalárselos. Le encantaba oír las expresiones infantiles.

***

Conocí por Lilia Rielo Rodríguez, fundadora del pelotón Mariana Grajales, que la idea de la mujer como guerrillera fue de Fidel, la expresó el 17 de febrero de 1957 en reunión con la dirección del mr-26-7. En esa ocasión habló de la necesidad de la mujer en la guerrilla y en el clandestinaje. Seleccionaron para el pelotón femenino el nombre de Mariana Grajales Cuello (1815-1893), en recordación a quien para siempre será símbolo de la mujer cubana combativa y revolucionaria.

Los comentarios de Lilia sobre la patriota insigne y sus comparaciones con mi madrina durante toda la etapa combativa, me llenaban de orgullo:

«Celia fue la pionera de este pelotón, lo demostró en el combate de Uvero. Fue su principal baluarte; hasta en el diseño del uniforme, estuvo su voz. Primero, Fidel quería un mono como uniforme. Celia dijo: “No, no. Y cuando tengan que orinar, se van a quedar en cueros”.

«Se preocupaba por los más mínimos detalles, era capaz de conocer el estado anímico de cada una con solo mirarnos: ¡la madraza de todos!

«Nos pasábamos días sin bañarnos, sin embargo, cuando hallaba una flor, se la colocaba a un lado del cabello, se pintaba... ¡por tu vida, ¡qué femenina era! Nosotras aprendimos esos detalles con ella.

«Generalmente no había almohadillas sanitarias, rompíamos cualquier ropa para utilizar los trapitos. En mis días de ciclo menstrual yo usaba mis medias. Cuando necesitaba lavarla, corría al arroyo y utilizaba la otra. Así hacían las demás compañeras del pelotón».

***

Las mentiras o traiciones la enfurecían y de qué manera. Tenía la habilidad de descubrir la mentira o el engaño a través de las miradas, gestos, movimientos de labios, frases de quien tuviera delante, y desmentía a cualquiera al instante, sin tener en cuenta el rango o grados que poseyera la persona, incluso, si tenía que recurrir a alguna palabrota lo hacía con la misma serenidad que la identificaba. Algunos no aceptaban tales crudezas, pero sí puedo decir que la admiraban y respetaban más.

En ese sentido, conmigo usaba otros métodos, aunque mi falta hubiese sido muy grande, nunca me dijo una palabra fea. En más de una ocasión, le contesté cuando no estaba de acuerdo con algo, y quien me regañaba fuerte era Titi, que me decía: «Te voy a dar una zurra con un cinto, si sigues faltándole el respeto a tu madrina». Eran actos de malacrianzas, en ella yo solo veía a mi madre. Igual les sucedía a mis hermanos. Si se acaloraba por teléfono con alguien, por algún incumplimiento de alguna tarea relacionada con Fidel, después, al dirigirse a nosotros, ya era la misma Celia cariñosa de la casa.

***

Celia era sinónimo de pueblo. Desde niña venía impregnada de un sentimiento colectivista y solidario que había practicado en Media Luna, Manzanillo y Pilón; y ahora la Revolución le posibilitó engrandecer sus acciones. Ver feliz a quienes la rodearan era uno de sus anhelos.

***

A Fidel lo vi inclinado en el féretro con sus dos manos sobre el sudario, observándola detenidamente, con su cara enrojecida y lágrimas que no pudo contener. Pensé en ese instante: «Es la despedida de un guerrillero a una guerrillera».

A través de Nidia Sarabia conocí que Yeyé estuvo muy conmovida, pero que se ponía peor al ver el estado en que se encontraba el Comandante.

Nunca disminuyó la cantidad de personas que desfiló ante ella. Venían de todas partes, hasta extranjeros de visita en La Habana fueron a darle su adiós.

Fuente: Fragmentos del libro Celia, mi mejor regalo.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Juan Carlos Vecino dijo:

1

11 de enero de 2020

08:56:56


gloria eterna Camarada CELIA !!!

jacqueline dijo:

2

11 de enero de 2020

10:40:50


que por siempre perdure su obra y que habiten muchas CELIA en cada mujer cubana

jacqueline dijo:

3

11 de enero de 2020

10:42:24


que su obra perdure por siempre y que habiten muchas CELIA en cada mujer cubana

Ramón dijo:

4

12 de enero de 2020

03:24:59


Siempre Celia! YO SOY FIDEL!

Jorge Puente Reyes dijo:

5

12 de enero de 2020

22:18:19


Qué gran revolucionaria, magnífica persona y una educadora excepcional. Como ella tenemos a muchas mujeres cubanas que hoy hacen Revolucion. Gloria eterna a Celia.