La caña deviene corazón de la producción azucarera. Hace más de
un siglo el sabio cubano Álvaro Reynoso precisó algo que hoy
mantiene total vigencia: aplicarle a los retoños, tras el corte, la
asistencia de las cepas y por esa vía, como lo hacen varias
unidades, darle salud y aumentar las toneladas por hectárea.
Tras el Jesús Rabí, líder con 71 toneladas por hectárea, aparecen
el Abraham Lincoln, Boris Luis Santa Coloma, Manuel Fajardo y el
Arquímedes Colina, con registros superiores a las 50 toneladas.
Hace cuatro años el promedio nacional no llegaba a las 30
toneladas y varios de los que hoy afrontan dificultades alcanzaban
niveles muy por encima. La lista de los rezagados incluye al Amancio
Rodríguez, Siboney y el Ignacio Agramonte, puntales agramontinos.
La zafra recién abierta es la oportunidad de los cañeros
ineficientes para evitar nuevas demoras en la atención y de no
hacerlo repetirán los pobres rendimientos de los últimos años.
El sector está obligado a eliminar ese escollo y responder en su
base cañera los acuerdos que, sobre el tema, aparecen en los
Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido.
Las medidas organizativas tomadas por Azcuba incluyen el mejor
uso de los recursos técnicos y humanos, el incremento del precio de
la caña y el estímulo para el personal agrícola.
Cierto que la mecanización tiene sus costos por la compactación
que deja en el suelo el ir y venir de miles de pesados equipos, por
eso una efectiva atención a los retoños debe ser inviolable.
Un experimentado investigador como el cañero mayor de Cuba Ramón
Castro Ruz, demostró dada la experiencia recogida a pie de surco que
"no debe esperarse ni un día para iniciar la inmediata ejecución de
los cultivos".
La violación de este proceso, apuntó, compacta los suelos y en
ese hostil ambiente las malas hierbas ganan terreno e interfieren en
el crecimiento de los retoños.