Hace
unos días, un quinteto presidencial se reunió en Texas para celebrar
la inauguración de una biblioteca con el nombre de uno de ellos, y
así rehabilitar a uno de los peores presidentes, según la opinión
pública, de la era moderna.
La Biblioteca Presidencial George W. Bush fue inaugurada con la
presencia de expresidentes de este país, y el actual, Barack Obama:
el de la biblioteca estrenada, Bill Clinton, George H.W. Bush (el
padre del festejado) y Jimmy Carter. En el discurso de Obama (quien
aseguró que Bush es un buen hombre) como en todos los demás de este
exclusivo club, lo más notable fue la ausencia de referencias al
tema de las guerras de Iraq, la respuesta al desastre natural del
huracán Katrina y la peor crisis económica desde la Gran Depresión;
o sea, los principales logros de la gestión de Bush.
Y es que, como todos en el planeta saben, el gran logro de Bush
fue llevar a su país a las dos guerras ahora más largas de su
historia, con justificaciones falsas, inauguró el campo de
concentración de Guantánamo, autorizó el uso de la tortura y la
desaparición como instrumentos oficiales de la guerra contra el
terror, e impulsó una de las mayores ampliaciones del gobierno para
administrar esta nueva guerra infinita, que incluyó toda una serie
de medidas sin precedentes para espiar al mundo, incluyendo a su
propio pueblo; todo esto denunciado por organizaciones de derechos
humanos y de libertades civiles como violaciones a la Constitución y
al derecho internacional.
Por si fuera poco, Bush y su gente llevaron al país al precipicio
del caos económico. Eso con el costo de millones de desempleados y
el incremento de la población con hambre, sin casa y sin acceso a
servicios de salud. La lista de consecuencias es extensa. Pero
también fue parte de una política económica que se ha extendido con
Obama, que en los hechos, ha resultado uno de los traslados de
riqueza de las mayorías al 1 % más rico y más dramático de la
historia contemporánea. La desigualdad económica desde los años de
Bush hasta ahora se ha vuelto la más aguda desde justo antes de que
estalló la Gran Depresión.
Nada de esto se mencionó en el gran festejo, lo cual lleva a
preguntar qué hay dentro de esa biblioteca, o más bien, qué no hay.
Por ejemplo, seguro no está la carta abierta que le envió un
veterano de guerra de Iraq llamado Tomas Young el mes pasado al
celebrarse el décimo aniversario de esa guerra. "En todos los
niveles —moral, estratégico, militar y económico— Iraq fue un
fracaso¼ Y fueron ustedes, Sr. Bush y Sr.
Cheney, quienes iniciaron esta guerra. Son ustedes quienes deberían
pagar las consecuencias", escribió en lo que llamó La última
carta, porque Young ha tomado la decisión de suicidarse en las
próximas semanas porque ya no aguanta el dolor y deterioro físico de
su existencia después de quedar paralizado en esa guerra.
Young escribe que enviaba esta carta a Bush y Cheney "no porque
pienso que entienden las terribles consecuencias humanas y morales
de sus mentiras, manipulación y sed por riqueza y poder. Escribo
esta carta porque, antes de mi propia muerte, quiero dejar claro que
yo, y cientos de miles de mis compañeros veteranos, con millones de
compañeros ciudadanos, y cientos de millones más en Iraq y Medio
Oriente, sabemos plenamente quiénes son ustedes y qué han hecho.
Ustedes podrán evadir la justicia, pero a nuestros ojos cada uno es
culpable de crímenes de guerra severos, de pillaje y de asesinato,
incluyendo el de miles de jóvenes estadounidenses, mis compañeros
veteranos cuyo futuro usted robó". (La carta completa se puede
consultar en: www.truthdig.com).
Seguro tampoco están en esa biblioteca los detalles de uno de los
mayores fraudes en la historia mundial, donde los principales
bancos, aseguradoras y casas de inversión engañaron y manipularon a
tal grado de avaricia que lograron detonar una crisis gigantesca que
puso en riesgo la viabilidad económica del país. Fueron rescatados
por el Estado, con el tesoro del pueblo, para poco después regresar
a una prosperidad récord hoy día.
Y ahora sigue la fiesta para los afortunados: durante los dos
primeros años de la recuperación económica, el valor neto de los
hogares del 7 % más rico del país se incrementó aproximadamente a 28
%; para el restante 93 % se desplomó 4 %, según un análisis
difundido la semana pasada por el Centro de Investigación Pew.
Con ello se incrementó la desigualdad: el 7 % más rico ahora
concentra 63 % de la riqueza de los hogares; dos años antes tenía 56
%.
Bush afirmó en la celebración que las generaciones futuras se
enterarán de que nos mantuvimos fieles a nuestras convicciones.
Tanto las guerras como la política financiera y económica han
sido un gran negocio para unos cuantos. Todo esto producto de un
consenso entre las cúpulas políticas y económicas a lo largo de esta
última década.
John LeCarre, el gran escritor británico, ha sido un crítico de
la creciente interrelación entre las cúpulas políticas y económicas,
señalando con alarma hasta la cada vez mayor privatización de las
operaciones bélicas y de inteligencia del Estado. Comentó
recientemente al The New York Times que Mussolini dijo que la
definición del fascismo era cuando uno no podía colocar un papel de
cigarro entre el poder empresarial y el poder gubernamental.
Pero nada de esto está en esa biblioteca, y menos que Bush
continúa ocupando el segundo lugar de los presidentes más
desaprobados por la opinión pública en la era moderna, a pesar de
este tipo de ceremonias y otros esfuerzos para intentar rehabilitar
a quien formaba parte de lo que Gore Vidal llamaba la junta Cheney/Bush
(en ese orden).
Tal vez se debería de abrir una biblioteca solo con lo que no
está en esa. (La Jornada)