ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Diecisiete hombres caminan hacia la aniquilación. El cardenal Maurer llega a Bolivia desde Roma. Trae las bendiciones del Papa y la noticia de que Dios apoya decididamente al general Barrientos contra las guerrillas.

Mientras tanto, acosados por el hambre, abrumados por la geografía, los guerrilleros dan vueltas por los matorrales del río Ñancahuazú. Pocos campesinos hay en estas inmensas soledades; y ni uno, ni uno solo, se ha incorporado a la pequeña tropa del Che Guevara. Sus fuerzas van disminuyendo de emboscada en emboscada.

El Che no flaquea, no se deja flaquear, aunque siente que su propio cuerpo es una piedra entre las piedras, pesada piedra que él arrastra avanzando a la cabeza de todos; y tampoco se deja tentar por la idea de salvar al grupo abandonando a los heridos.

Por orden del Che, caminan todos al ritmo de los que menos pueden: juntos serán todos salvados o perdidos. Mil ochocientos soldados, dirigidos por los rangers norteamericanos, les pisan la sombra. El cerco se estrecha más y más. Por fin delatan la ubicación exacta un par de campesinos soplones y los radares electrónicos de la National Security Agency, de los Estados Unidos. La metralla le rompe las piernas.

Sentado, sigue peleando, hasta que le vuelan el fusil de las manos. Los soldados disputan a manotazos el reloj, la cantimplora, el cinturón, la pipa. Varios oficiales lo interrogan, uno tras otro. El Che calla y mana sangre. El contralmirante Ugarteche, osado lobo de tierra, jefe de la Marina de un país sin mar, lo insulta y lo amenaza.

El Che le escupe la cara. Desde La Paz, llega la orden de liquidar al prisionero. Una ráfaga lo acribilla. El Che muere de bala, muere a traición, poco antes de cumplir cuarenta años, exactamente a la misma edad a la que murieron, también de bala, también a traición, Zapata y Sandino.

En el pueblito de Higueras, el general Barrientos exhibe su trofeo a los periodistas. El Che yace sobre una pileta de lavar ropa. Después de las balas, lo acribillan los flashes. Esta última cara tiene ojos que acusan y una sonrisa melancólica. Creía que hay que defenderse de las trampas de la codicia, sin bajar jamás la guardia.

Cuando era presidente del Banco Nacional de Cuba, firmaba Che los billetes, para burlarse del dinero. Por amor a la gente, despreciaba las cosas. Enfermo está el mundo, creía, donde tener y ser significan lo mismo. No guardó nunca nada para sí, ni pidió nada nunca. Vivir es darse, creía; y se dio.

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idania rosa dijo:

41

14 de octubre de 2019

14:52:01


Recientemente leí un artículo sobre la muerte del che, donde se comparaba con Jesús, yo nací un mes y 23 dias despues de su muerte, había leído mucho de como fue asesinado, pero en el aniversario 51 vi unas fotos que me impresionaron tanto que la primera imagen que me vino a mi mente fue jesús, el cuerpo semi desnudo, piel blanca, cabello largo y tenia los ojos abiertos, a pesar de que sabia eran fotos apenas podia desprenderme de esas imagenes, por eso cuando algunos foristas lo comparaban con jesús no estaban lejos de que si habia un parecido, yo no practico ninguna religión, ni soy fanática, creo en dios grandemente, no veo ningún disparate que se le compare, lean bien lo que el che queria para el mundo, y lean la biblia, viva el che por siempre y nuestro jesús misericordioso.

Sonia Ortiz Amaró dijo:

42

16 de octubre de 2019

20:22:43


El imperialismo mató al Ché y el sentido de justicia que comparten los revolucionarios del mundo, lo han eternizado.

Silvano dijo:

43

28 de abril de 2021

23:27:00


Si hay un militante revolucionario que siempre actuó como pensaba ese fue el Che. Mas temprano que tarde la historia expondrá, con nombre y apellido, a los traidores de la heroica gesta de Bolivia.