Un cocodrilo reposa inmóvil a orillas de su poceta, a pocos metros de la entrada principal del Jardín Zoológico de La Habana. A las 11 de la mañana no quiere moverse, prefiere tomar el sol con la mandíbula abierta para calentar su sangre fría, luego de que en la noche y madrugada bajaran las temperaturas, como suele ocurrir en estos días de primavera tropical. Un muchacho vestido de gris le lanza una piedra, no atina. Toma otra y le pica cerca. «Muévete, haz algo», grita desquiciado. «Con esta lata de refresco se moverá», seguramente piensa.
Acto seguido de recibir el latazo en el hocico, el cocodrilo se echa al agua y los espectadores, divertidos con la «hazaña» del muchacho, ríen. «Mira, viste qué grande era», le dice una madre a su niño en brazos, mientras se alejan de la escena para seguir su recorrido por el Zoológico de la calle 26, en Nuevo Vedado.
Como ella, el resto.
Por la inconciencia de la gente, aquí la mayoría de los cocodrilos tienen problemas en la vista, me cuenta el biólogo Ernesto Guevara Ibáñez, especialista del Grupo de Educación Ambiental del Jardín Zoológico de La Habana.
El cocodrilo necesita del sol para recuperar energías. Por eso se la pasan tiesos todo el día y solo se mueven para comer. Eso irrita a algunos visitantes que, cuando no les basta una piedra o una lata vacía, incluso llegan a lanzarles botellas para lograr en ellos una reacción, se lamenta Guevara Ibañez.
Aunque los animales en exhibición son el principal atractivo del Jardín, es también interesante el recorrido por el Aula Museo del Zoológico, que muestra una amplia variedad de animales disecados para educar a niños y familiares en el cuidado y protección del medio ambiente. Entre esa variedad de especies, resalta el especialista, muchas están allí luego de exhibirse en este centro y morir a causa de negligencias de los visitantes.
Es el caso del tapir americano, único de su tipo en los zoológicos de Cuba, que murió hace dos años debido a que las familias le daban de comer cualquier tipo de alimentos, principalmente pellys, muy salados para esa especie. Él, atraído por la sal y el crujido, no podía resistirse, hasta que un día le echaron un paquete entero, con nailon y todo, se lo comió, y sufrió días más tarde de una oclusión intestinal.
Dos años después podría ocurrir lo mismo con otros animales. Al hipopótamo de la laguna, aunque nada con timidez, alejado de los curiosos, muchos tratan a diario de llamarle la atención con caramelos y otros alimentos. Varios paquetes de pellys flotan en el agua, junto a latas de refresco y cerveza, entre otras suciedades.
Lo mismo pasa con los primates. Aun cuando se alerta desde la entrada del Zoológico que está prohibido dar alimentos y acercarse a los animales en exhibición, los visitantes les tiran cualquier chuchería a los monos, solo por verlos de cerca.
También les gritan, para que hagan monerías, «sin darse cuenta de que eso altera al animal. Por eso el mono se muerde, llora, patalea, salta por toda la jaula. No es una gracia lo que hace, es una manifestación del estrés que le provocan los gritos», explica.
Aunque nos sentimos orgullosos por el trabajo educativo y de prevención que hacemos dentro del Zoológico, principalmente desde el Departamento de Educación Ambiental, donde tenemos proyectos comunitarios y talleres para el adulto mayor, aún es insuficiente, comenta Guevara.
Muchos de quienes visitan el Zoológico, por la inconciencia, no perciben que estos actos son muestras de maltrato hacia estas especies salvajes en exhibición, reflexiona.
No obstante, la carencia de un cuerpo legal impide a la institución, por ejemplo, multar a quienes lastiman, tal vez sin querer, a los cocodrilos; a quienes ensucian sus pocetas, o a aquellos que gritan a los primates, o les dan de comer alimentos que no deben ingerir.
Alrededor de las cuatro de la tarde, en el Jardín Zoológico de La Habana vuelve la tranquilidad y los trabajadores, como siempre a estas horas, se ponen en función de dejarlo todo limpio, otra vez. Retiran de las pocetas las latas y suciedades, mientras los cocodrilos, los primates, el hipopótamo y el resto de las especies en exhibición, retoman la calma. Mañana será otro día agitado.



















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las leyes del desarrollo de Marx aquí no se cumplen dijo:
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