Detrás de tal realidad, el internacionalismo cubano en esta
nación resguarda rostros como el de Yaisel del Carmen Medina, joven
oftalmóloga quirúrgica, quien desde marzo último se desempeña como
única especialista de su tipo en el Hospital Comunitario de
Referencia La Renaissance —sede del programa Operación Milagro en
Haití— ubicado en Puerto Príncipe, la capital haitiana.
Según cuenta Yaisel, cuando llegó a Haití, en octubre del 2011,
funcionaban dos posiciones del programa: una itinerante y una fija.
Hoy, cuando solo persiste esta última, las palabras de orden siguen
siendo compromiso y entrega, conceptos que han hecho posible no solo
mantener los estándares de calidad y cantidad de pacientes vistos en
consulta y en el salón, sino incrementarlos.
¿A qué cree que se debe el éxito del programa?
A medida que pasa el tiempo las personas se van comunicando.
Cuando se ofrece un servicio de calidad, ellas también lo van
diciendo. La población haitiana conoce que se hace cirugía de forma
gratuita, conoce del prestigio de los médicos cubanos y el impacto
en la calidad de vida del pueblo a través del trabajo realizado
durante estos años.
Además, hay que tener en cuenta la identificación que hemos
alcanzado como equipo de trabajo. Ese esfuerzo coordinado desde la
línea preoperatoria, la compensación clínica y la llegada del
paciente al salón de operaciones, de conjunto con la habilidad
adquirida durante los 23 meses que llevo en Haití, han hecho posible
los resultados que hoy se muestran.
¿Cómo es la dinámica del trabajo?
Realizamos cirugías de lunes a viernes, con un promedio de 15 a
18 casos diarios, mientras vemos en consulta entre 80 y 85. A estos
pacientes se le hace una línea preoperatoria, análisis de sangre, se
pasan por una consulta de Medicina y cuando están aptos, les damos
el turno para la cirugía. No solo vemos casos con cataratas y
pterigium, pues nos llegan otros con enfermedades que son muy
frecuentes en Haití, como las afecciones corneales y los pacientes
glaucomatosos.
También realizamos pesquisas activas, generalmente los sábados,
cuando nos trasladamos a diferentes comunas, previa coordinación con
el personal médico que está en esas zonas, y de ello resultan
pacientes que luego citamos a la consulta.
¿Cuál es la edad promedio de las personas que acuden a consulta?
Pacientes adultos, mayores de 50 años, aunque nos llegan muchos
jóvenes, quienes acuden con una catarata traumática. Cuando les
hacemos un ultrasonido ocular, si la retina no está desprendida, les
quitamos la catarata y quedan con una buena agudeza visual. Son
personas aptas para trabajar y realizar alguna otra función.
¿Lo más difícil?
La barrera idiomática. Tanto en las consultas como en el salón
tenemos traductores, pero solo hasta una etapa preoperatoria.
Después —de acuerdo con los requisitos que se deben cumplir— solo
están los enfermeros y yo como cirujana. Es difícil porque a los
pacientes hay que mandarlos a mirar para abajo, no pueden hacer
movimientos bruscos y tienen que permanecer mirando la luz, pero
muchos no comprenden y se mueven en medio de la cirugía. Es algo que
siempre dificulta las cosas.
¿Cuánto crees que ha contribuido al aumento de la calidad de vida
del pueblo haitiano el trabajo que ustedes realizan?
Devolverle la visión a alguien es algo grandioso, con un impacto
significativo en una población con muy bajos recursos como la
haitiana.
Hablamos de pacientes que llegan ciegos a la consulta,
prácticamente ayudados por la familia. He tenido algunos que se han
agachado en la puerta porque no encuentran como entrar. Entonces al
realizarle la cirugía, alcanzan más de un 60 % de visión.
¿Y lo expresan?
El haitiano no es totalmente expresivo como nosotros los cubanos,
pero sí es agradecido. Cuando les preguntas si ven bien y si están
contentos, entonces sí lo manifiestan.
¿Un periodo para borrar o para guardar?
Definitivamente para guardar.