Che y Camilo no se conocieron en México. El Guerrillero Heroico fue junto con Raúl una de las primeras captaciones que hizo Fidel para la lucha guerrillera con que pensaba impulsar la insurrección popular armada contra la tiranía batistiana.
Sucedió en la capital azteca, una noche de julio de 1955, después de una cena en casa de María Antonia González. Camilo, en cambio, fue una de las últimas incorporaciones. Llegó a Ciudad México en octubre de 1956 y contactó con su amigo Reinaldo Benítez para unirse a la expedición.
Fidel al principio no quiso aceptarlo. Pero Camilo insistió tanto que el Jefe de los moncadistas le pidió a uno de sus hombres de confianza, René Rodríguez Cruz, El Flaco, que investigara al muchacho de Lawton. Para suerte de este, El Flaco conocía al futuro Señor de la Vanguardia pues habían trabajado juntos en una tienda de ropa de la calle Galiano. Pablo Díaz, otro futuro expedicionario, también lo recomendó. Y Camilo fue aceptado.
Fue después de la dispersión de Alegría de Pío que el habanero y el rosarino se conocieron. El grupo que conducía Almeida por aquellos inhóspitos parajes, al llegar al mar, se topó con tres compañeros que dormitaban en un bajareque. Uno de ellos era Camilo. Y Almeida los incorporó a su grupo.
Solía decir el Che, que al principio, «éramos dos caracteres muy diferentes. Y fue meses después que llegamos a intimar, extraordinariamente. Chocábamos por cuestiones de disciplina, por problemas de concepción de una serie de actitudes dentro de la guerrilla. Camilo en aquella época estaba equivocado. Era un guerrillero muy indisciplinado, muy temperamental; pero se dio cuenta rápidamente y rectificó aquello».
Cuenta el Che que por aquellos días en el grupo de Almeida, el luego Señor de la Vanguardia «tenía hambre y quería comer, tuvimos varias broncas con él porque quería constantemente meterse en los bohíos para pedir algo; y dos veces por seguir los consejos del «bando comelón» estuvimos a punto de caer en las manos de un ejército que había asesinado allí a decenas de nuestros compañeros».
Su infinita voracidad no empañaba su calidad humana, sus buenos sentimientos solidarios. Según el Guerrillero Heroico, «al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo -viendo que yo no tenía nada que comer, ya que la frazada no era un buen alimento, compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad».
Pronto la audacia y el valor sin límites del Señor de la Vanguardia le ganaron la admiración de todos los rebeldes. En el combate de La Plata (17 de enero de 1957), en medio de la balacera, Camilo se adelantó temerariamente hacia el cuartel, arrancó parte de la cerca de madera que lo rodeaba y penetró fusil en mano. Los soldados, decidieron rendirse.
Fidel rememoraría luego: «Quién se iba a imaginar, en aquellos momento en que todavía no había habido combates o acciones importantes, no había hazañas, quien se iba a imaginar que aquel compañero, que nosotros veíamos como un goloso, iba a ser realmente el gran jefe, el gran soldado, el extraordinario soldado que fue».
Cuando el Che asumió la jefatura de la segunda columna rebelde, hubo que destituir por una grave indisciplina al jefe de su vanguardia. Y Fidel pensó enseguida sustituirlo con Camilo. Junto al Che combatió en varias batallas. Cuenta el rosarino que en el segundo ataque a Pino del Agua, al caer muertos los sirvientes de una ametralladora rebelde, Camilo se precipitó sobre el arma, en medio de un huracán de fuego,«para defenderla y salvarla, dos balas le dieron, una le atravesó el muslo izquierdo y otra le perforó el abdomen […] Todos pensábamos que había muerto, después celebrábamos su suerte, pues la bala le había entrado y salido por el abdomen sin interesar los intestinos».
No es de extrañar que cuando Fidel y Che planeaban la invasión a Las Villas, ya en 1958, pensaran en Camilo como el jefe de una segunda columna invasora. El Guerrillero Heroico le escribiría entonces: «Te aviso que tenemos, con el mandamás, un proyecto bonito mediante el cual plantarás la maceica bandera en Pinar y yo laburaré [sic] de Máximo [Gómez], como corresponde».
En el centro de la Isla, Camilo continuó sus hazañas y su audacia devino leyenda. Tras el triunfo, se convirtió en un estrecho colaborador de Fidel quien le asignaba importantes misiones que cumplía satisfactoriamente. En una de ellas perdió la vida. Escribiría entonces el Che: «lo mató su carácter. Camilo, no medía el peligro, lo utilizaba como una diversión, jugaba con él, lo toreaba, lo atraía y lo manejaba; en su mentalidad de guerrillero no podía una nube detener o torcer una línea trazada».
El rosarino lo calificaría como el más grande jefe de guerrillas que dio esta revolución, revolucionario sin tacha y amigo fraterno. Objeto permanente de evocación cotidiana, añadía, presente en los otros que no llegaron y en aquellos que están por venir, «en su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo».



















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ROMEO ADALID MARTINEZ CISNEROS dijo:
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28 de octubre de 2017
00:10:03
Carlos Alberto dijo:
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