ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Mijaín va hoy por su quinta dorada. Foto: Ricardo López Hevia

París.–Cuando salió a su primer combate, desde que estuvo a la vista de la sala instalada en el Campo de Marte, y mientras los altavoces desgranaban su obra de invencible, la ovación tronó en las tribunas. Una leyenda del deporte mundial, y de la lucha, comenzaba su camino hacia la cima de otra montaña. Mijaín López ha venido a la conquista de París.

Ya está en la final, después de tres victorias inobjetables, en las cuales, aun cuando sigue impresionando por esa geografía humana en modo Hércules, brilló por su maestría deportiva. Fue imbatible, porque tácticamente lo hizo perfecto.

«Hoy es un día muy feliz, muy bonito, no solo para mí, sino también para el mundo, pero sobre todo para mis cubanos, allá en mi tierra. Sé que estuvieron pendientes de cada pelea. Algunos siempre confiaron, y se los agradezco; otros dudaron, no por malicia, más bien porque son seres humanos y pudieron tener temores. Para ellos, también mi gratitud», nos dijo tras su último triunfo ayer, en semifinales, ante el azerí Sabah Saleh Shariati.

Qué gran responsabilidad la de saberse querido y seguido, saber que de él dependen las emociones tras bajar del colchón.

«Solo he cumplido una vez más. Siempre que he dicho que voy a enfrentar un compromiso, sea olímpico o mundial, o de otra índole, no le he fallado a mi pueblo. Es mi inspiración».

En su primer combate, el surcoreano Lee Seungchan lo intentó todo frente a una mole de músculos, que parece que no le han pasado las cuatro décadas de constante cultivo. En cambio, el Gigante de Herradura, sin desesperarse, fue desgastándolo físicamente, hasta que fue presa fácil de su exigencia. El rotundo 7-0 aflojó al resto de los aspirantes.

Uno de ellos era el principal adversario, el actual campeón mundial, el iraní Amin Mirzazadeh. Una pasividad, provocada por el constante embate del cubano, fue el primer punto que recibió el titular del orbe, y el que lo llevó a la posición de cuatro puntos, y acto seguido vino el desbalance de Mijaín para cerrar 3-0 el periodo inicial. En el segundo, el iraní consiguió la unidad por pasividad, pero no quiso nada con su rival. Al parecer hizo bien, aunque eso selló su derrota.

Shariati sí pidió que Mijaín fuera al piso, en el segundo round de la semifinal, y ahí terminó, porque el rey de la lucha buscó el momento preciso para contragolpear y lograr el definitivo 4-1 que lo instaló en la final.

«Yo no trabajaba esa posición, por eso he perdido un poco la noción del espacio cuando estoy en ella. Sin embargo, sí identifico rápido las posibilidades defensivas y cómo pasar al ataque. Eso fue lo que hice».

–¿Leonor ya tiene el clavito para colgar la quinta?

–Claro, mi mamá no pierde. Es una vencedora. Es una suerte tenerla conmigo, que pueda ver esta quinta final olímpica consecutiva.

–Es la primera vez que no está Bartolo en un reto tuyo, ¿cómo lo sientes?

–Mi papá no pudo verlo, pero él lucha conmigo. Esta medalla va dedicada a él. La vida no le permitió llegar a este momento, pero el cumplió, dejó al mejor del mundo en la tierra.

–Viene una final con un adversario muy conocido, casi empezaron juntos sobre los colchones. ¿Qué piensas de ella?

–Será una final muy bonita, de hermandad. Yasmani Acosta y yo empezamos en esto hace mucho tiempo, éramos unos niños, y ahora nos mediremos por un título olímpico.

«Él decidió vivir en otro país, en Chile, al que ahora representa, pero es cubano, la sangre de la misma tierra nos corre por las venas. No se pudo dar en Tokio-2020, ahora él llegó, justo en lo que será mi última pelea. Va a ser hermoso, y lo felicito por este logro, lo merecía».

–¿Cómo se duerme esta noche (ayer)?

–Tranquilo.

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