LIBERTAD PARA LOS CINCO PRISIONEROS POLITICOS DEL IMPERIO
¡LIBERTAD YA PARA LOS CINCO ANTITERRORISTAS CUBANOS!

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4 de Agosto de 2001

Declaración de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba

Cinco patriotas cubanos son prisioneros políticos del Imperio. Sufren ya más de 34 meses de injusto encierro en una cárcel del Sur de la Florida. Para René González Sehwerert, Ramón Labañino Salazar, Fernando González Llort, Antonio Guerrero Rodríguez y Gerardo Hernández Nordelo han sido casi tres años de humillaciones y vejaciones constantes, de grosera y sistemática violación a sus derechos individuales, de arbitrarios y largos períodos de total incomunicación.

Son inocentes. No han cometido delito alguno.

Se les castiga porque los enemigos de Cuba ven en ellos, magníficamente resumidos, la dignidad, el valor, y las virtudes de la Patria que se empeñan, inútilmente en destruir. Son víctimas de una infame y colosal injusticia que significa el inicio, por la actual Administración del Señor Bush, de una nueva etapa, más cruel y desvergonzada aún, de la larga y sucia guerra que Estados Unidos lleva a cabo contra el pueblo cubano y su Revolución.

Con imputaciones completamente fraudulentas, y presiones y maniobras sobre los miembros del jurado, se les condenó por supuestas actividades de espionaje que nunca fueron probadas y a pesar de que en el mismo juicio los acusadores reconocieron que no habían poseído secreto alguno ni habían llevado a la práctica el imaginario delito.

Resulta imposible en Miami lograr un veredicto justo en cualquier caso relacionado con Cuba. Allá se pasean por las calles terroristas confesos, se jactan de sus fechorías, las anuncian y preparan públicamente, sin que las autoridades hayan hecho jamás absolutamente nada para impedir sus acciones o sancionarlas. La mentira, la histeria y el odio anticubano envenenan aquel medio sometido a una camarilla corrupta y fascistoide. Basta recordar el secuestro de Elián González, un niño de seis años, brutalmente separado de su padre y su familia, maltratado y explotado desvergonzadamente ante las cámaras de televisión, retenido en un sitio rodeado de matones armados y vociferantes demagogos que desafiaron las leyes, insultaron y amenazaron al Gobierno Federal, pisotearon la bandera, dañaron bienes ajenos y hasta amagaron con incendiar la ciudad. Para rescatar al niño fue preciso realizar un delicado operativo que según las propias autoridades fue especialmente riesgoso porque enfrentaron la terca obstrucción organizada por individuos fuertemente armados. ¿Dónde estaban entonces el FBI y los fiscales de la Florida? ¿Qué hicieron frente a esa bochornosa impudicia de la que el mundo entero fue testigo y fue repudiada por la humanidad y por el conjunto de la sociedad norteamericana? Los derechos más elementales de un niño, incluyendo su integridad física y psicológica, fueron ultrajados flagrantemente, la ley, la decencia y el honor norteamericanos fueron pisoteados, pero nadie, nunca, fue apresado, ni sometido a juicio, ni siquiera acusado.

Esos individuos, alistados y entrenados por la CIA contra Cuba, pagados durante décadas con fondos del presupuesto federal, han mantenido un permanente y estrecho contubernio con los extremistas de ultraderecha y han intervenido en la vida interna de la sociedad norteamericana actuando siempre contra los intereses del pueblo de Estados Unidos. Ellos están asociados a los peores episodios allá ocurridos: el magnicidio del Presidente Kennedy, el escándalo de Watergate, el asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffitt, el suministro clandestino de armas a la contra nicaragüense y el narcotráfico a él vinculado, el contrabando de personas y de drogas ilícitas, el secuestro de Elián González y el fraude y el despojo de los derechos de decenas de miles de electores afroamericanos en las elecciones de noviembre del 2000 en la Florida.

Cuba siempre ha dicho la verdad abierta y francamente: jamás hemos atentado contra la seguridad nacional de Estados Unidos. Pero sí proclamamos nuestro irrenunciable derecho y nuestra sagrada obligación de defendernos de las acciones terroristas y criminales que impunemente organizan, arman, pregonan y lanzan contra Cuba, desde territorio norteamericano los bandidos de la mafia anexionista. Desenmascarar esas acciones es una noble, digna y heroica misión que contribuye a salvar vidas cubanas y estadounidenses y corresponde con los intereses vitales de ambos pueblos.

La Revolución cubana a todo lo largo de su desarrollo ha sido objeto de una política de agresión sistemática, una verdadera guerra de la que no han estado ausentes el terrorismo, los sabotajes y los asesinatos. Esa guerra dura ya más de 42 años. El agresor ha sido y es el gobierno de Estados Unidos. Nadie tiene derecho a ignorarlo porque esa afirmación puede comprobarse fácilmente en documentos oficiales norteamericanos casi todos mantenidos en secreto hasta que finalmente vieron la luz en años recientes. Todavía ocultan buena parte de su contenido pero aun así revelan claramente, sin la menor duda, la total responsabilidad de ese Gobierno en una agresión que no ha cesado. A continuación mencionamos algunos datos explícitamente reconocidos y descritos en esos documentos por sus responsables y que son por tanto verdades irrefutables:

La Agencia Central de Inteligencia, cumpliendo instrucciones precisas del Presidente Eisenhower, intervino activamente en los asuntos de Cuba, desde 1958, antes del triunfo del movimiento revolucionario que trató de impedir; sostuvo a los batistianos antes y después de su derrota y entre ellos reclutó agentes y colaboradores a los que convertiría en el núcleo principal de la "oposición" contrarrevolucionaria fabricada por ella. Así consta en el libro editado en 1991 por el Departamento de Estado que contiene comunicaciones, hasta entonces reservadas, que cubren los años 1958-1960.

Desde 1959 Estados Unidos comenzó a conspirar para tratar de derrocar al Gobierno cubano mediante un programa de acciones encubiertas que incluyeron el terrorismo y los sabotajes y la invasión militar de Playa Girón. Su detallada descripción aparece en el Informe de quien en la época era el Inspector General de la CIA, redactado en octubre de 1961 y divulgado por primera vez en febrero de 1998.

Después del fracaso de Bahía de Cochinos, Estados Unidos continuó fomentando el crimen y el terrorismo mediante la llamada "Operación Mangosta" y concibió planes incluso para una invasión militar directa con sus tropas como reflejan los textos oficiales correspondientes al período 1961-1963 del volumen publicado en 1997 por el Departamento de Estado.

También en 1997 fueron revelados más de 1 500 páginas de materiales hasta entonces clasificados del Pentágono, que muestran la inaudita contumacia de esa política. Uno de ellos, fechado el 13 de marzo de 1962, lleva el significativo título de "Pretextos para justificar una intervención militar de Estados Unidos en Cuba". Entre tales pretextos, por cierto, incluían la fabricación de incidentes con el empleo de supuestas aeronaves civiles semejantes al que organizarían años después los terroristas de Miami.

En 1975 la comisión especial del Senado dirigida por el Senador Frank Church divulgó su Informe sobre los planes para asesinar líderes extranjeros. Una buena parte de él se refiere a los numerosos intentos, a lo largo de muchos años, de asesinar al Presidente Fidel Castro, dirigidos directamente por la CIA y con la participación de los terroristas de Miami e incluso utilizando al crimen organizado y la Mafia.

El 23 de junio de 1989 la Fiscalía General de Estados Unidos emitió una decisión —publicada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 8 de mayo de 1992— declarando inadmisible en territorio norteamericano al conocido terrorista Orlando Bosch y aduciendo para fundamentar su determinación la posesión de numerosas pruebas sobre sus crímenes pasados y presentes incluyendo el de haber codirigido el sabotaje en pleno vuelo de un avión civil cubano en octubre de 1976. Pese a ello el entonces presidente Bush dispuso que este personaje fuese puesto en libertad. Actualmente el señor Bosch sigue actuando en Miami con total impunidad.

Los anteriores son sólo algunos ejemplos. Envalentonados por el prolongado apoyo de unas autoridades que inicialmente los enrolaron, adiestraron y dirigieron para matar, que los han respaldado y protegido o han sido cómplices y tolerado sus fechorías, los terroristas han dejado constancia de lo que hacen en reportajes, declaraciones y entrevistas públicas que han tenido y tienen amplia difusión en la prensa escrita, radial y televisiva de Miami. Ninguno de ellos ha sido molestado nunca por quienes se supone estarían obligados a detener sus crímenes.

En noviembre de 1996, por ejemplo, el Canal 23 de la televisión de Miami entrevistó, en vivo, a Orlando Bosch y a Luis Posada Carriles —veterano de la CIA, coautor del sabotaje al avión cubano en 1976, oficial secreto de la Casa Blanca para el suministro ilegal de armas a la Contra nicaragüense— quienes, conscientes de que nada les pasaría, se ufanaron de su trayectoria delictiva y enfatizaron que continuarían su campaña terrorista contra Cuba.

El 12 y el 13 de julio de 1998 el diario The New York Times, en su primera plana, publicó la entrevista que le hiciera a Posada Carriles, en la que éste, el más notorio terrorista del Hemisferio, asumió la responsabilidad por varias explosiones de bombas que estallaron en La Habana en 1997, una de las cuales ocasionó la muerte a un joven turista italiano, explicó el cuantioso financiamiento que para sus acciones recibe de la llamada Fundación Nacional Cubanoamericana, anunció la realización de nuevos ataques terroristas contra Cuba y alardeó de sus repetidas visitas al territorio norteamericano y sus estrechos vínculos con sus antiguos colegas de la CIA. Días después en otra entrevista a un canal de televisión de la Florida reiteró sus desfachatadas declaraciones. Todavía hoy en la ciudad de Miami se organizan actos públicos de apoyo a este vulgar asesino y desde allí se pagan sus actividades.

Es incuestionable el derecho de Cuba a defenderse ante quienes intentan destruirla y aniquilar a su pueblo. Nuestra defensa ha sido especialmente compleja y difícil porque los grupos terroristas poseen nexos íntimos con agentes y funcionarios del Gobierno norteamericano con quienes han conspirado durante muchos años y porque las autoridades de Estados Unidos, en el mejor de los casos, han mantenido una indolente tolerancia frente a ellos. Cuba, sin embargo, ha hecho todo lo posible para advertir a Washington, por canales discretos y también públicamente, de los peligros de esas acciones y ha entregado informaciones obtenidas por el heroico sacrificio de hombres como los que hoy guardan injusta prisión. De ese modo les alertamos sobre la presencia de individuos armados en los alrededores y en la casa donde retenían a Elián y los planes que tenían para oponerse a su liberación. Después de lograda ésta, quienes la dirigieron y ejecutaron han reconocido la veracidad y exactitud de las mismas informaciones que les suministramos.

(continúa)

 

 

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