La música es una de las más extraordinarias manifestaciones del
arte que se hayan podido engendrar. ¡Aire para respirar, dirían
algunos! Y Haití posee muy buenos vientos musicales. Al igual que en
Cuba, la enorme cantera de músicos y agrupaciones dan fe de las
aptitudes que tienen casi todos para el canto y el baile.
Derivada de África y Europa, e influenciada por ritmos
dominicanos y cubanos, la auténtica música haitiana tiene sus
estilos más notables en el racine, el troubadou, el
zouk y el kompa. Géneros que, curiosamente, forman parte
de las cadencias usadas en las ceremonias vudú y en las tradiciones
ancestrales. Sin embargo, no por ello dejan de ser pegadizos, el
kompa, por ejemplo —un poco más suave que el merengue pero con
un mayor sentido melódico— es uno de los más populares.
Similar al calipso y al reggae jamaiquino, el
kompa o compás (en español) tiene también elementos musicales en
común con la bomba boricua y nuestro son. El polirrítmico género,
que nació en los cincuenta vinculado al Conjunto Internacional de
los saxofonistas Nemours Jean-Baptiste y Webert Sicot, se ba
ila a nivel de la cadera, con movimientos suaves y sensuales del
cuerpo, al ritmo de los tambores mezclados con la guitarra
eléctrica, el saxofón, sintetizadores y el cuerno.
El fenómeno kompa, que debido a la barrera idiomática no
se exporta más allá del Caribe, inunda todo el país y es casi una
forma de comunicación entre sus habitantes. Hay que aprender a
escucharlo, con tonos acompasados o estruendosos, está hecho para
disfrutarlo.
Hace poco, caminando por las calles del centro de Puerto
Príncipe, fui atraída por unas melodías en vivo que se escuchaban en
una de las plazas. Un pequeño conjunto callejero, con instrumentos
manufacturados, llenaban la mañana de música. De pronto, mientras
contemplaba el baile de los haitianos —algo sencillamente
despampanante por la increíble ritmicidad corpórea que tienen— fui
sorprendida por un tema que conozco mucho. Una versión de La
Guantanamera que, aún en kompa y con fragmentos en
creole, reconocí de inmediato. No lo podía creer, me resultaba
conmovedor y a la vez simpático escuchar decir "guajila guantamanera".
Confieso que me ganó la emoción, pero también los músicos ganaron a
la hora de pasar cepillo en la cesta ¡Qué más podía hacer ante
semejante regalo!
Haití puede que sea la nación más pobre del continente pero es
enormemente rica en su cultura, orgullo que solo puede exhibir quien
tiene su propia música e identidad.