condiciones
de cambiar el mundo a una escala históricamente reservada a las
naciones. Tan solo mil empresas son responsables de la mitad del
valor total de mercado de las más de 60 mil empresas del mundo que
cotizan en bolsa. Virtualmente controlan la economía global.
Esta gran concentración de influencia debería ser el punto de
partida de cualquier estrategia de cambio institucional hacia una
sociedad sostenible.
Consideremos la rapidez con la que ha aparecido esta situación.
En 1980 las mil mayores empresas del mundo tenían unos beneficios
de 2,64 millones de millones de dólares. Empleaban a unos 21
millones de personas directamente y tenían una capitalización total
de mercado de cerca de 900 mil millones, el 33 % del total mundial.
Hacia el 2010 las mil mayores empresas del mundo tenían unos
beneficios de 32 millones de millones de dólares. Empleaban a 67
millones de personas directamente y tenían una capitalización total
de mercado de 28 millones de millones. Esto supone un 49 % del total
de la capitalización mundial de mercado.
Asimismo, hay una concentración sustancial dentro de esas
primeras mil. Es así que 83 empresas representan un tercio de los 32
millones de millones de dólares de los beneficios del grupo. Las
primeras 172 empresas representan cerca de la mitad de ellos. La
172ª mayor empresa, la petrolera rusa Rosneft Oil, tuvo un beneficio
equivalente al Producto Interno Bruto del 74º país del mundo,
Uruguay.
Estas empresas y sus cadenas de aprovisionamiento tienen un
impacto enorme sobre la sociedad tanto para lo bueno como para lo
malo. Crean bienes y servicios para los clientes, riqueza para los
accionistas y trabajos para millones de personas. También consumen
ingentes cantidades de recursos naturales, contaminan el
medioambiente local y global a un pequeño o ningún coste y, en
algunos casos, limitan el bienestar de los empleados si los salarios
y las condiciones de trabajo son inadecuados. Estas prácticas
indeseables hacen insostenible esta sociedad a la que estamos
acostumbrados.
Actualmente muchas empresas reconocen alguna responsabilidad
hacia el mundo más allá de sus operaciones. Lo que es más, saben que
si quieren continuar con un crecimiento tan rápido en los mercados
en desarrollo —o, como diría Willie Sutton, "donde está el dinero"—
puede que tengan que proporcionar más que bienes y servicios, por
ejemplo mejoras en la sociedad civil allí donde más se necesitan:
vivienda, salud y educación.
Las oportunidades de mercado, la presión de los competidores, la
de los inversores y la reputación de la marca están consiguiendo en
estas empresas lo que de otra forma solamente se conseguiría a
través de la regulación y, puesto que la regulación la llevan a cabo
las agencias nacionales, los aproximadamente 200 países del mundo
tendrían que introducir y hacer cumplir regulaciones similares.
Menudo quebradero de cabeza.
En vez de esto, el mismo mercado ha recorrido ya un largo trecho
hacia la adaptación de la economía global al concentrar liderazgo de
mercado y también moral en esos mil consejos de administración. El
número mil es algo arbitrario. Lo escogemos en parte porque es un
número relativamente fácil de manejar y las instituciones de la
sociedad civil y las ONG se están volviendo cada vez más
sofisticadas en las formas de hacer precisamente esto.
Los grandes inversores constituyen también un poderoso cuerpo
electoral que pide un cambio. La riqueza está todavía más
concentrada por lo que respecta a la gestión de activos que respecto
a la de empresas. Los 500 mayores gestores de fondos tienen más de
42 millones de millones de dólares en activos para gestionar. Los
diez primeros gestores de fondos representan un tercio de esta
cantidad; los 50 primeros los dos tercios. Esto significa que un
pequeño número de inversores institucionales podría ocasionar un
gran cambio en los negocios. Están haciendo progresos.
Puede que muchas empresas consideren las prácticas sostenibles
solamente como desventajas competitivas a corto plazo. Pero este no
es necesariamente el caso. A través de innovaciones en procesos,
productos y modelos de negocios, las mil Globales pueden hacer más
dinero mejorando su actividad en medidas claves de sostenibilidad.
(Tomado de Rebelión)
* Robert G. Eccles es profesor de gestión en la Harvard Business
School y George Serafeim es profesor adjunto de administración
empresarial en la Harvard Business School.