La Reunión de Alto de Mompié el 3 de mayo de 1958
De la profunda discrepancia salió fortalecida la
unidad de la Revolución
Enzo Infante Urivazo (Bruno), combatiente del
30 de Noviembre y de la lucha clandestina, era responsable nacional
de Propaganda del Movimiento 26 de Julio y fue uno de los 12
compañeros y compañeras que participaron en aquella histórica
reunión en la Sierra Maestra el 3 de mayo de 1958, convocada por
Fidel para discutir sobre los errores de la huelga del 9 de abril y
las relaciones entre los miembros de la Dirección Nacional en el
Llano y la Sierra, así como las decisiones que se adoptaron para la
conducción político-militar futura de la insurrección, que
implicaron la reestructuración de la Dirección Nacional del
Movimiento, el cambio de cargos y responsabilidades en la mayor
parte de sus miembros, así como la ratificación de la autoridad y el
prestigio de Fidel, nombrado allí como Comandante en Jefe del
Ejército Rebelde y de la lucha armada contra la tiranía
La
primera reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio
en la Sierra Maestra se llevó a cabo dos meses y medio después del
desembarco del Granma y uno luego de que los revolucionarios
realizaron el primer combate victorioso de La Plata.
El encuentro se celebró en ocasión de la entrevista del
Comandante Fidel Castro con el periodista norteamericano Herbert
Matthews, del diario The New York Times, en el que se divulgó
posteriormente al mundo la presencia beligerante de Fidel y sus
compañeros en la Sierra Maestra, y revistió gran importancia, pues
en ella se analizaron los hechos ocurridos, la situación del
Movimiento, las experiencias ganadas; se ratificó la estrategia de
lucha armada y huelga general, se acordó el refuerzo con hombres y
armas a la guerrilla, la reorganización y el fortalecimiento del
Movimiento en todo el país y aprobó un manifiesto de Fidel al pueblo
de Cuba.
En aquellos momentos la guerrilla era la expresión máxima pero
incipiente de la lucha armada, a la que había que fortalecer y
ampliar para garantizar la vigencia de la línea y el desarrollo del
aparato militar de la Revolución, pero también era necesario que la
organización recaudara fondos, acopiara armas y explosivos,
seleccionara nuevos combatientes, avituallara la guerrilla,
realizara propaganda, sabotajes y organizara la lucha obrera,
estudiantil y de sectores profesionales y de capas medias de la
población, para que la insurrección popular y la huelga pudieran
hacerse efectivas en su momento.
Liderados por Frank País, los miembros de la Dirección Nacional,
que radicaban fuera de la Sierra Maestra, Faustino Pérez, Haydée
Santamaría, Carlos Franqui y Armando Hart se dedicaron a la tarea,
con el consenso de Fidel que se mantenía al frente de la guerrilla
en las montañas, desde donde ejercía la dirección del Movimiento,
pues la orientación política y militar de este, dependía de su
talento, autoridad y prestigio.
Los trabajos organizativos iniciados a partir de aquel encuentro
tuvieron expresión coherente en el proyecto que Frank País, que se
desempeñaba por entonces como ejecutivo único, presentó a Fidel, en
su condición de dirigente máximo, cuatro meses después, en su carta
del 7 de julio de 1957, 23 días antes de su muerte, en la cual
proponía la estructura que debían tener las direcciones nacional y
provinciales del Movimiento y la participación en ellas del sector
obrero y de la Resistencia Cívica; también el bosquejo de cómo se
organizaría la huelga y sus respectivos comités nacional y
provinciales.
Según el proyecto, la Dirección Nacional se integraba por:
Coordinador y responsables de Finanzas, Acción, Propaganda, Obrero y
Resistencia Cívica, más los seis coordinadores provinciales y un
delegado de la Sierra Maestra (Celia), total: 13 miembros. Las
direcciones provinciales tendrían la misma composición: un
coordinador y cinco responsables de frentes.
Esta estructura se puso en práctica tras la muerte de Frank País,
bajo la dirección de Armando Hart como coordinador nacional y
mantuvo su vigencia hasta la reunión de Mompié.
Mientras vivió, Frank dirigió desde Santiago de Cuba el apoyo
logístico del Ejército Revolucionario de la Sierra Maestra y la
reorganización del Movimiento en el resto del país, de pleno acuerdo
con Fidel, las atribuciones que este le había asignado y las
relaciones por correspondencia que sostenían regularmente. Este
vínculo estrecho y profundo entre lo que ya existía como realidad
objetiva: la Sierra y el Llano era posible no solo por la
comprensión que tenía Frank del curso de la guerra, del papel que en
ella desempeñaba la guerrilla y el de Fidel como líder indiscutido
de la Revolución, sino además, por la formidable red de
comunicaciones y abastecimientos creada por Celia Sánchez desde
Manzanillo, la cual facilitaba la relación.
En mi opinión, después de la muerte de Frank, este vínculo nunca
fue igual.
El
fracaso de la huelga sirvió de acicate a la dictadura para emprender
su ofensiva militar contra la Sierra
La lucha práctica que afrontaron los combatientes, cada núcleo en
su escenario, permitió a sus autores ganar experiencia y madurez
sobre los métodos y medios que empleaban y los propósitos que
perseguían, formándose cada uno la idea de cómo alcanzar la
victoria.
Un año después del éxito de La Plata, los combatientes de la
Sierra Maestra estaban convencidos de que la lucha armada directa
contra el enemigo podía extenderse a otras regiones y dominar al
país por esa vía, habiendo iniciado la expansión de la lucha
guerrillera con la creación del II y el III Frentes, y el envío de
un grupo guerrillero a operar en los llanos del río Cauto.
En tanto, los del llano consideraban que el grado de organización
alcanzado por los sectores obrero y de Resistencia Cívica y las
milicias urbanas, unido a los triunfos del ejército revolucionario
del Movimiento, habían creado condiciones en la población para
convocar la huelga general que, apoyada por acciones de sabotaje
técnico y de lucha armada en las ciudades, acabarían por derrotar a
la tiranía.
Sin proponérselo nadie, al afrontar los problemas, se fue creando
una situación en la cual la Dirección Nacional resolvía toda clase
de asuntos, excepto los críticos en extremo que había que consultar
con Fidel, de modo que en la práctica era ella la que dirigía la
organización y la lucha en todo el país, menos las operaciones
militares en la Sierra Maestra. Esta situación que en ocasiones
creaba incomprensiones y recelos fue abordada en la también antes
señalada reunión de marzo de 1958, ocurrida en Alto de Naranjo, en
la Sierra Maestra, donde se informó de los trabajos realizados por
la Dirección Nacional en el llano y se esclarecieron algunas
cuestiones, acordándose actuar con mayor integración y coordinación
entre esta y la de la Sierra.
Además, se decidió redactar y publicar el Manifiesto al pueblo,
de fecha 12 de marzo, firmado por el Comandante Fidel Castro Ruz, en
su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Rebeldes, y
Faustino Pérez, como delegado de la Dirección Nacional. En este
documento se señala, entre otras cuestiones, el plan final de lucha
que culminaría el proceso insurreccional mediante la huelga general.
Conforme a lo acordado por la Dirección Nacional en esta reunión,
los compañeros del llano convocaron la huelga en el momento que
consideraron más apropiado, cuyo proceso y resultados ya fueron
expuestos aquí con anterioridad.
Pero nos parece oportuno señalar que el fracaso de la huelga no
solo puso en crisis la concepción de la toma del poder en las
ciudades por esa vía, como sostenía la Dirección del Llano, sino
que, consiguientemente, significó un aprieto para los miembros de
esta, quienes la habían sustentado y puesto en práctica.
Así, fracasada la huelga, golpeado duramente el movimiento
revolucionario en las ciudades y con la Dirección del llano en
situación inconveniente, las fuerzas armadas de la tiranía
preparaban, con el apoyo abierto del gobierno norteamericano, una
ofensinsiva militar en gran escala contra el bastión más fuerte e
importante que quedaba a la insurrección: el ejército revolucionario
del 26 de Julio que operaba en la Sierra Maestra y en el II Frente
Oriental Frank País, en un intento por liquidar la Revolución.
Se imponía tomar las medidas pertinentes para fortalecer el
aparato de dirección de la organización y decidir qué hacer. Fidel
Castro, como Comandante en Jefe del Ejército Revolucionario del
Movimiento 26 de Julio sabía lo que se proponía el enemigo y
preparaba sus fuerzas para contener primero, derrotar y desalojar
después de la Sierra a las tropas de la tiranía. Para eso había
mandado concentrar en la Sierra a los hombres del comandante Juan
Almeida, del III Frente, y a los del comandante Camilo Cienfuegos
que operaban en los llanos del río Cauto, los cuales se unirían a
los de las columnas I y IV, al mando de Fidel y el Che
respectivamente, y a las tropas de Crescencio Pérez, para defender
el alto de la Sierra, donde se encontraban la Comandancia, la Radio
Rebelde, la escuela de reclutas, el hospital y las principales
dependencias de que disponía su ejército.
En tanto, el Comandante Raúl Castro Ruz se mantenía en su zona
del II Frente y en los alrededores de Santiago de Cuba, en la Sierra
de la Gran Piedra, se encontraba la Columna José Tey, formada
recientemente por René Ramos Latour (Daniel), comandante en jefe de
las milicias del Movimiento en el llano, con milicianos de Santiago
de Cuba que habían atacado el cuartelito de Boniato, en la madrugada
del 9 de abril para apoyar la huelga, sin lograr tomarlo.
El 28 de abril, unos días antes de la reunión de Mompié, esta
tropa, bajo el mando de Belarmino Castilla Mas (Aníbal), con el
grado de comandante, había atacado y tomado el cuartel de Ramón de
las Yaguas, en el municipio de El Caney y ocupado más de 70 armas.
En aquellos momentos esta fuerza no se encontraba subordinada a
ninguno de los tres frentes: el I y el III de la Sierra Maestra
comandados por Fidel Castro y Juan Almeida, ni al del II Frente
Frank País, dirigido por el Comandante Raúl Castro.
Algunos días después del fallido intento de huelga, Faustino
Pérez y Marcelo Fernández habían acordado en La Habana que este
último acudiera a la Sierra Maestra y expusiera a Fidel Castro el
proceso, sus resultados y la valoración que del fracaso hacían los
compañeros de la Dirección Nacional.
Yo estuve también conforme con esta idea y fui a Santiago de Cuba
con Marcelo para reunirnos con Vilma Espín y con René Ramos Latour,
miembros de la Dirección Nacional que radicaban en aquella ciudad,
cuyos criterios y valoraciones debía tener Marcelo en cuenta para el
informe que haría a Fidel.
En la casa marcada con el No. 664 de la calle General Portuondo,
entre las de Moncada y Calvario, domicilio de la familia O¢
Fallon, donde Vilma se guarecía, nos reunimos con ella una mañana
alrededor del 20 de abril, sin la presencia de René Ramos Latour
(Daniel), quien no se encontraba en la ciudad, pues permanecía
alzado en la zona de la Gran Piedra, al frente de la recién creada
Columna José Tey.
Ante la ausencia de Daniel, Marcelo planteó la necesidad de su
presencia en la reunión, dada su responsabilidad como miembro de la
Dirección Nacional, jefe de Acción y de las milicias del Movimiento
y miembro del Comité Nacional de Huelga, pues sus critriterios y
valoraciones eran de suma importancia. Vilma y yo coincidimos con él
y se acordó que Marcelo, en su carácter de coordinador nacional,
fuese hasta donde se encontraba Daniel y le convenciera de dejar el
mando de la Columna a otro compañero y regresar para reasumir sus
responsabilidades. Así se hizo. Marcelo fue hasta donde Daniel y al
segundo día volvimos a reunirnos en el mismo lugar, ahora con la
presencia de Daniel.
Marcelo volvió a leer el proyecto de informe que tenía elaborado
en el que se señalaban como causas del fracaso: la falta de la
debida organización de los cuadros del Movimiento, la forma
sorpresiva de la convocatoria, la escasez de material bélico
imprescindible, el error de considerar un papel pasivo a los obreros
en la huelga y dificultades en las comunicaciones. Daniel estuvo de
acuerdo, incluso en que Marcelo fuera a la Sierra a informar a
Fidel.
Principales asuntos debatidos en medio de un ambiente muy crítico
Según mis recuerdos y la información contenida en documentos y
escritos, los asuntos principales abordados y debatidos por los
integrantes de la reunión estuvieron relacionados con la huelga, las
relaciones entre el Llano y la Sierra, las milicias, el estado
organizativo del Movimiento, la línea a seguir, sobre la unidad, la
reestructuración de la Dirección Nacional, la importancia de Radio
Rebelde, el exilio y las posibilidades que ofrecía Venezuela, así
como la resistencia a la ofensiva enemiga, su derrota y la extensión
posterior de la guerra.
Al analizarse la huelga se señaló la falta de preparación
suficiente, sobre todo del aparato del Frente Obrero Nacional (FON),
que no facilitó la incorporación de otros sectores políticos a sus
comités de huelga, en desconocimiento del segundo Manifiesto firmado
por Fidel llamando a la unidad y declarando al FON como el organismo
obrero para dirigir aquella; documento fechado el 26 de marzo, al
que se le dio publicidad en todas las provincias menos en La Habana.
Se le formularon críticas a David Salvador por haber realizado
enfoques e informaciones incorrectas y subestimado al movimiento
obrero, por su actitud sectaria que pretendía obligar a los demás
movimientos revolucionarios a seguir a la zaga del 26 de Julio, cuya
aparente poderosa organización obrera se había desbaratado en el
momento de la acción, en fin, por su negativa a la participación del
Partido Socialista Popular (PSP) en la organización de la huelga.
A Faustino Pérez se le criticó por su falta de perspectiva al
creer en la posibilidad de tomar la Capital del país por las
milicias, sin valorar adecuadamente las fuerzas de la tiranía, por
su concepción errónea para concebir y desencadenar la huelga, por la
falta de realismo al analizar las premisas y condiciones de su
preparación, por admitir la posición sectaria obrera.
A René Ramos Latour se le imputaba no solo la falta de visión que
le llevó a compartir los criterios sobre la posibilidad de realizar
acciones efectivas con las milicias del Llano, sino la concepción de
aquellas como tropas paralelas a las de la Sierra, sin entrenamiento
ni moral de combate y sin pasar por el riguroso proceso de selección
de la guerrilla. Se le criticó el sistema de grados militares
otorgados por él como comandante en jefe de las milicias, según el
reglamento de estas implantado sin la consulta y aprobación del
mando del Ejército de la Sierra. Fidel expresó que para ser
comandante, un combatiente tenía que haber estado un año en campaña
y no podía aceptarse la asignación de grados sin el correspondiente
aval. Asimismo, señaló la falta de coordinación y subordinación de
las milicias con las fuerzas guerrilleras que operaban en zonas del
III Frente al mando del comandante Juan Almeida, de quien se expresó
en términos muy elogiosos, comparándolo con Antonio Maceo, situación
esta que creaba una dualidad de mando inaceptable e inconveniente a
la dirección de las operaciones militares.
Se refirió, además, a la creación de una columna guerrillera sin
consulta y consentimiento del mando del Ejército Revolucionario, la
que recientemente había efectuado el ataque y toma del cuartel de
Ramón de las Yaguas, con la ocupación de más de 70 armas, dirigida
por el comandante Belarmino Castilla Mas (Aníbal), cuyos grados
otorgados por Daniel reconoció, pero ratificó que no podían
otorgarse estos grados sin la aprobación de la Comandancia de la
Sierra. Hizo referencia a la distribución del armamento que se
obtenía y señaló los equipos ocupados por el enemigo para la
apertura de un segundo frente, lo que generó una fuerte discusión
con Daniel sobre este punto.
Todas estas cuestiones abordadas en un clima tenso, demostraban
la existencia de discrepancias en la Dirección Nacional, entre los
elementos del Llano y los de la Sierra y la necesidad de tomar
medidas para superarlas.
El tratamiento de los otros asuntos se hizo en un ambiente de
menor tensión. Marcelo Fernández (Zoilo), en su carácter de
coordinador nacional, informó la participación del Movimiento en la
huelga en las provincias y municipios importantes, así como la
situación de la organización en el Llano, y explicó sobre la
Resistencia Cívica, su constitución y organización, forma de
trabajo, sus componentes y su ampliación y fortalecimiento. Se
valoró el trabajo del coordinador y Marcelo manifestó su disposición
de aceptar cualquier determinación sobre su actuación.
Luis Buch, responsable de Relaciones Públicas del Movimiento en
La Habana, que estaba al tanto de estas cuestiones, hizo un informe
sobre el comité del exilio, y la posición débil de Mario Llerena, su
presidente, quien al parecer tenía aspiraciones personales e
interfería con Manuel Urrutia, propuesto por el Movimiento para
ocupar la presidencia de la República en un futuro gobierno
provisional revolucionario. Buch también informó sobre las
desviaciones de grupos del Movimiento en el exilio dirigidos por
Arnaldo Goenaga Barrón, Ángel Pérez Vidal y Pablo Díaz y de sus
viajes a Caracas, primero con la intención de explorar las
posibilidades de la emigración cubana en Venezuela de ayudar a la
lucha en Cuba, y la segunda con Raúl Chibás y Manuel Urrutia quienes
participaron, el 24 de febrero de 1958, de la llamada Cena de la
Libertad, con motivo de la celebración del Grito de Baire, a la que
asistieron personalidades revolucionarias y políticas venezolanas y
exiliados dominicanos y cubanos, y en la que se recaudaron miles de
bolívares para la causa de Cuba. Asimismo, habló de las grandes
posibilidades de obtener recursos bélicos en Venezuela, según
conversaciones sostenidas con Fabricio Ojeda, presidente de la junta
patriótica que organizó la huelga general que logró derrocar al
dictador Pérez Jiménez, y quien decía contar para este ofrecimiento
con el consentimiento personal de Wolfgang Larrazábal, presidente de
la junta de gobierno establecida en Venezuela.
Faustino Pérez informó acerca del envío de dinero por parte de
los exiliados cubanos en Venezuela y expresó su opinión favorable
para brindarle atención especial a la organización del Movimiento 26
de Julio en ese país, así como seguir atentamente las posibilidades
de ayuda bélica que se ofrecían.
Otros asuntos fueron tratados en la medida en que se relacionaban
con los planteamientos que se hacían sin que se abordaran como temas
establecidos en su agenda.
Acuerdos
principales adoptados para fortalecer la unidad; Fidel es nombrado
Comandante en Jefe de la Revolución
El más importante consistió en la reestructuración de la
Dirección Nacional. En lo adelante, un ejecutivo desde la sede de la
Columna I, en la Sierra Maestra, asumiría toda la dirección política
y militar de la Revolución, a cuyo frente se encontraría a Fidel
Castro Ruz, designado Secretario General del Movimiento y Comandante
en Jefe de todas las fuerzas, incluidas las milicias.
El ejecutivo de la Dirección Nacional lo integrarían el
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Faustino Pérez Hernández
(Ariel), René Ramos Latour (Daniel), David Salvador Manso (Mario),
los tres últimos separados de sus cargos anteriores, y Carlos
Franqui (Castel).
Faustino y Daniel se reincorporarían al Ejército Rebelde con los
grados de comandantes, luego que ambos entregaran los asuntos de sus
respectivas responsabilidades en el Llano. Daniel debía enviar la
Columna José Tey al territorio del II Frente Frank País y
subordinarla al comandante Raúl Castro Ruz.
Consecuentemente, se decidió que la línea de la lucha armada
directa, extendiendo la guerra hacia otras regiones para dominar el
país por esa vía, sería la que se aplicaría y estaría dirigida
militar y políticamente por Fidel en su doble condición. La huelga
se mantenía como estrategia final y sería convocada oportunamente.
La dirección bélica de las milicias en las ciudades y de las
fuerzas rebeldes en los campos quedaría unificada bajo el mando del
estado mayor del Ejército Revolucionario que tendría como Comandante
en Jefe a Fidel Castro y radicaría en la Sierra Maestra, desde donde
trazaría los planes de acción que se desarrollarían en los campos y
ciudades, para realizar un trabajo más homogéneo y eficaz. En
consecuencia, los aparatos de dirección provinciales, municipales y
locales del Movimiento se subordinarían a los jefes militares
rebeldes en las zonas y frentes donde estos operasen.
Para dirigir específicamente la acción de milicias, el Estado
Mayor delegaría en un comandante del Ejército Revolucionario que
ostentaría el cargo de delegado nacional de Acción y que radicaría
en La Habana.
Con vistas a rechazar la ofensiva de las fuerzas de la tiranía,
todos debían realizar el mayor esfuerzo para hacer llegar a la
Sierra Maestra armas, equipos, medicinas, ropas, botas y otros
medios necesarios a los combatientes, por los canales de la
organización, con la consigna: ¡Todos a rechazar la ofensiva militar
de la tiranía!
Para facilitar el transporte de estos medios, se acordó permitir
el tráfico por carreteras y ferrocarril a los transportes civiles,
no así a los militares.
Asimismo, Radio Rebelde sería el órgano de información principal
del Movimiento, desde su sede de la Comandancia General de la Sierra
Maestra y serviría no solo para divulgar las acciones militares,
orientar a los militantes y al pueblo, sino también como medio de
comunicaciones militares y con el exterior. Para hacerse cargo de
estas tareas, Fidel orientó que se mandara a buscar a Carlos Franqui,
quien se encontraba en el extranjero.
También se acordó que todo lo relacionado con el envío de armas o
la decisión sobre estas, así como las relaciones exteriores del
movimiento correrían por cuenta del secretario general. Relacionado
con la cuestión del envío de armas, Fidel solicitó que le mandaran a
Pancho González, coordinador del Movimiento en Pinar del Río, quien
había traído desde México la expedición de El Corojo.
Otro acuerdo importante fue el cambio de nombre del Ejército
Revolucionario del Movimiento 26 de Julio por el de Ejército
Rebelde, para que los militantes de cualquiera de las organizaciones
revolucionarias que luchaban contra la tiranía pudieran ingresar en
sus filas, como expresión de unidad entre todos los combatientes.
Se ratificó que todos los sectores obreros tenían derecho a
participar en los comités de huelga, como había sido señalado por
Fidel Castro en su llamamiento del 26 de marzo de 1958 y que el
Frente Obrero Nacional (FON) debía ser un organismo de unidad de
todos los sectores obreros, como había sido concebido.
Respecto a la unidad con los demás sectores y grupos que
combatían a Batista, se mantuvo la tesis de que debían coordinarse
en la base los esfuerzos de todas las organizaciones
revolucionarias, sin que por ello hubiera que constituir un
organismo único, ratificándose el planteamiento de la Carta de Fidel
Castro del 14 de diciembre de 1957 que dice: La Dirección Nacional
está dispuesta a hablar en Cuba con los dirigentes de cualquier
organización oposicionista, para coordinar planes específicos y
producir hechos concretos que se estimen útiles al derrocamiento de
la tiranía, lo que equivalía a decir que había que ir a la Sierra a
tratar estos asuntos.
Además se decidió estudiar la posibilidad de permitir la
reanudación de las actividades docentes en los planteles
secundarios, previa la aprobación favorable de los dirigentes del
Frente Estudiantil Nacional (FEN).
Junto al ejecutivo que radicaría en la Comandancia de la Columna
I, en la Sierra Maestra, se acordó constituir una delegación de la
Dirección Nacional con sede en Santiago de Cuba, que facilitaría las
comunicaciones con las provincias, puesto que las direcciones
provinciales y municipales del Movimiento se mantendrían.
La delegación de la Dirección Nacional estaría formada por
Marcelo Fernández Font como delegado nacional de Coordinación y los
delegados nacionales de Finanzas, Manuel Suzarte Paz (Martín);
Obrero, Antonio Torres Chadebau (Ángel); y de Propaganda, Arnol
Rodríguez Camps (Fernando); y el de Acción, comandante Delio Gómez
Ochoa (Marcos), quien radicaría en La Habana. Por su parte, el
secretario general nacional del Movimiento de Resistencia Cívica (MRC)
no formaría parte de la Dirección del Movimiento y estaría en
contacto con la delegación y en especial con el delegado nacional de
Coordinación. Las direcciones provinciales y municipales quedarían
integradas como antes por: un coordinador y responsable de Acción,
Finanzas, Obrero y Propaganda. El secretario general provincial o
municipal del MRC estaría en contacto con las direcciones
respectivas y en especial con los coordinadores.
Enzo Infante Urivazo (Bruno), que venía actuando como responsable
nacional de Propaganda, fue designado como nuevo coordinador
provincial de La Habana.
Haydée Santamaría Cuadrado (Carín), responsable nacional de
Finanzas, fue designada para hacerse cargo de esta actividad en el
exilio, como delegada especial del ejecutivo de la Dirección
Nacional, para residir en Miami y trabajar junto a Raúl Chibás.
A Luis Buch, conocedor de las actividades del exilio, se le
encomendó trasladarse con Haydée al extranjero para ayudar a esta y
trabajar con Urrutia y Llerena con vistas a suavizar las relaciones
entre ellos, y establecer las comunicaciones en clave entre el
exilio y la Sierra Maestra.
Fidel redactaría una carta a los emigrados y exiliados
reconociendo al comité del exilio como único organismo del
Movimiento 26 de Julio en el exterior, con vistas a lograr la unidad
y disciplina de todos.
Fidel instruyó para que Aldo Santamaría Cuadrado, recientemente
liberado del presidio de Isla de Pinos, tras cumplir su condena,
pasara a la Sierra Maestra para incorporarse al Ejército Rebelde.
Se encomendó al delegado nacional de Coordinación, dar a conocer
los resultados y acuerdos, lo que hizo Marcelo Fernández en su
Circular de Organización del 9 de mayo de 1958.
Conclusiones
La Reunión de Mompié resultó de extraordinaria importancia para
el curso posterior de la lucha contra la tiranía, por los análisis y
discusiones que allí se hicieron sobre los hechos del 9 de abril y
las relaciones entre los miembros de la Dirección Nacional en el
Llano y la Sierra; las decisiones que se adoptaron para la
conducción político-militar futura de la insurrección, que
implicaron la reestructuración de la Dirección Nacional del
Movimiento y el cambio de cargos y responsabilidades en la mayor
parte de sus miembros, así como la ratificación de la autoridad y el
prestigio del Comandante Fidel Castro Ruz, como líder del Movimiento
y de la lucha armada contra la tiranía.
Resultó, además, una extraordinaria lección para los
revolucionarios allí congregados de cómo se analizan críticamente
los problemas y errores, mediante el planteamiento crudo de estos,
el razonamiento lógico y exhaustivo y la concepción amplia de las
soluciones, de modo que los implicados lograran comprenderlos y
admitir como justas las decisiones que se tomaron.
De ella salió el movimiento revolucionario más fortalecido, con
mayor experiencia y unidad y con la perspectiva de la victoria que
se obtendría ocho meses después, cuando tras extender la guerra a
todo el país, el Ejército Rebelde, como vanguardia de la Revolución,
logró derrotar al ejército de la tiranía, con el apoyo del pueblo,
expresado en la huelga general y tomar Santiago de Cuba, Santa Clara
y La Habana.
El Comandante Ernesto Che Guevara calificó esta Reunión como
decisiva. En tanto que Faustino Pérez la definió como el análisis
crítico exhaustivo y profundo de las deficiencias y errores
cometidos, las decisiones y los cambios que se consideraron
convenientes, la más completa disciplina y la unidad más sólida,
criterios estos que yo también comparto. (Relato tomado de
Memorias de la Revolución, Ediciones Imagen Contemporánea).
El campesino Mompié
Osvaldo Mompié es un campesino que comenzó a vivir en 1954 en una
zona de la Sierra Maestra que luego se hizo famosa con el nombre de
Alto de Mompié.
En una entrevista publicada en Granma hace tres años,
Osvaldo narró que "cuando en diciembre de 1956 llegaron los
rebeldes, la única casa que había allí era la mía"; entonces Fidel
empezó a llamarle el Alto de Mompié y así se quedó. Antes tuvo otro
nombre, Pinar Quemado. Allí había ocurrido un incendio hacía algunos
años y esa es una zona donde había muchos pinos; entonces la gente
le puso así.
Recuerda la reunión en el Alto de Mompié en mayo de 1958.
Yo vivía allí; tenía mi casa y otra casita de cinc —donde ellos
se reunieron—; pero, eso era secreto: no sabía nada de lo que se
hablaba en esa reunión, aunque Fidel me tenía mucha confianza. Yo
los abastecía de algunas cosas y mi casa funcionaba como almacén;
pero no tenía por qué estar al tanto de lo que ellos hablaban en esa
reunión.
¿Cuándo conoció a Fidel?
El 24 de diciembre de 1956, pocos días después del desembarco del
Granma; en unas piedras enormes que hay en el pico Caracas, adonde
me presenté para ofrecerle mi colaboración. Yo le dije que era
analfabeto. Él conversó conmigo, me hizo muchas preguntas y yo le
expresé mi deseo de incorporarme a su tropa. Sin embargo, me dijo
que eso no era así, que yo le era más importante en otro frente; que
él necesitaba gente para que los abasteciera a ellos y en otras
funciones. Entonces acepté y hasta conseguí dos arrias de mulos, que
fueron de mucha utilidad en toda la guerra. |