Grupo F |
"Son extraños estos italianos. Pierden
la guerra como si fuera un partido de fútbol y juegan los partidos como
si fuera una guerra" |
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Entre la "vejez" y la falta de ideas ARIEL B. COYA Tan incuestionable resulta el vínculo de Italia con los valores estéticos que cuesta asimilar su desapego por la belleza en el fútbol, aunque más que desapego es rechazo. Un orgulloso rechazo. En el fútbol italiano solo existe una máxima: ganar. No importa cómo, ni cuándo, ni dónde. El objetivo final, más allá de la calidad ornamental del proceso, es siempre la victoria. El fondo sobre la forma. De ello se desprende que en el calcio no se juega, se trabaja. Y nada expresa mejor esa filosofía que la divisa fundacional de la Juventus de Turín, uno de sus clubes más laureados y representativos: Delectando fatigamur. Por el sufrimiento al placer.
Solo así se explica que haya conquistado cuatro Mundiales una selección como la transalpina, que antepone a ultranza el pragmatismo a la fantasía y los cerrojos defensivos al fútbol de ataque, y que para abrazar la gloria debe poner a prueba antes las coronarias de su afición, yendo de menos a más en un crescendo estrepitoso. Delectando fatigamur. Quizá durante el pasado Mundial en Alemania, el conjunto del técnico Marcello Lippi se desmarcó a ratos de ese esquema, pero ni por esas dejó de predicar los mismos valores de siempre en aras del triunfo, tal y como sigue haciéndolo ahora, aunque los resultados no la hayan acompañado en sus últimas incursiones. Si en la Eurocopa del 2008 lució francamente mal (con Roberto Donadoni en el banquillo), en la Copa Confederaciones del 2009 le fue aún peor. Torpe, avejentada, descosida hasta en sus habituales atributos históricos, Italia cayó eliminada en la fase inicial, tras encajar sendos reveses (0-1 y 0-3) ante Egipto y Brasil, que le zarandeó sin compasión jugando incluso a media máquina. "Le mummie siamo noi" (Las momias somos nosotros) tituló entonces jocosamente en su portada La Gazzetta dello Sport, tras la derrota contra los Faraones, mientras alentaba enfáticamente a "acelerar la inclusión de algunos jóvenes" para no repetir el "ridículo" en su decimoséptima expedición mundialista un año más tarde. CON F DE FAVORITO Así y todo, Italia terminó invicta las eliminatorias en el Grupo 8 de la UEFA, con siete victorias y tres empates ante Irlanda, Bulgaria, Chipre, Montenegro y Georgia, aunque no aseguró su pase sino hasta la penúltima fecha. Igual que en 1982 y 2006. Tras el sorteo, quedó enclavada en la llave F junto a Paraguay, Nueva Zelanda y Eslovaquia, a las que enfrentará sucesivamente desde el 14 de junio. Con el antecedente inmediato de completar la mejor eliminatoria de su historia con 33 puntos (10 triunfos, tres empates y cinco derrotas), la selección guaraní que dirige el argentino Gerardo Martino asistirá a su cuarto Mundial consecutivo buscando reeditar cuando menos las actuaciones de 1998 y 2002, en las que cayó en octavos ante dos eventuales finalistas como Francia y Alemania. Heredera futbolística de la antigua Checoslovaquia, que antes de su escisión sumó ocho participaciones con dos finales incluidas (1934 y 1962), Eslovaquia debutará en Sudáfrica, tras encabezar el Grupo 3 de la UEFA, en el que solo perdieron contra Eslovenia. En tanto, los All Whites han devenido también una unidad compacta bajo las órdenes del DT Ricki Herbert, con lo cual anularon ofensivamente a Bahrein en los 180 minutos de repesca para clasificarse por segunda vez, tras su debut en España’82. Y aunque casi nadie en su sano juicio le restaría un ápice a su condición de favorita para encabezar el grupo, la azzurra tampoco lo tendrá precisamente fácil contra unos rivales que, a su imagen y semejanza, apuestan por el rigor defensivo. Porque la clave del orden espartano que dicta Lippi reside ante todo en las "pataditas" que a diestra y siniestra reparte incansablemente Gattuso. O en las infinitas barricadas que a lo largo del campo custodian legionarios como Cannavaro, Zambrotta y Grosso. O en la formidable seguridad bajo los tres palos de Gianluigi Buffon. No así en la capacidad goleadora de Gilardino, Di Natale o Iaquinta. Ni en los leves chispotazos de creatividad que, muy de vez en vez, puedan aportar hombres como Camoranesi y De Rossi. De modo que es en este apartado que tanto deplora, donde más se concentran las escaseces de Italia. Desechado el poeta Cassano, por impredecible y cáustico, y con Del Piero y Totti a las puertas de la jubilación, a Lippi solo le queda la imaginación de Pirlo, el refinado y sibilino centrocampista en el que todo acaba apoyándose. Si este se apaga o renquea, adiós y buenas noches. Italia, sin cerebro, caerá irremisiblemente en coma. El menor de sus problemas, por lo tanto, está en la "tercera edad" de sus veteranos. |
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